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Los tesoros de Villacé

Municipio hasta la década de los setenta, Villacé, hoy dependiente de Villamañán, conserva íntegras las esencias que le dieron brillo en el conjunto de pueblos leoneses

Publicado por
Enrique Alonso Pérez
León

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Allá por los años setenta del pasado siglo XX, Villacé perdía su autonomía administrativa, y junto a los pueblos que habían sido sus pedanías: Benamariel, San Esteban de Villacalbiel, Villacalbiel y los caseríos de San Andrés y Villa Irene, pasaban a depender del municipio de Villamañán, que de esta manera ampliaba su jurisdicción territorial y dejaba de ser uno de los pocos municipios unipoblacionales de la provincia de León.

La verdad es que el pueblo de Villacé había ido perdiendo paulatinamente gran parte de sus habitantes, y de los 307 que se encontraban censados en el año 1950, fue bajando hasta los que hoy mantiene, que no llegan al centenar. Y por aquello de que «el pez grande se come al chico» y de que «la unión hace la fuerza», Villacé salió perjudicado en la escala valorativa que contempla el Nomenclátor provincial, pues a partir de aquellas fechas, dejó de aparecer con el rango de villa para pasar a ser lugar .

Pues bien, sea como quiera, nuestro pueblo de referencia conserva íntegras las esencias que le dieron brillo en el conjunto de pueblos leoneses. El ameno valle de Priores -”así llamado porque la tradición le adjudica un monasterio hoy desaparecido-”; la Cofradía de San José, que hunde sus raíces en la Baja Edad Media, con sus típicas capas y sombreros negros; el regusto de sus numerosas y cuidadas bodegas, cuya función original ha ido desapareciendo, pero que son escenario de comidas familiares, meriendas de amigos y lugar especial para que una tertulia esté debidamente adobada con un buen vino de la tierra y el embutido casero del que tanto presumimos los leoneses; la ermita del Santo Cristo, cuidada con esmero y receptora del servicio parroquial por las circunstancias que rodean a la iglesia titular, que explicaremos a continuación.

Una iglesia sorprendente

Corrían los primeros años del pasado siglo XX, cuando ya el ilustre arqueólogo Manuel Gómez Moreno, comisionado por el entonces Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, recorría nuestra provincia para la publicación del Catálogo Monumental de la Provincia de León , obra insuperable en su género, que un siglo después sigue siendo referencia obligada para los estudiosos de nuestro patrimonio artístico, tan maltratado, unas veces, y hasta destruido en aras de un pretendido funcionalismo que luce unos auténticos esperpentos sobre los solares «rescatados» de la bárbara demolición.

Fue más o menos en esta época cuando nuestro benemérito arqueólogo recaló en Villacé y contactó con el entonces alcalde, Marcelo Santos, el secretario, Luis Marín, que junto al párroco-arcipreste, don Pantaleón Miñambres Malagón y el señor maestro, don Andrés Delgado, hicieron un exhaustivo recuento de los valiosos tesoros con que contaba la iglesia parroquial.

Dice Gómez Moreno en su Catálogo Monumental, que publicó años más tarde, en 1925, que le sorprendió, entre otras pinturas, una del siglo XV, bien conservada en la que se representa la degollación del Bautista, en la que destaca Herodías con hermosa cabeza y traje de brocado rojo, y el santo, arrodillado bajo un verdugo con la espada en alto...

Entre las esculturas y tallas en general, pone el arqueólogo de relieve un San Juan Bautista, de tamaño natural, muy exagerado y expresivo, así como una Inmaculada, pequeña, bonita, en su retablo, que data de 1657. Una cruz de ébano y chapas de marfil grabadas, con cristo, San Felipe y retrato de Santa Juana de la Cruz, del siglo XVII. Y llama su atención la cajonera de la sacristía, con decoración encima de pilastras jónicas llenas de trofeos y otros caprichos, fechada en 1580.

Muchos son los detalles que dejó escritos el autor del Catálogo sobre la iglesia de Villacé, que para nosotros sería difícil reseñar en un solo artículo. Pero citaremos, entre la platería, la Cruz parroquial, de ruda labor gótica, con figurillas de corte flamenco, que tuvieron sus doseletes y chapas grabadas con otras figuras, cuyo esmalte ha desaparecido. Entre los bordados sobresale una casulla de terciopelo rojo con cenefa de oro matizado, representando medallas con santos sentados sobre fondos de paisaje, muy bien conservada, del siglo XVI.

La demanda del pueblo y autoridades competentes logró sensibilizar a la Dirección General de Patrimonio y Bienes Culturales, para que en Resolución de 10 de mayo de 2005, incoase procedimiento para la iglesia parroquial de Villacé como Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento.

Tres años y cuatro meses después, el 11 de septiembre de 2008, el presidente de la junta de Castilla y León, Juan Vicente Herrera, firmaba el acuerdo 95/2008, «por el que se declara la iglesia parroquial de Villacé, en el municipio de Villamañán Bien de Interés Cultural con categoría de Monumento». Y en ese reconocimiento se incluye el conjunto de 46 bienes muebles reseñados con códigos «inmueble/obra», desconocidos por el común de vecinos y de este cronista. También se ha señalado una zona de protección del entorno que afecta a 9 manzanas y 19 parcelas.

Los vecinos de Villacé, se preguntan ¿hasta cuando seguiremos viendo el deterioro de nuestra Iglesia-Monumento?.

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