Diario de León
Publicado por
Andrés Mures, analista político y diplomado en relaciones internacionales
León

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En la noche del 17 al 18 de marzo de 1808 (Aranjuez), cuando ya había numerosas fuerzas francesas acantonadas en diferentes localidades españolas, estalla el motín contra el valido Godoy por parte del pueblo enfurecido que estaba empezando a estar harto de sus privilegios y de su desastrosa política internacional, con repercusiones muy negativas para el país. El llamado «Príncipe de la Paz» fue el firmante del vergonzoso Tratado de Fontainebleau, y en 1805 numerosos efectivos franceses empezaron a penetrar en España (teóricamente camino de Portugal con intención de invadirla) y se establecieron en diferentes puntos de la mitad norte del territorio. La figura de Manuel Godoy, valido de Carlos IV y tierno amante de la reina María Luisa de Parma, es el ejemplo palmario de cómo un don nadie escala a los más altos puestos de la dirección del Estado (en este caso del Reino de España). Dos ilustres catedráticos, Emilio La Parra, de la Universidad de Alicante, y Antonio Elorza de la Complutense, han hecho un retrato acertado y exacto de este período de nuestra Historia reciente con Carlos IV, Godoy y Fernando VII como protagonistas principales. La Parra en su libro  Manuel Godoy, la aventura del poder  es ya todo un clásico del estudio de la época y su situación (1805-1812) desde le punto de vista histórico y narrativo. El de Elorza —de reciente aparición—  Ilustración y liberalismo en España,  detalla con perfección y acierto cómo la política de los Borbones —Carlos IV y su hijo Fernando VII— supuso la contraofensiva al pensamiento ilustrado y constitucional, el sostenimiento a ultranza del Antiguo Régimen y el derrumbe de la magnífica labor llevada a cabo por los ilustrados de Carlos III (Cabarrús, Ensenada, Jovellanos, Campomanes, Floridablanca, Aranda, Meléndez Valdés y F. Saavedra entre otros muchos) y los que sufrieron las inquinas de Godoy o del confesor y valido de Fernando VII, el siniestro canónigo Escoiquiz.

Podríamos aplicar el afortunado refrán «de aquellos polvos estos lodos» para reescribir la Historia, y es que los extremos siempre se tocan. En la historia reciente de nuestro país sobran ejemplos de cómo personajes carentes de ética y dignidad, a más de elemental preparación, llegan por casualidades diversas del destino a dirigir desde altos puestos la gobernación (que no gobernanza) del país. En los días que nos ocupan, la sombra de Manuel Godoy y de la malhadada política que practicó para desdoro del país y para su medro personal, tienen reflejo en dos individuos que en buena medida son calco de aquel personaje y protagonizan igualmente, una labor de gobierno calamitosa y degradante: Pedro Sánchez y su delfín Iglesias  Coletas  marqués consorte de Galapagar. El primero cegado por una ambición sin límites; primero para la obtención del poder, que le llevó a pactar con lo más degradante de la política española, incluido el ya mencionado Iglesias. En segundo lugar (y como consecuencia de lo anterior) una detentación del poder a su modo y capricho, que no conoce límites ni fronteras. Iglesias, aun siguiendo la senda marcada por Sánchez, es rehén de sus ideas comunistas impregnadas del más rancio marxismo, lo que hace de este individuo un componente tan peligroso como tóxico, no ya sólo para el desarrollo de una política coherente, sino para la misma convivencia nacional. Sánchez ha llevado el país a unas cotas de degradación en todos los órdenes que nos hacen temer por un futuro incierto y preocupante en extremo. El otro elemento, dirigente de Podemos, partido apalancado en una extrema izquierda radical y perniciosa, supone una amenaza constante para la paz y la convivencia. Hace unos días, este tándem corrosivo tuvo su más viva representación en el intento de reventar el mitin de Vox, un partido que a pesar de los mensajes malintencionados de la izquierda radical, es el tercer partido nacional y se mueve dentro de los cauces que marca la Constitución, mal que le pese al  Coletas , al  Echeminga , al  Moneydero  a Verstringe, al Rufián o a Otegui y a toda la constelación que persigue la destrucción del país. Podemos fue el artífice de la salvajada criminal y Sánchez, a través de Marlaska, uno de los personajes más abyectos de la política actual, fue el consentidor de la kale-borroka más extrema en el corazón de Madrid. En poco más de dos semanas saldremos de dudas de quién quiere lo mejor para España. La batalla de Madrid (o por Madrid) entre la razón y el buen hacer y la rabia criminal de los extremistas, será termómetro y catalizador para el resto del país. Toda la sucesión de hechos desde el 11-M y sus protagonistas, es un claro ejemplo de cómo en un corto período de tiempo se puede pasar de ser un país respetado, coherente y creador de riqueza, a ir progresivamente sumergiéndose en un cenagal de incertidumbre, pobreza y confrontación. Zapatero y sus locuras, Rajoy y sus cobardías, Rivera y su extraña ambición sin norte ni futuro, Sánchez con su alocada carrera en pos de la nada y  Coletas  con su deriva extremista y criminal, terminarán por destrozar un país que con Adolfo Suárez, Juan Carlos I. Felipe y Aznar, llegó a unas cotas de bienestar y riqueza que lo colocó entre los miembros de cabeza del orden internacional. Hoy, lamentablemente, de aquellos laureles quedan cócteles molotov, injurias a las altas instancias del Estado, contenedores quemados y el suelo plagado de adoquines lanzados por energúmenos empapados en odio irracional. Madrid puede salvar al resto del país o propiciar su salto al vacío.

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