Diario de León

más que letras

Encuentro poético en Priego

Desciende entre pinares la quietud de la tarde En él fluyen los cielos y se desvela, como un tapiz, su música Suspendido en la imagen que reflejan las aguas, el universo sacia la sed que no conoce límites. En mi sangre penetran como luces dormidas los aromas, moradas donde mi cuerpo habita, oculto, en sus remansos.                                                                    Desnudos paraísos de frío sus paisajes de nieve, donde aún la pureza fuera de mí, herida por la infancia, florece en la memoria como un dios extinguiéndose.  (Diego Jesús Jiménez, Itinerario para náufragos)

Ángel Luis Luján, Janés, Baena, Társila y Juanjo Lanz-Priego.

Ángel Luis Luján, Janés, Baena, Társila y Juanjo Lanz-Priego.

Publicado por
Manuel Cuenya
León

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La localidad de Priego, en Cuenca, ofrece cada año un curso de verano que, bajo el título Leer y entender la poesía , acoge a los mejores poetas y críticos literarios del panorama nacional. Una ocasión única para acercarse a esta monumental población, no exenta de encantos, impregnada del espíritu siempre vivo del poeta Diego Jesús Jiménez.

No en vano, este curso se celebra, a principios de julio, en el Centro Diego Jesús Jiménez. El organizador del acto es la Universidad de Castilla-La Mancha, a través del Vicerrectorado de Cultura y Extensión Universitaria, con el poeta y profesor Ángel Luis Luján como uno de los artífices. Gracias, Ángel Luis, por estar ahí.

Si el pasado año resultó una experiencia inolvidable, este se perfila breve pero de gran interés. Se celebrará del 9 al 11 de julio. Y estará dedicado a la figura del poeta, flamencólogo y crítico Félix Grande.

Mientras, uno espera repetir, como asistente nomás, la aventura poética en Priego. Bueno, eso nunca se sabe porque la vida se rebela por instantes absurda y no hay quien a darle forma y contenido. Tendemos a racionalizar la realidad, la vida, y a menudo nos puede lo irracional, lo kafkiano, el sueño de la sinrazón que no se harta de producir monstruos. 

Pero seamos optimistas y no nos dejemos llevar por un análisis tremendista. Priego, decía, me encantó el pasado año, que estuvo dedicado a la llamada generación del 68. Por el momento sigo saboreando aquellos días de poesía y amistad, sonrisas y afectos entrelazados en una belleza que se me hace maravillosa, porque la belleza es acaso una de las pocas protestas que merecen la pena en este mundo des-razonado, en el que tanta gente pasa hambre y sufre guerras y catástrofes varias. Qué lástima. Con lo bonita que podría, también, llegar a ser la vida. La poesía como vida, la vida impregnada de poesía. La belleza de unos versos que se hacen carne y espíritu. La amistad que se teje entre unos seres humanos dispuestos a divertirse, disfrutar, sentir la vida, el mundo, como tiernos infantes —en este caso no difuntos—, con la inocencia salvaje y prístina, con la mirada infantil de quien se asombrara de lo que ve y escucha, toca y saborea.  Priego me supo a gloria. Priego me encantó como escenario de sosiego y paz, y aun como espacio de ataraxia y huerto epicúreo donde los seres humanos se reúnen en torno al amor sagrado de unas palabras incandescentes: el brasero dulce y amable de las palabras que renacen de sus cenizas, que vuelven a tomar vuelo y consistencia, que retoman nuevo significado tras su significante revulsivo: la creación (reconstrucción) de un nuevo mundo a través de la palabra aún no gastada ni malgastada. La palabra como sanación. Los versos balsámicos, que invitan a la recreación y nos hacen creer en el mundo. 

Priego me tocó la fibra, me alimentó con sus versos y sus gentes. Y sentí con intensidad y cariño a mis compañeros y compañeras de viaje: el viaje al interior de la belleza. El viaje a las esencias. Me entusiasmó conocer al poeta Pablo García Baena, con su vitalidad y su entereza, su porte elegante y su saber. Me gustó la presencia tranquila de la poeta y traductora Clara Janés y sus vivencias por el ancho mundo. Me alegró volver a ver —después de que estuviera en Tardes de Autor en Bembibre—, al todoterreno de las letras, Luis Alberto de Cuenca, con sus versos cercanos, cual si fueran de uno mismo, como aquello que dice: «Todo en la vida / se reduce a dos cosas: / sexo y comida», o lo que se me antoja similar: la vida se resume a Eros y Tánatos, deseo y muerte, algo bien psicoanalítico, freudiano, que comparto y siento. 

Por allí pasaron también el poeta barroco andaluz y Premio Nacional de la Crítica, Antonio Carvajal —a quien la profesora Anabel Torres le rindió homenaje con su ponencia—, el maestro de la luz, el sublime Antonio Colinas, que me dedicó uno de sus libritos, Catorce retratos de mujer. Gracias, querido Antonio, por tus palabras cargadas de lírica y vida. Y gracias miles a todos esos amigos y amigas que me hicieron vivir momentos tan agradables, en su amor y compañía: Olga (inolvidable), Adriana (una revelación), Idoia Arbillaga (un gusto volver a verla), Pilar Blanco (cercana), María (un encanto), Marisa (pintora aficionada a la poesía que hizo un cuadro, el cual me recordó el puente de Arles, de Van Gogh), Anabel Torres (con quien me hubiera gustado platicar más), Eva/Patty Ice (agradable), Társila (madre e hija, y a su vez viuda e hija del gran poeta Diego Jesús Jiménez), César Gavela (que nos deleitó con su ingenio, humor y versículos dedicados a los poetas nádicos), Miguel Curiel (que nos cantó a la luz de la luna, con su guitarra y su voz lírica en la Plaza Mayor de Priego), Miguel Mula (siempre entrañable), Ángel Luis Luján (hospitalario), Rafa Escobar Sánchez (que me dedicó su libro de poemas, cuyo título me pareció transgresor; qué pena que tuviera que salir pitando al saber de la agonía de su primo), Tomás Néstor (que nos leyó algunos poemas, con su voz siempre poderosa), José Enrique Martínez (que disertó sobre la poesía de Antonio Colinas), Fernando Nombela (que resultó seductor y simpatiquísimo), María José, Marga, Amparo, Juanjo Lanz...

Siento no acordarme de todos y de todas. Y lástima que no pudiéramos ver/escuchar a Pere Gimferrer, él que tanto sabe de cine y literatura aunque su poesía me siga latiendo hermética, como algunos poemas de su Rapsodia.

Cabe recordar que el profesor Tomás Néstor Martínez acaba de publicar un libro —premiado con el Gerardo Diego de Investigación Literaria 2011—, y dedicado a la figura y poesía de Diego Jesús Jiménez.

Nos vemos en Priego.

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