Diario de León

Barreras para la discapacidad y el mundo rural

La odisea de un joven con discapacidad para renovar el carné de conducir en la era digital

Óscar Brandido, joven con discapacidad física de Caboalles de Abajo, ha tenido que viajar más de 200 kilómetros para conseguir renovar el permiso de conducir nueve años después de lograrlo tras una batalla judicial.

Óscar Brandido con su madre y su amigo Manuel Sánchez Torán el lunes en León. GAITERO

Óscar Brandido con su madre y su amigo Manuel Sánchez Torán el lunes en León. GAITERO

León

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La cita previa, por internet. Las llamadas al 060. Pero los códigos de las restricciones al carné de conducir para una persona con discapacidad o por otras circunstancias hay que meterlos manualmente en la Dirección Provincial de Tráfico. Un sistema que ha convertido la renovación del permiso de conducir de Óscar Brandido en una odisea.

Llueve sobre mojado. Este hombre de 39 años, vecinos de Caboalles de Abajo , en la comarca leonesa de Laciana, aprobó el examen de conducir a la primera después de un largo contencioso con la Dirección General de Tráfico porque, debido a sus informes médicos, no le dejaban examinarse.

Ganó el pleito y en 2013 estrenó su flamante furgoneta , con el volante adaptado, freno y acelerador manual y límite de velocidad a 100 kilómetros por hora. Puso el cambio automático y ha rodado más de 40.000 kilómetros por el valle de Laciana y las ferias de artesanía del contorno, «cuando toca ir de médicos con los de casa o algún amigo lo necesita, sabe que puede puede contar conmigo», comenta Óscar.

Sobre estas líneas con su furgoneta mostrando la L que le dieron en 2013 tras obtener el permiso de conducir. JESÚS F. SALVADORES

Sobre estas líneas con su furgoneta mostrando la L que le dieron en 2013 tras obtener el permiso de conducir. JESÚS F. SALVADORES

Después de nueve años, uno menos que para las personas sin restricciones por discapacidad, tocaba renovar el carné . El 12 de junio caducaba su permiso y, con tiempo, se puso a hacer todos los trámites en una clínica acreditada para los exámenes psicotécnicos. Le consideraron apto y todo iba sobre ruedas hasta que en la clínica intentaron meter los códigos de las restricciones . «Lo itnentanron y no lo consiguieron y tampoco pudieron hablar con nadie en Tráfico», explica Óscar.

La era digital ha introducido las centralitas, números abreviados y citas previas por internet para contactar con la administración pública. En la Dirección Provincial de Tráfico no atienden por teléfono directamente. Solo a través del 060 y con cita previa.

Nada de eso le funcionó a Óscar cuando, después de pagar por la tramitación de la renovación, vio su carné parado en el limbo de la administración por la peculiaridad de que los códigos de las restricciones hay que meterlos a mano en la Dirección Provincial de Tráfico .

«Me parece una vergüenza que siendo una persona con movilidad reducida me hagan ir a León a por unos códigos que podrían saber en cualquier centro psicotécnico, ya que son los mismos que figuran en mi carné cuando lo saqué hace nueve años, después del juicio», comenta Óscar Brandido.

Por los códigos

«Es una vergüenza que siendo una persona con movilidad reducida me hagan ir a León»

Los códigos son los que indican las adaptaciones de la furgoneta para el acelerador y el freno y el límite de velocidad de 100 kilómetros por hora. Al final consiguió la cita previa por una amiga y el lunes se desplazó a León con su madre y su compañero Juan, con quien comparte voluntariado en Cruz Roja de Villablino. Después de la experiencia del juicio, que demoró cuatro años su deseo de obtener el carné de conducir, Óscar ya se veía con nuevas pegas para renovarlo a pesar de que había sido declarado en el psicotécnico. No podía entender que por unos códigos que se introducen a través de un ordenador tuviera que desplazarse a León.

Por mediación de una amistad, que se acercó personalmente a la Dirección Provincial de Tráfico de León, consiguió una cita previa para el lunes. Al no poder hablar con la administración por teléfono no supo que podría haber hecho los trámites por correo. Para entonces ya había organizado el viaje y después de tanto jaleo prefería acudir personalmente. El lunes se presentó a las 13.00 horas en la sede de Tráfico de Ordoño II. Su amigo Manuel Sánchez Torán también acudió en su apoyo.

Óscar tiene espina bífida , una enfermedad que limita mucho su movilidad y tiene que moverse habitualmente en silla de ruedas. Solo cuando no hay prisa o ajetreo usa las muletas para desplazarse de pie.

Subió con su amigo Juan y su madre por el ascensor del portal de la oficina de Tráfico y tuvo que volver a bajar. Tenía que hacerse unas fotos. También tuvo que pagar los 25 euros de la tasa, aunque había abonado al centro psicotécnico todos los gastos por la tramitación de la renovación del permiso . «Nos los han devuelto. Le extrañó que lo cobraran de nuevo allí», apunta.

Después de una hora quedó todo listo. «La funcionaria muy amable, al igual que la vigilante de la entrada que nos lo han facilitado todo. Estoy agradecido por la ayuda recibida», comenta Óscar, todavía emocionado por la odisea vivida.

Pero ni él, ni sobre todo su madre, Orfelina, se marchaban conformes sin hacer una reclamación por lo ocurrido. En la hoja que le sellaron en la misma ventanilla donde le atendieron dejó constancia de su queja por el «deficiente sistema de comunicación de la administración» con los ciudadanos, a quienes se exige que hagan trámites por internet pero, en casos como el suyo, con movilidad reducida se ven obligados a desplazarse.

Más de 110 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta y, lo peor de todo, el «disgusto y lo mal que lo ha pasado desde que el lunes (de la semana pasada) le dijeron que no podían tramitárselo en Villablino por no poder introducir los dichosos códigos.

En su reclamación solicitó que se establezca un sistema para que los centros psicotécnicos puedan introducir los códigos y no hacer distinciones con el resto de los conductores. «Hablan de la integración pero a la hora de la verdad parece que los discapacitados estamos olvidados como siempre. Que digan que no nos quieren y quedan mejor», decía enfadado con el resguardo del permiso que, físicamente, le llegará por correo «en dos meses, me han dicho».

Óscar Brandido tenía 26 años cuando se decidió a sacar el carné de conducir. Se matriculó en la autoescuela Bugatti de Ponferrada y aprobó el teórico a la primera. Ya había hecho las primeras prácticas con su vehículo adaptado, una furgoneta Mercedes Vitto, que acondicionaron en Alemania con doble tracción.

Era el verano de 2009. En septiembre, una carta de la Dirección Provincial de Tráfico le dio el disgusto. No le permitían examinarse . En noviembre, la Dirección General de Tráfico se mantuvo en la negativa.

Pero lejos de rendirse, la familia Brandido Suárez emprendieron una lucha de David contra Goliat en la que tuvieron como aliadas a la abogada Yolanda Rodríguez y la psicóloga Mercedes Carballido. «Lo pasé muy mal. Por la prepotencia y por la incomprensión. Pero tenía muy claro que si no

me daban la autorización para examinarme iría hasta Estrasburgo», afirmó a Diario de León Óscar Brandido en 2013.

El Juzgado de lo Contencioso número 1 de León vio el caso en 2012 y Óscar ganó la partida, previo varapalo al letrado de Tráfico y al servicio de Sanidad de la Junta por no salvaguardar las debidas garantías en el procedimiento. Por el juicio desfilaron testigos cualificados como el profesor de la autoescuela que consideraba apto a Óscar Brandido para examinarse y conductor, como el neurocirujano García Cosamalón que no veía impedimentos para que el joven condujera con las adaptaciones precisas.

La abogada recibió una llamada de Tráfico pidiendo disculpas después de todo. Pero a la familia Brandido Suárez le costó dinero y muchos disgustos. Si se hubieran rendido jamás habría podido conducir. «Me respetaron el aprobado del examen teórico, pero tuve que renovar los derechos de examen y me metieron otros 200 euros para el cinto», apostilla. Tiempo, dinero y dolores de cabeza que se podían haber evitado con una atención más específica. Con estos antecedentes, las pegas para renovar el permiso le han hecho rememorar los prejuicios a los que se ha visto sometido por su condición física. A lo que se suman los inconvenientes de vivir lejos de la capital. «Luego dicen que hay despoblación...»·, lamenta su amigo.

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