Diario de León

Traductora, intérprete y militante

El exilio olvidado de Teresa Azcárate

A Teresa Azcárate Diz, de la estirpe leonesa ligada a la Institución Libre de Enseñanza, la Guerra Civil le impidió seguir estudios universitarios y le abocó a una vida trepidante en el exilio como traductora, intérprete y militante comunista.

Teresa Azcárate Diz conversa en Milán con Pablo Neruda. ARCHIVO DEL LAVORO SINDICATO CGIL

Teresa Azcárate Diz conversa en Milán con Pablo Neruda. ARCHIVO DEL LAVORO SINDICATO CGIL

León

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Teresa Azcárate Diz salió de España en el verano de 1939 como supuesta esposa del cónsul británico en un coche diplomático. Después de aquel invierno en el que miles de personas, se calcula que medio millón, abandonaron el país rumbo a Francia, no era irse.

Sobre Teresa pesaba una orden de detención de la policía. Estaba atrapada en su propio país, donde el franquismo se abría paso a golpe de represión hacia los vencidos. El libro Mujeres en el Exilio Republicano de 1939 (Homenaje a Josefina Cuesta) , que se presenta hoy en el Instituto Cervantes (1900 horas presencial y online ) bajo la dirección de Ángeles Egido, Matilde Eiroa, Encarnación Lemus y la escritora leonesa Marifé Santiago, tiene un pequeño recuerdo para Teresa Azcárate Diz y Delfina Azcárate Diz, primas por parte de padre y madre, como traductoras en México.

Necesidad obliga

«Empecé de traductora en México... Yo tenía que dar dinero en casa, mi padre no tenía trabajo»

El capítulo que aborda Gema Duarte—Abós apunta que una sesentena de mujeres exiliadas sobrevivieron gracias al oficio de traductoras. En México, además de las Azcárate, se dedicaron a esta tarea a otras mujeres como Concha Albornoz, Blanca Chacel, Ernestina de Champourcin, María Luisa Díez-Canedo, Inés Fernández del Real, Elena Fernández Mel, Encarnación (Fuyola) Miret, Anna Murià, Margarita Nelken, Isabel Oyarzabal, Nuria Parés y Márgara Villegas.

Teresa y Delfina Azcárate Diz en Alaucín, Granada. ARCHIVO FAMILIAR

Teresa y Delfina Azcárate Diz en Alaucín, Granada. ARCHIVO FAMILIAR

La traducción se consideraba oficio de mujeres y no estaba bien pagado. Fue un medio de subsistencia para ellas y para sus familias y una oportunidad de promoción profesional. En el congreso celebrado en 2019 en Madrid, de cuyas actas sale el libro que hoy se presenta, dedicado a la añorada Josefina Cuesta (1947-2021), se recogen estas palabras de la catedrática de Historia Contemporánea de la Usal sobre el olvidado éxoso femenino republicano: «Algunas de estas mujeres habían tenido cargos públicos o habían desempeñado profesiones variadas relacionadas con el magisterio, la sanidad, la política, el periodismo, la literatura o la ciencia, pero la inmensa mayoría estaba integrada por mujeres sencillas, sin notoriedad pública, ocupadas en tareas de la vida cotidiana». Todas fueron olvidadas.

Las Azcárate, pese a la gran proyección de los miembros masculinos de la familia, tampoco se han librado de la desmemoria. Teresa Azcárate Diz (1918-2006) desempeñó una labor decisiva que desempeñó en diversos frentes.

Ficha de emigración de Teresa Azcárate Diz. ARCHIVO FAMILIAR

Ficha de emigración de Teresa Azcárate Diz. ARCHIVO FAMILIAR

Hija de Patricio Azcárate Flórez y Mari Cruz Diz Flórez, era miembro de «una familia de burguesía progresista», ligada a la Institución Libre de Enseñanza, «entroncada con lo más abierto y liberal de este país», contaba ella recordando sus orígenes asturianos y vascos hasta que se afincaron en León «donde crearon escuelas (con la Fundación Sierra-Pambley) y la biblioteca Azcárate, e hicieron una labor cultural y social que fue muy importante en aquel período....».

Teresa estaba en Ginebra cuando se produjo el golpe de Estado y estalló la guerra. Pasaba las vacaciones en casa de su tío Pablo Azcárate, que trabajaba en la Sociedad de Naciones, en compañía de su primo Manolo. No había cumplido los 18 años y acababa de terminar el bachillerato en el Instituto Escuela. Enseguida regresa a España como enfermera en el hospital alicantino de Onteniente, donde atendían a los brigadistas internacionales y a soldados republicanos españoles. Coincidió con las «mamás belgas», mujeres judías refugiadas en Bélgica que procedían de Polonia, Rumanía Hungría y parte de lo que hoy es Ucrania.

Luego se trasladó a Madrid. Había empezado a militar en las Juventudes Socialistas Unificadas y se dedicaba a dar cursillos a los jóvenes. «Sabía poco, pero más que otros», confesó en una entrevista en la que recuerda la última Navidad sola en Madrid, con la familia desplazada ya a Barcelona.

Cuando el coronel Segismundo Casado da el golpe militar contra el Gobierno republicano del socialista Juan Negrín, el 5 de marzo de 1939, Teresa Azcárate es encarcelada. La guerra termina el 1 de abril con la conocida locución radiofónica de Franco: «Vencido y desarmado el ejército rojo...» desde Burgos. La joven Teresa vive escondida en Madrid y Valencia hasta que en julio, gracias a las influencias de su tío Pablo, embajador en Londres durante la guerra, consigue llegar a Francia de manera rocambolesca y reunirse con la familia. En febrero de 1940 embarcaron en el transatlántico francés De Grasse, en el puerto de Le Havre rumbo a Nueva York. El último día del mes llegaron a México D.F. tras tres largos días en tren.

«En México, empecé a trabajar de traductora en una editorial, con un profesor de derecho, Recasens,... Luego me cogieron en el periódico Novedades para traducir por la noche, no sabía nada de deportes, por ejemplo, pero ganaba bien. Yo tenía que dar el dinero en casa, mi padre no tenía trabajo,... También empecé a trabajar en serio para el PCE». Estaba orgullosa: «Aunque una parte de la dirección era de lo más cerrada, poco inteligente y bastante incapaz, se daba también el otro extremo, tanto en la dirección como en las bases: gente buenísima, brillante, estupenda.»

En 1942 el partido le encarga ir a Nueva York para trabajar en el aparato clandestino que tenía el contacto con España. Estados Unidos había invadido Pearl Harbour y todos los hombres sin papeles eran enviados al ejército. «Había que enviar a mujeres, no les pasaba nada». En Estados Unidos entra en contacto con Eugene Denis, secretario del partido comunista de América. Envía a activistas a España, introduce propaganda y prensa clandestina en barcos con destino a su país.

El FBI la ficha y su estancia en Estados Unidos empieza a ser peligrosa. En 1945 se embarca como polizón en un barco rumbo a Francia. Salió como entró: disfrazada de chico entre marinos de la tripulación.

En París trabajó para el partido y encuentra trabajo como intérprete en la Unesco y después para Naciones Unidas en Ginebra, como relata su hija en la semblanza. «Compaginó su trabajo como intérprete con la responsabilidad de ser enlace del partido en las «fuerzas de la cultura»», apunta Teresa García Azcárate.

«Era una mujer llena de vitalidad, de actividad, de inteligencia, era una mujer extraordinaria», comentó Mª Luisa Suárez Roldán, abogada comunista fundadora en España de los despachos laboralistas, al hablar de Teresa Azcárate como organizadora en la Conferencia de los Países de Europa Occidental por la amnistía de presos españoles que se celebró en París en 1961.

Amiga personal de Julián Grimau y nuevamente gracias a su dominio de los idiomas, tuvo un papel decisivo en la campaña internacional que se organiza en 1963 por la ejecución de este dirigente comunista. «Teresa se convirtió en la voz de Angelita Grimau», decía un conmovido Santiago Carrillo. Teresa Azcárate fue organizadora de las grandes exposiciones de españoles en Milán y Bolonia en 1972, donde conoce a Pablo Neruda.

En París vivió hasta la muerte de Franco. Allí nacieron sus hijas Ana y Teresa y su hijo Tomás, fruto de su unión con Tomás García García (Juan Gómez en el Mundo Obrero ), responsable de la Comisión Económica del PCE, con quien no se llegó a casar hasta los años 80. Dejó el Partido Comunista cuando supo del reingreso de Líster, «y eso que Llamazares me parece muy bien».

Cayetano López escribió a su muerte en El País : «Nació en el primer cuarto del siglo XX pero, por su decidida reivindicación de libertad y autonomía, fue más una mujer del siglo XXI, siempre por delante de su tiempo».

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