Diario de León
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Armonía es hermosa palabra femenina. Idioma es nombre masculino que ha querido acabar en «a» y amadamarse para tratar de ser igual que la lengua y el habla, divinidades que se asemejan a la hora de mostrar, nombrar, citar, llamar, nominar, designar, aclamar, y otras muchas más titulaciones que vienen a ser la misma santa cosa.

En los nombres femeninos de la lengua machos y hembras van juntos, se entretienen y complementan: sabiduría y sabio, eternidad y eterno, bondad y bondadoso o bondadosa, alegría y alegre, armonía y armonioso o armoniosa, delicadeza y delicado o delicada, felicidad y feliz, belleza y bello o bella, hermosura y hermoso o hermosa, santidad y santo o santa, dulzura y dulce, amistad y amiga o amigo.

Otras muchas veces, las justas, buscando el equilibrio, los nombres de las cosas son netamente e inviolablemente femeninos: casa, dicha, nostalgia, concordia, gloria, vida, tierra, sepultura, estrella, galaxia, luna, atmósfera, lluvia, nieve, escarcha.

El rocío, sin embargo, es macho tan cordial y feminista que se adorna con nombre de mujer.

Por eso las estaciones son tres machos torpes y celosos de una sola hermosa hembra, la primavera, feliz de solemnidad

Los ríos, tan machotes, llevan agua, que es caudal que propicia remansos, riberas, lagunas y lagos; todo ello muy natural.

Vemos que a la lengua y al idioma les encanta la amabilidad, la justicia, la fortaleza, la grandeza, la generosidad, la solidaridad, la fertilidad, la diversidad, la franqueza, la música y la poesía de su enorme complicidad.

Por eso las estaciones son tres machos torpes y celosos de una sola hermosa hembra, la primavera, feliz de solemnidad.

A la lengua y al idioma, sin distinción, les encanta, por igual, la verdad: y sufren con la mentira, las ofensas, los enfrentamientos; y siendo plenamente conscientes de su sabiduría y bondad han decidido legislar desde el mismo principio de la vida y de los tiempos, y han acordado que los días son machos y las noches son hembras, con sus mañanas y sus mediodías y sus tardes en común.

Estaban tan puestos de acuerdo y tan conformes que al frío y al calor decidieron llamarles temperatura, sabiendo que el clima es un varón voluble enteramente dependiente de la naturaleza.

Así ya comprendemos y tenemos certeza que el entusiasmo es macho y la ilusión es hembra, tal para cual. Lo proclaman la inmensidad del mar con sus olas y mareas, y la claridad de la Historia con sus oscuridades.

La luz, divina mujer, da alas a las aves, a las mariposas, y llena de fragancias y colores a las plantas, a las flores, a las hojas, a las praderas y prados, a las sendas y caminos, a las montañas y montes, a los llanos y llanuras con todas sus criaturas en la frescura de la sombra o en el calor de las tórridas tardes de tormenta primaveral de la ciudad, de la villa, del pueblo o de la aldea, donde hay pasión, alegría, soledad, inocencia, ciencia, paz, paciencia, espera, ansiedad, sutileza, empatía, piedad, calma, calidad, y fuentes que son manantiales, en la viña o en la huerta.

Del campo viene la comida, y la acampada. Del vidrio las vidrieras. De la creación la vida, el alma, la agonía, la muerte, la sangre, la raíz, la madre, la ternura, la esposa, la hija, la abuela.

La lengua el lenguaje el habla el idioma todo lo armonizan, y consiguen que el viento, tan valiente él, sea ráfaga, y brisa; que los álamos, tan altos y viriles, al juntarse se conviertan en hermosas y frescas alamedas, más dulces y complacientes en las riberas del padre Tormes en la delicada Salamanca hembra y Diosa.

Nos dice la lengua, conforme con el idioma, que la esperanza es semilla, sementera, semen de la tierra, oración henchida de gracia, sal, cocina, nevera, lavadora, vajilla, despensa, alacena, mesa, cama, cuchara, cacerola, espuma, comida, cena; alborada y canción, aurora, naranja, pera, almendra, avellana, nuez, granada, manzana, ciruela, mora, uva, hambre y sed, hartura.

La música de las palabras es terrenal y divina, alegoría de flautas y trompetas, de guitarra, de arpa, de mandolina. Es melodía de manos y bocas, penas y alegrías.

Las letras todas son vocales y consonantes, muy femeninas ellas. Y de siempre tienen decidido que las manos tengan dedos, los brazos muñecas y codos, las piernas pies y rodillas, que la cara sea estampa, y se junten y complementen huesos y costillas, nervios y neuronas, médula, cerebro, corazón, venas y arterias, tibia y peroné.

De la elegancia viene elegante.

El centinela es vigilia, cautela, seguridad, cercanía: mañana, tarde, noche, día.

Gloria es nombre de mujer.

Quiero conjugar a la perfección el amanecer con la amanecida, y el atardecer con la atardecida, que siempre han sido y son principio y final de esta VIDA.

¡Viva la filosofía!

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