Diario de León

Crisis por el coronavirus

Dos años con mascarilla: ¿su hasta luego en los interiores?

Atención a la letra pequeña del decreto que aprueba hoy el Consejo de Ministros

La ministra Carolina Darias, ayer en la reunión de la ejecutiva del PSOE. EMILIO NARANJO

La ministra Carolina Darias, ayer en la reunión de la ejecutiva del PSOE. EMILIO NARANJO

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EFE

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Empezaron siendo obligatorias solo en el transporte público y ahora será uno de los pocos lugares en los que permanezcan: las mascarillas, escudo visible contra la covid y objeto, o uno de ellos, de la discordia en la pandemia, están a punto de desaparecer de la mayoría de los interiores.

Hoy, el Consejo de Ministros aprobará un real decreto que eliminará, a partir del miércoles, la imposición del cubrebocas en espacios cerrados, salvo centros, servicios y establecimientos sanitarios, incluidas farmacias, y transporte público.

En los trabajos, decidirán las empresas sobre si usar o no la mascarilla. Fuera de eso, las autoridades sanitarias establecerán una serie de usos recomendados que no formarán parte del decreto, tal y como avanzó hace unas semanas la ministra de Sanidad, Carolina Darias.

Quirúrgicas, higiénicas, FFP1, FFP2 y FPP3, desechables o reutilizables, lavables, lisas, estampadas, bordadas e incluso compostables... Las mascarillas llevan dos años instaladas en nuestras vidas y en el epicentro del debate.

Debate que empezó al principio: la escasez mundial en los albures de la pandemia empujaron a Sanidad a descartar su obligatoriedad y solo recomendarlas en contados casos para personas enfermas, con síntomas o sospechosas de estar contagiadas. «No es necesario entre población sana», repetía el doctor Fernando Simón en marzo de 2020 en sus apariciones diarias en rueda de prensa.

De recomendables...

De «altamente recomendables» en la vía pública y necesarias cuando no se pudiera guardar dos metros de distancia, pasaron a ser obligatorias el 21 de mayo en «la vía pública, en espacios al aire libre y en cualquier espacio cerrado de uso público o abierto al público, siempre que no sea posible mantener una distancia de seguridad interpersonal de al menos dos metros», rezaba el BOE.

Mientras, España seguía avanzando hacia la nueva normalidad en la desenfrenada carrera por la desescalada; pero la apertura trajo inevitablemente los primeros brotes, y el temor de las comunidades a una nueva ola en plena campaña estival las llevó a ir endureciendo la normativa, pero no todas de la misma forma. Así es como el verano de 2020 no será recordado igual por quienes tenían que ponerse la mascarilla en la playa, hasta la misma orilla, de los que no lo tenían que hacer, en función de donde estuvieran.

La segunda ola que se extendió hasta el otoño acabó homogeneizando el uso del cubrebocas en interiores y exteriores, independientemente de la distancia, aunque seguía vigente la orden de mayo.

El nuevo cambio normativo llegó en marzo de 2021, cuando la población volvía a coger aire tras la violenta ola de las Navidades. Por eso pilló por sorpresa que, con los contagios en caída libre, la mascarilla se hiciera obligatoria en exteriores, incluso cuando se pudiera respetar la distancia interpersonal.

«En la vía pública, en espacios al aire libre y en cualquier espacio cerrado de uso público o que se encuentre abierto al público» es como quedó redactada finalmente la norma, que dio pie a una cascada de interpretaciones distintas por parte de las comunidades.

Unas dejaron de exigirla en playas y espacios naturales para quienes iban solos o con convivientes pero obligaban su uso en las reuniones sociales en esos lugares, como fue Baleares; otras como Andalucía repitieron la fórmula del verano anterior, de modo que había que ponérsela por la orilla pero no para estar en la sombrilla en grupos inferiores a 6 personas.

Hasta que el 24 de junio un Consejo de Ministros extraordinario levantó la obligación si había distancia.

Seis meses duró: ómicron dio pie al Gobierno central y a los autonómicos, previo acuerdo de la Conferencia de Presidentes, a devolver la obligatoriedad de mascarillas al aire libre el 23 de diciembre, y ello pese a que la comunidad científica rechazó de plano la eficacia de esta medida para contener la virulencia contagiosa de la nueva variante.

El texto fue convalidado un mes después en el Congreso; se avivaba otra vez la polémica, pues a las reticencias sobre una medida cosmética se unió el hecho de que se incluyera en el decreto que actualizaba la denominada «paguilla» a los pensionistas.

Todo ello para que, ni una semana después, el Consejo Interterritorial alumbrara un nuevo acuerdo por el que, a partir del 9 de febrero, ya no había que ponerse más la mascarilla en exteriores salvo en eventos multitudinarios en los que se esté de pie o cuando no haya distancia de seguridad si se estaba sentado.

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