Diario de León

agua de colonia álvarez gómez

La fragancia con alma leonesa

Corría el año 1899 cuando tres primos hermanos de Babia y Villablino se trasladaron a Madrid para emprender un negocio de perfumería. No se imaginaban entonces que la colonia Álvarez Gómez se convertiría en un producto indispensable en la posguerra española y que llegaría a cumplir cien años

Fachada de la perfumería Álvarez Gómez en la madrileña calle Serrano.

Fachada de la perfumería Álvarez Gómez en la madrileña calle Serrano.

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Nació de la creatividad de tres babianos y de los valles de León pasó a convertirse en un producto elemental para reyes, príncipes toreros, artistas o cantantes. Es la colonia Álvarez Gómez, todo un clásico que lleva un siglo perfumando España y que ahora se viste de gala para celebrar tan importante cumpleaños.

Su historia, «atemporal, sin edad ni sexo», comenzó en 1899, cuando tres primos hermanos procedentes de Laciana y Babia decidieron fundar la sociedad H. Álvarez Gómez S.A. de comercio detallista de perfumería en el centro de Madrid. Quisieron dejar reflejados sus orígenes en esta nueva andadura y eligieron un león como identidad para una marca que ubicaron en el barrio más céntrico de la capital. Así quedaría patente el lugar en el que nacieron y se criaron.

Los protagonistas de esta historia fueron Herminio Álvarez Gómez, Emilio Vuelta Gómez y Belarmino Gómez, tres primos que crearon el agua de colonia concentrada Álvarez Gómez e hicieron de ella un producto fundamental en plena Guerra Civil. Desde entonces, mucho se ha oído hablar de ella y sigue en las estanterías de las perfumerías de media España.

De los valles de Babia se trasladaron a Madrid en 1899. En la capital se hicieron emprendedores con un negocio en el que tampoco han faltado los problemas. «En estos cien años hemos superado muchas adversidades, escasez de recursos tanto de materiales como económicos y cambios de distribución», afirma Rafael Rodríguez, director general y consejero delegado de la marca. «Hemos sobrevivido también a los empujes de la moda y resistido a la competencia feroz de potentes multinacionales», añade Rodríguez representa la tercera generación de este negocio familiar en el que ya se han introducido otros miembros de la familia, sumando ya cuatro generaciones. «Gracias a esta convivencia se ha dado un intercambio que ha sumado experiencias al oficio tradicional», señalan desde la empresa.

Él es sobrino nieto de Emilio Vuelta y, aunque no nació en León, recuerda disfrutar muchos veranos de su infancia en la provincia. «Hasta los 14 años solía pasar unos días en verano en el pueblo de Orallo, donde también nació mi padre», explica. De allí recuerda «las magníficas excursiones por las brañas y por el Cabril de Orallo, la empanada hecha en casa que llevábamos de merienda o las canciones que canturreaba mi padre». Pero también siguen en su memoria los juegos a la entrada de las minas de carbón mientras entraban y salían los mineros al toque de ‘la berrona’, las vivencias entre los animales de la casa como los ‘gochos’ y el ‘sagrao’ de la iglesia y hacer ramos de grichándanas para regalar a las chicas. «Le tengo un cariño especial a todo aquello porque es parte de mis orígenes», explica.

Ahora es él quien lleva las riendas de esta empresa a la que también afecta la crisis. «Nos influye negativamente, como a todos, pero estamos consiguiendo mantener un nivel de facturación aceptable gracias a la exportación, pero a base de mayores costes», asegura.

Cumplir cien años no ha sido un camino de rosas para un producto que ha ‘vivido’ buena parte de la historia española. El año 1905 marcaría un hito en este recorrido. Fue entonces cuando se trasladaron a la calle Sevilla, junto a la Puerta del Sol, allí se abrió el primer establecimiento de esta casa de perfumes, donde se elaboraban y vendían preparados cosméticos, elixires y productos de perfumería a granel bajo la marca propia Álvarez Gómez. Hasta allí se acercaban por aquel entonces miembros de casas reales, nobles, políticos, artistas, toreros y gente de a pie para hacerse con productos que escaseaban.

En este sótano de la calle Sevilla, se alcanzaron registros de ventas de 30.000 frascos pocos días antes de que estallara la Guerra Civil, unas cifras que se plasmaron en un cuaderno manuscrito que aún conserva la familia, al igual que otros muchos recuerdos como imágenes antiguas o distintos artilugios de otra época, como los envasadores que servían para rellenar a granel los frascos de colonia, tal y como comenzó a venderse hace cien años.

¿El secreto de su éxito? La escasez de productos de aseo personal escaseaban en los años de Posguerra y se fomentaba el uso de aguas de colonia aromatizadas para evitar el contagio de enfermedades e infecciones.

Álvarez Gómez comenzó entonces a crecer muy deprisa. En ese negocio de la calle Sevilla se llenaban los frascos que el cliente traía de su propia casa. Era la venta a granel de los años 40.

Desde entonces hasta ahora, sesenta años más tarde, este producto con alma leonesa ha seguido reclutando seguidores. Rafael Rodríguez tiene claro el motivo. «Nuestro éxito reside en nuestro propio producto. Es un agua de colonia de gran calidad, noble y con una mezcla de componentes única que la hace original y distinta», explica.

Su esencia, compuesta a base de limón de Levante, lavanda mediterránea, eucalipto, espliego, romero y bergamota, entre otros aceites esenciales, alcanzó el éxito y, de alguna manera, se ha quedado perenne en la memoria de muchos nostálgicos.

Llegó a convertirse en una producto de lujo asequible por su relación calidad-precio y abandonó la exclusiva de las estanterías de la casa para venderse en otras perfumerías con el paso de los años. Hasta hoy.

Su larga trayectoria ha servido a Álvarez Gómez para ampliar mercado y lanzar nuevos productos con el mismo sello de la casa, que ahora trabaja a pleno rendimiento en su fábrica madrileña de Tres Cantos. Geles, jabones, emulsiones, desodorantes, sales de baño, una colonia para niños, una gama de balnerario y una línea de productos para el cuidado del hombre.

Porque los tiempos han cambiado y Álvarez Gómez asegura que uno de sus retos durante todos estos años ha sido adaptarse a las nuevas demandas. Con ese mismo objetivo, la colonia con alma leonesa decidió traspasar fronteras y ahora tiene presencia en Estados Unidos, Japón, Reino Unido, Italia o los Emiratos Árabes.

Todavía guardan «muchos planes e ideas en el cajón», según cuenta Rafael Rodríguez, para una marca «a la que todavía le queda mucho recorrido por delante». Quien sabe si otros cien años.

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