Diario de León

Ángeles de la Fuente, 109 años: «Lo que más vale es tener los cinco sentidos»

Ángeles de la Fuente, 109 años y 319 días. Nacida en San Justo de los Oteros el 24 de marzo de 1912 es la persona más longeva de la provincia de León tras el fallecimiento de Saturnino de la Fuente, con casi 113 años. Pronto «me cascan un año más, si es que llego», dice Ángela.

Ángeles de la Fuente . MARCIANO PÉREZ

Ángeles de la Fuente . MARCIANO PÉREZ

León

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Ángeles de la Fuente está a punto de cumplir los 110 años. «Otro año que me cascan, si me dejan...», afirma con su desparpajo habitual, una tarde de martes a la hora del café. Bajar al tele-club de la residencia de Armunia desde el piso donde está su unidad de convivencia es uno de los mayores entretenimientos de esta mujer que ya no le pide nada a la vida: «¿Qué voy a pedir? Si ya no me falta de nada. Lo que me sobra es bastante. Lo que más vale es tener los cinco sentidos», apostilla.

Ángeles de la Fuente, nacida en San Justo de los Oteros un 24 de marzo de 1912, recuerda que su padre era de Ardón y que la familia se desplazó a San Justo de los Oteros por trabajo. «Era forjador y músico, tenía instrumentos de un tío, el clarinete y la dulzaina», aclara. La actual abuela de León heredó el gusto por la música y por menos de nada se suelta a cantar lo que le viene a la cabeza: «Y un batallón de mujeres/ el Gobierno va a formar./ Con este feliz acuerdo / la guerra se va a acabar».

Es una canción, explica, que se cantaba en la época de la guerra. Y al hilo de esta letra, que tararea con los ojos cerrados, se acuerda de que «una trató de apuntarse y no le dejaron por ser mujer» como si estuviera relatando la historia de la Dama de Arintero. «Somos iguales, lo mismo hombres que mujeres», agrega.

De los trabajos que le ha dado la vida destaca los cuidados familiares. «Éramos doce hermanos y perdimos a los padres bastante jóvenes. ¿Cómo no iba a trabajar?», recuerda Ángeles, a quien le tocó cuidar y tirar de los más pequeños. Su casa siempre fue un punto de referencia para todos los hermanos.

Lo que más echa de menos en la residencia es un frigorífico. «Cuando estaba en casa hacía un flan de El Niño, lo metía en el frigorífico y cuando quería me lo comía», cuenta. Ahora le toca vivir otro momento y es bien consciente. «Todas las cosas tienen su final. Sabemos que nacemos y sabemos que tenemos que morir», reflexiona Ángeles. Se ha puesto trascendente, pero enseguida rompe el hielo y da muestras de que mientras la vida continúe hay que sonreírle. Cuenta que la mañana ha ido a la peluquería. «Tenía el pelo blanco y se me antojó teñírmelo», dice con una pícara sonrisa.

Ángeles tuvo cuatro hijos, Cayetano, que es el que vive, y Pepín, un célebre goleador de la Cultural. Las dos niñas, mellizas, se malograron. Una nació muerta y la otra murió de meningitis con seis años. La guerra le separó de su marido durante los tres largos años que duró y para poder pagar la renta de la casa del barrio de San Esteban tuvo que fregar muchas escaleras y coser muchos pantalones.

Antonio y Ángeles no se conocen ni probablemente se hayan cruzado sus largas vidas. Son los más mayores de un total de 348 residentes de cien y más años, 171 mujeres y 77 años. Son 25 más que en la misma fecha que en 2020, pese a la pandemia. En España suman 18.197 personas con rango de centenarias.

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