Diario de León
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Guerras, venganzas, delincuencia, hambre, violencia y rupturas familiares, desigualdad extrema, precariedad laboral y paro, pobreza, polarización política… Todo ello es fruto de la falta de amor o desamor, léase egoísmo, ambición, orgullo, dominación, opresión, explotación, exclusión, marginación… en todos los ámbitos de la vida, desde la familia a la vecindad, la sociedad civil, las relaciones internacionales.

La humanidad ha arribado a la conceptualización y formalización legal internacional de los Derechos Humanos, basados en la dignidad inviolable y suprema de la persona humana —por encima de cualquier otra consideración y sin excepción alguna—. Ya ha llovido desde las declaraciones de Derechos Humanos a fines del s. XVIII en Francia y EE UU. En 1948 se emitió la Declaración Universal de DH de la ONU, que la mayoría de las naciones del mundo han recogido en sus constituciones. Pero al mismo tiempo se incumplen flagrantemente en mayor o menor medida la mayoría de dichos Derechos. ¿Por qué tal contradicción?: ¿hipocresía, impotencia…? Parece reproducirse en este ámbito la realidad de contradicción o división interna de la persona humana a nivel existencial y ético: veo y deseo el bien, pero no lo practico o hago el mal.

Los tres principios fundamentales de la Revolución Francesa eran libertad, igualdad y fraternidad. De ellos, se ha privilegiado a nivel social y legal la libertad, a un nivel mucho menor la igualdad y se ha relegado prácticamente al olvido la fraternidad. Esta palabra, fraternidad, se ha recluido prácticamente al lenguaje religioso, especialmente en la Iglesia, y no aparece nunca en los pronunciamientos y propuestas políticas y legales.

¿Cuál es la causa del menguado y contradictorio alcance de la libertad, la igualdad, los derechos humanos, la justicia, la paz…? Precisamente falta la base, la capacidad y la energía para implementar en las relaciones interpersonales, sociales e internacionales: el ¡amor!

La palabra «amor» se utiliza de modo muy amplio, pero referida principalmente al amor erótico, también —en algo menor grado— al amor familiar. A nivel interpersonal se utiliza más la palabra «amistad». En otros ámbitos se habla de «justicia» o «derechos». Al igual que la palabra «fraternidad», la palabra «amor» tiene su lugar privilegiado en el ámbito religioso y eclesial. Para el cristiano, lo esencial es el amor de/a Dios y el amor al prójimo —toda persona con la que de alguna manera te encuentres—.

¡Amor!… Es el valor o la actitud personal de apertura, respeto, aceptación, comunicación, disponibilidad, servicio, reconciliación, solidaridad con toda persona —del mundo entero, sin excepción alguna—. Una actitud empática, emocional y efectiva de encuentro y donación de uno mismo, de lo que eres y de lo que tienes. Una relación fraterna, de verdaderos hermanos —que para el cristiano dimana de la filiación divina, de ser y reconocerse hijo de Dios—.

Este ¡Amor! hace que uno esté bien y se sienta bien. Es fuente de alegría o satisfacción interior, que previene o supera el vacío personal, el solipsismo estéril, la falta autovaloración positiva, también la depresión e incluso el suicidio en momentos críticos. Es incluso una energía curativa o terapéutica a nivel integral de toda la persona, capaz de prevalecer sobre cualquier problema o crisis. El amor vivo lo puede todo, lo supera todo.

El ¡Amor! es gratuito. Es decir, no busca un beneficio personal sino el bien de la/s otra/s persona/s. El orgullo o vanidad a causa del amor desvirtúa el amor mismo. Pero, amando a los demás uno se ama realmente a sí mismo, se llena de paz y alegría interior, de verdadera felicidad. La única felicidad verdadera se encuentra solamente en el amor gratuito.

El amor es oblativo. Es decir, se traduce y acrisola en la entrega más total y radical posible de uno mismo al otro/s. Ello significa que uno no reserva nada para sí, ni siquiera en último extremo el buen nombre o la vida misma. Un amor, por tanto, invencible, que nunca podrá ser vencido o aniquilado.

(Toda esta esencia del ¡Amor! está maravillosamente expuesto en el texto de Pablo en 1 Corintios 13, 1-13).

Presumo que el ¡Amor-Fraternidad! es la base o el eje desde que el que pueden girar y desarrollarse la implementación de los Derechos Humanos, la justicia, la igualdad, la verdadera libertad, la paz en todos los ámbitos (comenzando por la familia). La persona imantada por ese amor verdadero fecunda de manera liberadora y constructiva los ámbitos de la cultura, la economía, la interacción y proyección política (además de la vida del hogar y de las relaciones interpersonales).

El que ama pone en el centro de su vida y de su acción a la persona. En el ámbito económico y político ello provocará cambios radicales: ya no se priorizará el beneficio económico ni la victoria política partidista sino la vida digna de toda persona, comenzando por los últimos, los pobres y excluidos —entre ellos los inmigrantes—.

Esta presentación de «El amor es lo esencial» puede ser comprensible y asumible por cualquier persona desde un punto de vista antropológico. Para la Iglesia y cualquier cristiano es la dimensión fundamental de su fe y de su vida: «Dios es amor y el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Juan 4, 16). Y «quien dice que ama a Dios, ame también al hermano» (1 Juan 4,20).

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