Diario de León

Una tradición varada en la pandemia

Lázaro, santo y seña de las pestes... y de Tortillero

El domingo tortillero es una de las fiestas populares de más arraigo en las tierras llanas leonesas. La pandemia ha congelado esta tradición, unida a la fiesta de Lázaro, patrón de las enfermedades infecciosas.

Juventud de Villalmán en una merienda de campo en los años 60. ACACIO

Juventud de Villalmán en una merienda de campo en los años 60. ACACIO

León

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El covid-19, la peste del siglo XXI, ha expulsado de la vida cotidiana el ciclo festivo anual. Por segundo año no habrá Semana Santa y, por segundo año, la tortilla habrá que correrla en casa para no tentar al virus, precisamente, en el día de su santo. San Lázaro, que se celebra siempre el domingo anterior a Ramos, mañana en este 2021, es domingo tortillero, una fiesta popular que marca el comienzo de la Pasión.

Lázaro es el quinto domingo de la Cuaresma, bien señalado por la tradición en una especie de refrán: «Ana, Badana, Rebeca, Susana, Lázaro, Ramos y en Pascuas estamos». El ripio marca el lento paso del tiempo de los días de ayuno y recuerda que, llegado el domingo de Lázaro, solo falta una semana para los días de mayor rigor para la carne y para el alma en la tradición cristiana.

San Lázaro, patrón de las enfermedades infecciosas aparece siempre en el santoral el domingo anterior a Ramos. Para el pueblo es el ‘Domingo de Tortillero’. Las gentes de las tierras llanas leonesas salían a correr la tortilla en una tarde de merienda y fiesta en el campo. Benavente y los Valles, algunos pueblos de Valladolid y Palencia comparten esta fiesta señalada y ahora añorada. «Son zonas que coinciden con los territorios de la antigua Diócesis de León», comenta el antropólogo de la Universidad de Valladolid, el leonés José Luis Alonso Ponga.

Herencia no escrita

«Son tradiciones que marcan la identidad local y forjan la creación de vínculos de edad»

Oriundo del pueblo de Alcuetas, al sur de la provincia de León, es buen conocedor, por propia experiencia vital, de la tradición del domingo tortillero. Como investigador de la religiosidad y la cultura popular descubrió que el domingo de Lázaro —que coincide con algo más de la mitad de la Cuaresma— «empieza la semana en la que los más rigoristas celebraban el gran ayuno y comían apenas frutos secos y agua, o como mucho ensalada y pescado».

Es la tradición de las xerofagias, que coincidía con la semana antes de la Semana Santa. «Lo mismo que en Carnaval se celebran grandes comilonas para empezar la Cuaresma, el domingo tortillero se celebraba la fiesta en la que la tortilla era el alimento estrella», explica. Que la gente saliera a celebrarlo al campo y a las bodegas da una idea de que esta fiesta «forma parte también de una unión y de vínculos de edad», apunta. El vínculo entre los padrinos y madrinas y sus ahijados y ahijadas se mantenía casi de por vida. «Recuerdo que mi tía, la madrina de mi hermano, vivió 97 años y hasta los 95 nos daba media docena de huevos a los dos que no éramos sus ahijados y una docena al hermano que era su ahijado», señala Ponga.

El festín estaba reservado a jóvenes y matrimonios. «Es una fiesta que tiene importancia desde la antropología cultural y la identidad local: se juntaban comiendo la tortilla, que se acompañaba con aceitunas negras con cebolla y pimentón», explica. Un plato, el de las aceitunas, que ya quedaba instaurado para el resto de la Pasión en las casas de los pueblos leoneses y al que se añadía el escabeche para completar la frugal ensalada.

«Para los niños era un rito iniciático, la primera vez que salían de las faldas de la madre», añade el antropólogo. Una fiesta que guarda relación de este modo con el control del territorio y, como otras tradiciones arraigadas, «nos han maracado como elementos incardinadores de nuestra cultura», añade. «Son tradiciones de las que no sólo no nos debemos avergonzar, sino que las tenemos que conservar», subraya. Este año no vendrá a su tierra para festejarlo... espera que el próximo, covid mediante.

La gente se juntaba en el campo, en las choperas, en las bodegas o al abrigo de una ermita de San Lázaro, como fue tradición bien arraigada en Benavente incluso con el edifico en ruinas. La Bañeza conserva la ermita de San Lázaro como recuerdo del lazareto que existió en la ciudad en la Edad Media. Tortillero era, después del invierno, la primera salida colectiva al campo. Una ocasión para reunirse con familiares y amigos y también para la iniciación en las relaciones sentimentales o incluso sexuales si se daba la ocasión. No faltaban las travesuras y andanzas de jóvenes que se divertían robando algunos huevos en los gallineros. La división sexual de las tareas se plasmaba en que, casi siempre, las que cocinaban las tortillas eran las madres o las mozas.

Si el año pasado el confinamiento hizo que la tortilla corriera en las cocinas, en lugar de las bodegas y las praderas, en forma de fotos por las redes sociales en sus más variadas combinaciones —escabeche, chorizo, pimientos pero siempre con patatas— en este segundo año de pandemia el grito de que ¡corra la tortilla1 hay que lanzarlo con prudencia.

El Ayuntamiento de Valencia de Don Juan llama a la población a disfrutar de esta fiesta con seguridad dada la situación de pandemia. El municipio coyantino tiene la tasa de contagio más elevada de la provincia a 14 días, 436,2 casos por 100.000 habitantes aunque con 0 casos en la última semana.

En Sahagún coincidía la fiesta del Domingo de Tortillero con la subasta de los pasos a las cinco de la tarde en la capilla de Jesús. Cabreros, Fresno de la Vega, La Bañeza... e incluso Astorga, promovido por el barrio de la Rectivía, y con la compañía de flauta y tamboril, han sido enclaves que han matenido la tradición hasta que el covid ‘mandó a parar’. Todas las fiestas, ferias y romerías quedaron suspendidas el año pasado y están en suspenso en este segundo año de pandemia en el que la inmunidad de rebaño aún está lejos de conseguir.

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