Diario de León

«Seguimos con fuerzas, pero tenemos ganas de que la pandemia acabe»

Una residencia libre de covid

La residencia Nuestra Señora de La Magdalena de Villaornate se libró de la primera ola del virus y es una de las pocas sin brotes en la segunda. Cada quince días, residentes y plantilla, se someten a un cribado general

León

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En la residencia de Villaornate conocen al covid-19 como «el virus ese que anda por la calle». En los ocho meses que van de pandemia, el coronavirus no ha conseguido meterse ni por una rendija de este centro de mayores. Es una de las 20 residencias del área de salud de León sin brotes en la segunda ola.

Cuando se vislumbró el segundo envite, a finales de agosto, la empresa puso en marcha un protocolo de pruebas PCR que se repiten cada dos semanas entre residentes y plantilla. «Llegar hasta aquí ya e María Blancos bastante y cada vez que vemos los resultados es un impulso. Pero un pico de fiebre, la más mínima señal, es un vuelco al corazón», comenta la directora, María Blanco Quiroga.

Una zona de descanso con vistas al patio . MARCIANO PÉREZ

Los 49 residentes están separados en tres ‘burbujas’ sin contacto entre sí. Son como ‘microfamilias’ para que en caso de que se produzca algún contagio se pueda aislar lo más posible el brote. La plantilla rota lo mínimo, para minimizar los contactos aunque hay trabajadores, como el enfermero o el fisioterapeuta.

‘¡Ay qué adelantos!’

«Con eso de tocar teclas, no el teléfono, hablo con todos como si estamos cara a cara»

Desinfectar los zapatos, limpiarse las manos con gel hicroalcohólico, tomar la temperatura, someterse a un test serológico, firmar dos declaraciones sobre el estado de salud y ponerse un equipo de protección —bata, calzas y mascarilla FPP2— son los requisitos que hay que cumplir para entrar en la residencia.

El protocolo de Senior Servicios Integrales, filial de Clece que gestiona esta residencia pública de Villaornate, ha establecido esta pantalla frente al virus para las visitas. El personal utiliza otra entrada y además se ducha y cambia de ropa al entrar y salir del trabajo.

Las visitas familiares, limitadas a una por semana por residente y con cita previa, se hacían en el jardín durante el buen tiempo. Ahora se ven a través de una pantalla con dos mesas de separación. Se realizan mínimo dos videollamadas a la semana y las familias reciben la información puntual de las pruebas y otros comunicados interés a través de la aplicación Resiplus.

«El estado emocional es bueno en general, pero es evidente que llevan mucho tiempo sin poder abrazar ni tocar a sus familias», comenta la directora. No todo el mundo lo lleva igual o es consciente. «Llevo mucho tiempo encerrada», es lo primero que dice Evangelina. «A ver cuándo podemos siquiera salir a dar un paseo a la calle». apunta Consolación.

Resignación

«Hay que acostumbrarse. No queda más remedio», afirma Guillermo, un residente de Valderas

Dorotea está encantada con las videollamadas, «eso de tocar teclas, no el teléfono», precisa. A través de la tablet habla con su hija, su hijo, la nuera, los nietos... «como que estamos cara a cara». Con 96 años y los recuerdos intactos de cuando en Villaquejida se levantaban «a las cuatro de la mañana para ir a trabajar a las tierras del monte Matilla», exclama: «¡Ay qué adelantos hay ahora! ¡Qué pena no haber salido antes para no tener que trabajar tanto!».

Agustín es de los tiempos en que aún se cortejaba a las mozas desde la ventana. Ahora es su nieto quien le viene a ‘visitar’ al balcón. Es uno de los residentes veteranos del centro de mayores de Villaornate. «Estoy estupendamente», comenta desde la distancia del primer piso de la habitación.

Alfonso, minero jubilado de Ciñera, oriundo de Córdoba, lee el periódico atentamente. «De momento, la cosa está igual», comenta sobre la noticia de todos los días. Dolores y Alfonso ingresaron en la residencia en el mes de agosto. Tuvieron que hacer la cuarentena de diez días aislados en la habitación y el único régimen de visitas que conocen es el fijado por la pandemia. Están conformes con la decisión que tomaron en acuerdo con sus cuatro hijos.

Alfonso fue picador en la Hullera Vasco Leonesa, en el pozo Socavón. Se jubiló con 55 años y un coeficiente reductor del 50%. «Ahora estamos metidos aquí», comenta. Al sur de León, donde no hay minas, aunque en el horizonte se divisan las majestuosas montañas de León y los inviernos reciben su frío generosamente.

Más allá de la ubicación geográfica una residencia de mayores son tantos pueblos y ciudades como los que han visto nacer, crecer y hacer la vida a las gentes que las habitan. Y tantos mundos como las experiencias que relatan sus ‘vecinos’.

Casi siete mil personas en la provincia de León, incluyendo los centros de personas con discapacidad, viven en residencias. Un total 610 han fallecido por covid confirmado (414) o con síntomas compatibles (190) en centros privados y 23 en centros propios de la Junta, según los datos de la Consejería de Familia e Igualad de Oportunidades. A día de ayer, un total de 1.521 residentes han superado la infección, 21 están aislados con síntomas compatibles y 195 se encuentran en aislamiento preventivo sin síntomas.

Ángela García Pons es una de esas personas que se encuentra en aislamiento preventivo en la habitación. Acaba de llegar del hospital porque tuvo una caída y una fractura de muñeca. «Los servidores son muy buenos. Me han tratado muy bien. Lo que más me fastidia son los nervios. Claro, he tenido cuatro hombres y la casa, cinco», cuenta.

Con 101 años, es la más longeva de la residencia de Villaornate. Le encanta contar que nació en Oliva (Valencia) y que a los 10 años ya vivía en Barcelona porque su padre sabía idiomas y se hizo intérprete para la gente extranjera que venía en los barcos y en los trenes.

«Luego conocí a mi marido que era guardia civil y tuve tres hijos. Dos ya no viven. De mi sangre, la única que quedo soy yo, con 101 años. No pensaba llegar pero gracias a Dios estoy aquí. Para sufrir, porque no voy a más, sino a menos», relata de corrido. Fue modista y pantalonera y no da puntada sin hilo. Es tan perfeccionista que se ha puesto a corregir los ‘fallos’ de un dibujo que había pintado antes de ir al hospital. «Luego vienes a curarme, ¿verdad?», pregunta al enfermero al salir. Alejandro Barrios Villalba es quien se ocupa de las curas y la medicación, también hace los test de anticuerpos y la toma de muestras de las PCR. «El virus ha sido un reto para todos. Para los residentes y para nosotros. Cada quince días hacemos la radiografía para detectar asintomáticos, nuestros ‘enemigos’ invisibles», recalca la directora.

«Seguimos teniendo fuerzas, pero tenemos ganas de que esto termine». subraya. Felisa y Guillermo, de 85 y 88 años, son un matrimonio de Valderas que también reside en Nuestra Señora de La Magdalena,dicen que «hay que acostumbrarse. No queda más remedio». Es la hora de la comida y pronto les tocará el turno. No parecen tener prisa. «Comemos poco porque ya somos mayores y hay que comer poco», sentencia el hombre, labrador desde los 14 años hasta que se jubiló, mientras contempla el patio de la residencia a través de uno de los ventanales que se abren desde los pasillos del centro. La residencia se inauguró hace siete años. El Ayuntamiento de Villaornate y Castro la financió con la venta de chopos.

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