Diario de León

Alcalde de Grajal de Campos

«Llevarse las tallas fue un capricho»

«El pueblo siempre ha vivido volcado con las monjas carmelitas, estamos muy decepcionados y nos duele que no hayan tenido en cuenta nuestra devoción»

Francisco Espinosa observa las fotos de las tres tallas que Grajal reclama a las carmelitas

Francisco Espinosa observa las fotos de las tres tallas que Grajal reclama a las carmelitas

Publicado por
María Jesús Muñiz - toledo
León

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Decepcionados, dolidos, sorprendidos aún por la cabezonería de las monjas carmelitas que abandonaron el convento de Grajal de Campos llevándose las tallas que más devoción despertaban en el pueblo, pese a las advertencias de los vecinos. Incluso del obispo. Así se sienten los habitantes de Grajal, y así lo expresa el alcalde de la localidad, Francisco Espinosa, mientras se escuchan de fondo los cantos del pueblo frente al convento toledano donde ahora residen la comunidad religiosa. Y las tallas, que el sábado, como estaba previsto, se quedaron en Toledo. Pero el alcalde advierte: «El proceso judicial será largo, pero vendremos cuantas veces haga falta. La fe mueve montañas». De fondo, las voces que repiten con el soniquete religioso «Perdónalas, Señor...» -¿En qué momento se encuentra la denuncia que han presentado contra las monjas? -Las denunciamos ante la Guardia Civil y lo pasaron al juzgado. En todo momento les dijimos a las carmelitas que estábamos dispuestos a retirar la denuncia y a suspender la concentración en Toledo si aceptaban nuestra propuesta de devolver las tallas, al menos hasta que el juez decida. Pero la superiora mantiene que son suyas. -¿Hubo alguna vez problemas con las monjas antes de que decidieran irse de Grajal? -Nunca, el pueblo siempre vivió volcado con ellas. Yo llevo 16 años de alcalde, y nunca se las ha cobrado ningún impuesto, ni basuras ni agua ni las licencias de obra,... Ni el agua que bebían todas las vacas que había en el convento, que es de la traída y la pagamos todos. Todo gratis. Y cuando tenían algún accidente todos en su ayuda, como cuando tuvieron un incendio. Algunos arriesgaron la vida, si no habría desaparecido el convento. Todos les hemos hecho muchos favores, pero ahora han pasado de todo, del pueblo, incluso del obispo, de todas las instituciones. Se han venido a otra autonomía con el patrimonio más querido del pueblo. -¿Está decepcionado con la actitud de las hermanas? -Mucho, yo he sido gente de mucha confianza. Incluso hace un mes vinimos a traerles los restos de las últimas siete monjas que habían muerto en Grajal, para dejarlas en su nuevo convento. Vinimos en una ambulancia y bajamos las cajas de zinc al sótano, donde tienen el cementerio. He hablado con todas ellas, pero nunca se han bajado del burro. Todos los días les recuerdo que cuando llegaron a Grajal ya estaban allí las tallas, que es muy duro que nos las quiten y que en otros conventos donde ha pasado algo parecido han tenido que devolverlas, incluso con multas. Pero nada. Y ahora tienen las tallas de Grajal en un rincón, porque en su convento de Toledo hay imágenes a dar con un palo, tan buenas o mejores que las nuestras. -¿El que las tengan así hace más dolorosa la situación? -Desde luego, más ahora, en Semana Santa, porque el pueblo tiene una fe a muerte con las procesiones y el Cristo yacente. Ahora sólo tiene una iglesia vacía.

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