Diario de León

El perdón que revive un crimen clave en la caza de Girón

Conmoción en Cabrera. Una carta que apareció misteriosamente en la puerta de la iglesia de Santa Eulalia de Cabrera revive uno de los crímenes más cruentos que tuvo lugar en este pueblo cuando agonizaba la guerrilla antifranquista y pudo ser clave en la caza de Girón.

Antonio León con
su familia. ARCHIVO DE SANTIAGO MACÍAS

Antonio León con su familia. ARCHIVO DE SANTIAGO MACÍAS

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«Estas flores blancas son para el hombre y la mujer, cuyos nombres desconozco, vecinos de Santa Eulalia de Cabrera, que en los años 50 fueron torturados y asesinados a manos de mi abuelo, Benjamín Rodríguez Cañueto, y de su hermano pequeño, José Rodríguez Cañueto».

Así comienza la carta que Gema Rodríguez Ballester dejó clavada, en dos folios, sobre la puerta de la iglesia de Santa Eulalia de Cabrera en los primeros días de julio. A continuación pide perdón en nombre de su familia: «Lo siento. Siento mucho todo lo que sucedió. Siento mucho vuestro dolor», prosigue.

«Una pérdida así no se puede reparar, pero con este gesto pretendo reconocer la responsabilidad que mi linaje paterno tuvo en estos actos criminales».

Los nombres de las víctimas son Antonio León y Carmen Ballesteros, vecinos de Santa Eulalia de Cabrera, y el crimen ocurrió la madrugada del 24 de abril de 1951, en un asalto al pueblo de la guerrilla antifranquista protagonizado por tres hombres.

El crimen revive estos días en el pueblo repleto de veraneantes y saca a relucir las últimas investigaciones que se han llevado a cabo sobre ellos y su conexión con la muerte de Manuel Girón, el líder de la guerrilla que caería en un golpe definitivo a la oposición armada al franquismo tan solo una semana después, el 2 de mayo de 1951.

24 de abril de 1951
Los asesinados fueron Antonio León y Carmen Ballesteros, aunque hubo más detenidos esa noche

El régimen franquista acusó formalmente a los guerrilleros Francisco Martínez López, Quico , que lo sigue negando, y a Pedro Juan Méndez, Jalisco , de estas muertes. Un tercer nombre, el de José Rodríguez Cañueto, también vecino de Santa Eulalia, que no fue implicado oficialmente, está en boca de todos los vecinos.

Su implicación también aparece en el Expediente de información testifical para solicitar los beneficios de la dispensa escolar , que concluye que «el asesinato fue llevado a cabo por tres huidos, y sólo un testigo confesó reconocer a uno de los citados huidos: José Cañueto [sic], vecino de la localidad», un documento que dio a conocer Secundino Serrano en su libro La guerrilla antifranquista en León (1986) y reproduce Santiago Macías en El monte o la muerte (Eolas).

El «macabro episodio» de Santa Eulalia de Cabrera, que Girón no habría aprobado, «abrió una brecha en el seno del último grupo resistente de la provincia de León», asegura Macías.

Los asesinatos de las dos víctimas fueron precedidos del asalto a los domicilios de algunos vecinos, que «uno a uno, fueron conducidos a punta de pistola a una casa deshabitada en la que quedaron retenidos». Además de Antonio León Carrera, que era presidente de la Junta Vecinal, y de Carmen Ballesteros Rodríguez, que llevaba consigo una hija de pocos meses, Macíuas cita entre los detenidos a Antonio Valle Ballesteros y su mujer, Rosa Carrera Blanco, Francisco Bocero Valle, Alfredo Rodríguez Cañal, su mujer, Esterina Valle Ballesteros, y su hijo Magín.

Una novedad
La carta da por hecho que su abuelo participó en el crimen, cosa que no creen los investigadores

«Este último, único testigo vivo en la actualidad, recuerda cómo los tres forajidos obligaron a su madre a recaudar 25.000 pesetas entre los vecinos del pueblo en concepto de rescate», añade en uno de los capítulos dedicado a la llegada de José Rodríguez Cañueto al grupo de Girón. Como el chico tardaba, enviaron al padre y cuando éste regresó con el botín se encontró con los dos cadáveres.

A Antonio León le «golpearon salvajemente con un palo de roble, posteriormente le cortaron las orejas y, por último, lo remataron con dos tiros de pistola. A continuación, centraron sus iras en Carmen Ballesteros, a la que golpearon y luego remataron de varios disparos», detalla.

En lo que tanto Macías como el historiador Secundino Serrano consideran un «bautismo de sangre» de José Rodríguez Cañueto para infiltrarse en el grupo de Girón y convertirse en su traidor cuando fue asesinado una semana después en las Puentes de Malpaso, donde José Rodríguez Cañueto mató a Girón, como parte de una operación dirigida por el comandante de la Guardia Civil de Ponferrada, Arricivita, y de la que también fue víctima un enlace al que dinamitaron la cara con «la intención de que su muerte pasara como una refriega entre la guerrilla», apunta Serrano.

La muerte de Girón sigue teniendo aún aristas oscuras y la carta que la nieta de Benjamín Rodríguez Cañueto y sobrina nieta de José Rodríguez Cañueto añade otra incógnita al implicar a su abuelo en el crimen de forma directa y no solo como autor intelectual, como dice Santiago Macías. Su teoría es, por encargo de un policía de Madrid, habría convencido a su hermano para infiltrarse en la guerrilla, cuando los últimos huidos estaban preparando su salida de España.

Quico, el último superviviente de la guerrilla antifranquista, ha negado en reiteradas ocasiones su participación en el crimen: «Cañueto, cuando vino a pedirnos que lo cogiéramos en la guerrilla, nos dijo que había sido sólo él; por lo visto había más», escribió a Secundino Serrano.

«Los guerrilleros niegan su participación en los dos asesinatos, pero resulta incomprensible que llegaran a aceptar en sus filas a alguien capaz de cometer un acto de tal brutalidad, o que ni siquiera le preguntaran por la identidad de los dos hombres que le acompañaron, cuando toda Cabrera sabía que los autores habían sido Cañueto y dos hombres más», concluye Macías. Sobre los motivos, Carmen habría sido víctima de una violación de un vecino de Lomba en 1939 contra el que testificó como involucrado en la guerrilla y fue condenado a muerte. De Antonio León no había más motivo que supuestas disputas económicas.

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