Diario de León

JOSÉ NIETO BARROSO jefe del Centro de Inteligencia y Análisis de Riesgos UCRIF Central

«Hay esclavos que creen que no son víctimas»

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cristina fanjul | león

El jefe del Centro de Inteligencia y Análisis de Riesgos UCRIF (Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales), José Nieto Barroso, viajó ayer a León para participar en las jornadas Mujeres inmigrantes y violencia organizadas por Isadora Duncan. En su intervención, explicó la lucha policial contra la trata de personas con fines de explotación sexual, un combate que, aseguró, «hay que creerse».

—El mundo de la trata de personas es tan amplio como las posibilidades de esclavizar. ¿En cuáles se centra la lucha policial?

—Hay trata con fines de explotación sexual, laboral, delincuencial, mendicidad, de tráfico de órganos...

—¿Hay un mercado de tráfico de órganos en España?

—No. El tráfico de órganos en España es cero y eso se debe a que los protocolos de trasplantes son ejemplares, con lo que cualquier parte del proceso resultaría imposible. Hace años hubo un intento en Valencia, pero el sistema nacional de salud lo detectó y fracasó.

—¿Cómo comienza a perseguirse la trata en España?

—Hay que recordar que hasta el año 2010 en España no estaba regulada la trata en el Código Penal. Lo que se perseguía era la inmigración irregular y, como agravante, que su fin fuera la explotación sexual. Sin embargo, ese año se introduce a causa de una Directiva europea que obliga a trasponer el Protocolo de Palermo en nuestro Código Penal.

—¿Qué es el Protocolo de Palermo?

—Se firma en el año 2000 y es un corpus legal para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, que complementa la convención de las Naciones Unidas contra la delincuencia organizada transnacional. A partir de ese momento comenzará a perseguirse y castigarse la trata con fines de explotación laboral y de tráfico de órganos.

—Tengo entendido que, además, se incluyeron delitos que antes no constaban como tal

—Sí, en efecto. Una de las consecuencias del Protocolo de Palermo fue que a partir de entonces comenzó a perseguirse no sólo al explotador sino al captador, al que transporta o al que aloja, independientemente de que la víctima sea finalmente explotada.

—¿Cuál es la función del Centro de Inteligencia y análisis de riesgos?

—Somos el punto de referencia de España para el resto del mundo y cada grupo trabaja con una nacionalidad.

—¿Cuál es el país más caliente en lo que se refiere a trata de personas?

—Ahora mismo, Rumania. Sobre todo porque implica un peligro importante: son ciudadanos comunitarios.

—¿Qué puede decirme de la explotación laboral? ¿Es fácil de detectar?

—No. En absoluto. Es muy difícil acabar con este tipo de trata porque resulta complicado demostrar la explotación laboral debido al sistema actual y a la crisis económica.

—¿En qué sentido?

—Pues porque no sólo tiene que haber un exceso de horario de trabajo, sino que hay que demostrar que se incumplen las condiciones de seguridad y debe estar claro que se rebaja la dignidad del trabajador como persona.

—¿Qué labores son más propicias?

—Se da sobre todo con ciudadanos del Este que vienen a desempeñar actividades agrícolas y a asiáticos en talleres textiles.

—Y ¿cuáles son las comunidades en las que más se explota?

—En Andalucía y en Castilla-La Mancha.

—¿Hay alguna razón?

—Pues sí. La explotación laboral se da en grandes fincas que los propietarios subarriendan a capataces a cambio de un precio determinado. Estos intermediarios contratan a gente de su país para que les saque la cosecha adelante y pagan lo que quieren a los trabajadores que, además, viajan de un lugar a otro de manera continua. Por lo general, el dueño de la finca no se quiere, o no se quiere enterar.

—Y los explotados no denuncian?

—¿Por qué iban a hacerlo? Ellos saben que es eso o nada. Tienen garantizada la comida y si ganan 25 euros, son 25 euros que mandan a su familia. Si denuncian, pierden el trabajo. No se consideran víctimas.

—Otra de las redes es la que explota personas para la mendicidad

—En este caso podemos considerarlo como trata para delinquir y laboral. Fue en 2015 cuando se introdujeron en el Código Penal estas dos últimas formas de trata. En el caso de los extranjeros que son explotados para delinquir, el proceso es traer a chicos jóvenes a quienes se obliga a conseguir una cantidad de dinero determinada al día. Pueden hacerlo a través del robo o mediante la mendicidad. Por eso, hay que subrayar que, lejos de ayudar, cuando das una limosna a esta gente, lo que estás haciendo es favorecer a las redes que les esclavizan.

—Últimamente se habla de los matrimonios serviles.

—Sí. Se trata de uno de los últimos tipos de explotación, Supone comprar a una mujer con la que te casas para tenerla de esclava, pero en España, de momento, tampoco existe.

—En cuanto a la trata de personas con fines de explotación sexual. Me interesa el tema de los menores. ¿Cuáles son los controles en la frontera para protegerles?

—Hay un protocolo de ADN para saber si los niños son hijos de las personas con las que llegan. El año pasado, por ejemplo, detectamos a 25 menores víctimas de explotación sexual. Los hijos de estas mujeres tienen los mismos derechos que las víctimas de trata.

—Entonces ¿Por qué terminan siendo tratadas y extorsionadas con sus hijos?

—Cuando estas mujeres llegan a España —estamos hablando de subsaharianas en su mayoría— se las envía a centros de acogida de oenegés. El problema es que las redes tienen gente en todos los lugares y cuando llega la patera hacen seguimiento para saber a qué lugar las llevan. Ellas esperan en estos centros tres o cuatro días. Después de eso, llega un coche y desaparecen.

—Me interesa saber su opinión sobre la prostitución.

—Es una actividad que no está en el Código Penal y la policía no lo persigue.

—Ya, pero ¿no es cierto que muchas veces la prostitución es una cobertura para la trata y la explotación?

—Sí, pero es difícil demostrar que no es voluntario porque ellas no lo reconocen por vergüenza. Tienes que demostrarle a la víctima, con hechos, que lo es y que sus tratantes no son sus benefactores. Les cuesta reconocer que está mal que tengan que devolver con su cuerpo esa pretendida deuda contraída con el explotador. Deben darse cuenta de que están encadenadas porque muchas esclavas no se consideran víctimas.

—¿Por qué no se cierran esas cárceles llamadas clubs?

—Los abren como hoteles. Son un tipo de establecimiento único en el mundo. El problema es que me toca a mí demostrar que las mujeres que viven allí no son libres. ¿Sabe el daño que han hecho series como Sin tetas no hay paraíso en la que parece que por cuatro servicios puedes ganar seis mil euros, con coches de lujo y hombres guapos? Les aseguran que ganarán dinero, que encontrarán al hombre de su vida... Son mujeres muy jóvenes y con un nivel cultural muy justo, que llegan de convivir con la miseria. Sufren síndromes de Estocolmo y se preguntan ¿cómo voy yo a ser una víctima?

—¿Se acabara con ello algún día?

—Si no lo creyera, no seguiría en esto, pero para ponerle fin hay que darle visibilidad al delito. El 80% de los hombres creen que las mujeres que están en los clubs o en la calle quieren estar ahí. Les escucho muchas veces que esas mujeres no quieren trabajar y hacen eso porque es dinero es fácil... ¿Fácil? ¿Cómo puede decir alguien algo así? Yo siempre digo que, en todo caso, es rápido.

—¿Hay cifras?

—El 90% de las mujeres que están en este mundo son víctimas de trata. Hay algo que trato de repetir a los hombres que consumen prostitución: «Si quieres consumir, consume, pero que sepas que gracias a gente como tú hay mujeres que viven esclavizadas. Con ese dinero que les das, las encadenas más». La policía identificó en 2015 a 14.000 mujeres que ejercían la prostitución. A esas 14.000 las denominamos víctimas potenciales porque ejercen en lugares de riesgo. Pensamos que esta cifra es la punta del iceberg, apenas un tercio del número real.

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