Diario de León

Julio Ferreras | Profesor, músico y escritor

«Hemos perdido el canto popular, con un poder enorme de armonizar»

León

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Julio Ferreras presenta hoy su libro Música, conciencia y vida. La música, un poder de transformación interior en el que reflexiona sobre la capacidad armonizadora, entre el intelecto y el sentimiento, de un arte que cultiva desde que era niño. Entregado a la educación como catedrático de francés y como director director que fue del Conservatorio de León, Ferreras defiende una concepción holística de la enseñanza en la que la música debería tener un protagonismo del que hoy carece en los curriculos escolares.

El poeta José Luis Puerto, el musicólogo Luis González Viñuela y el músico José Luis Serrano arropan al autor esta tarde (20.00 horas) en el salón de actos de la Fundación Sierra Pambley.

—¿Por qué decidió escribir un libro dedicado a la música y a la educación?

—Soy músico y siento la música desde mi niñez. Pero sobre todo me ha llevado a escribirlo lo que la música ha significado en mi vida. Como arte es una de las experiencias más bellas y expresivas, pero además tiene la capacidad de transformar.

—Sin embargo, la música ha quedado prácticamente apartada del curriculum educativo oficial. Queda para un grupo casi selecto.

—Lo importante es que un niño tome contacto con la música. Si un niño no se adentra irá por donde le lleve la sociedad, lo que yo llamo música ligera y no la música armonizadora.

—¿Qué tipo de música es esa que usted llama armonizadora?

—Sobre todo, pero no únicamente, la música clásica. Es la música que es capaz de llenar, que sale del interior. También incluiría la música popular tiene un valor enorme para llenar los acontecimientos más importantes de la vida. Hemos perdido un pasado que es el canto popular con un enorme poder para armonizar. La armonía en la música es clave porque es lo que da unidad. Por oposición, la música del ruido es la que desarmoniza y tiene efectos negativos sobre el ser humano.

—¿Identifica esa música del ruido con algún género en concreto?

—El rock, en general, es una música desarmonizadora. Incluso vemos que esta música lleva a las drogas.

—¿Quiere decir que la que usted llama música armonizadora hace mejores personas?

—Sin duda alguna.

—¿Y qué me dice de Plácido Domingo? Por poner un ejemplo que ahora está de actualidad con el caso reconocido de acoso sexual.

—Somos seres libres. Podemos hacer de lo más sagrado un demonio. Pertenece eso al espacio interior del ser humano. Aspectos desequilibradores, como el ego, la falta de equilibrio, hacen que el arte no ejerza el cien por cien de su influencia en esas personas. Pero el caso de artistas desequilibrados o que han utilizado su arte para medrar son excepcionales. Pongamos que el arte es como un cuchillo: se puede utilizar para cortar el pan o para matar. El arte es humanizador, no puede hacer ningún daño, pero las personas pueden utilizar mal ese arte.

—¿Cómo describe esa transformación interna que ejerce el arte en las personas?

—Es una transformación interior. Todas las personas buscamos la felicidad. Personalmente soy lo que soy debido a cómo he vivido la música.

—¿Cómo empezó su relación con la música?

—Desde siempre. Empecé a vivirla con mi padre que era músico de pueblo y tocaba la batería. Luego tuve la suerte de que al llegar al seminario, en León, la música fue una asignatura clave. Y ya en la adolescencia comencé en el coro. Después, a lo largo de mi vida, estudié en los conservatorios de León, Valencia, Madrid y Barcelona y luego en Toulouse. Fue un modesto profesor y director del conservatorio de León. También asesoré a una entidad dedicada a la educación musical de niños y niñas.

—¿Qué propuestas hace usted para la educación en esta música armonizadora?

—La primera que es fundamental educar a los educadores. El niño canta casi inconscientemente. La música no puede faltar, es fundamental. Pero tendría que haber un cambio enorme que no se da en la sociedad y no lo dan los políticos que la dirigen. Defiendo una educación holística que contempla al ser humano como un ser solidario y unido a las demás personas. Existen escuelas como la Montesori que intentan orientar al ser humano en esa línea.

—¿A dónde cree que le ha llevado la música que no hubiera llegado sin ese acompañamiento?

—Tengo un temperamento bastante nervioso, a veces incluso exaltado, que me trajo malas pasadas. La música me ha dado una visión más equilibrada y sana y controlo esos nervios. Vivo más pacíficamente y más centrado en un mundo en el que predomina la justicia y la bondad.

—¿Cree que la música también ejerce efectos sobre el cuerpo, sobre la vitalidad?

—Los momentos más fértiles de la vida de los músicos siempre son al final de sus días. Creo que la música te hace sentir joven de espíritu. El cuerpo es un mandado. Si tienes un espíritu joven se notará esa juventud en tu cuerpo.

—¿Qué desea aportar con este libro quien lo lea y a la sociedad?

—Mi deseo es contribuir a que caminemos hacia una nueva humanidad libre y responsable. Hacia una educación integral y holística.

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