Diario de León

Ese coitus interruptus al que ahora llaman «leonesismo útil»

Publicado por
José Luis Prieto Arroyo
León

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No hacía falta ser un visionario para anticipar que la unión forzosa de Castilla y León, estatuida mediante esa copulativa intercalada entre ambas regiones históricas, fuera a convertir un emparejamiento de crematístico interés para una de las partes en algo placentero para ambas.

Siendo inconcebible una unión espiritual, una cópula de platónica inspiración entre dos pueblos de históricas rivalidades, quienes entonces se conformaron con una mera cohabitación material bien pudieron prever el fracaso de una relación carnal basada en interminables coitus interruptus. En cuanto al contrato, pura formalidad: nada de gananciales, todo a capitulaciones de pura entrega, de sometimiento consentido, de renuncia gozosa; siempre de la misma parte.

Hoy, al coitus interruptus le han puesto nuevo nombre, lo llaman «leonesismo útil». Y se afanan en cultivarlo, dando por amortizadas pasadas y presentes frustraciones; unas, ocasionadas por posturas no solo indecorosas, sino claramente abusivas, cuando no delictivas violaciones; otras, no menos lacerantes, surgidas de ese mayor desprecio que es la falta de aprecio.

Y es que el «leonesismo útil» que desde hace algo más de un año se viene insinuando a ciertos sectores políticos ha irrumpido en el escenario preelectoral con galas tentadoras.

Ha sido la gaviota convertida en sabia rapaz nocturna la primera en atisbar con su monóculo la presa, ese sector del pueblo crédulo y bien intencionado que todavía no acaba de entender que se puede ser buen español siendo mejor leonés, siempre abducido por la beatífica idea de que antes el hambre infernal o el purgatorio del exilio que desairar la sacrosanta unidad de España, supuestamente en entredicho por heréticos autonomistas no menos peligrosos que los satánicos independentistas. Porque esto es exactamente lo que pretende el relato de la Ponencia Política del reciente Congreso Provincial del PP de León: cautivar, seducir a los que todavía viven en el limbo de los no bautizados con el agua bendita del autogobierno, a quienes pretenden engañar con la bienaventuranza de que, si permanecen en esta Autonomía, un día poseerán la tierra, ocultándoles que la divina Pucela no es misericordiosa.

Cualquier inocente que lea la Ponencia, no solo oirá el arrobado graznido de la gaviota en celo preelectoral, sino que llegará a ver cuán seductora se despliega la cola de pavo real que le han puesto al león: el bronce de la aparentemente combativa reivindicación regionalista; el marrón oscuro de la diferencial identidad histórica recién caída del guindo; el cobrizo rubor del ingenuo agraviado por la indolencia del leonesismo inútil; el cobalto iridiscente irradiado por enemigos y adversarios que no se enteran del pavoneo, no tanto por ciegos y sordos, cuanto porque no se han olido los perturbadores aromas de las mil y una «utilidades»; el verde dorado de…

Porque ¿hay alguien que no se deje seducir por: exigir que se trate con dignidad la historia de León; trabajar para la mejora urgente de las infraestructuras; la defensa de las juntas vecinales; la mejor gestión del agua y de los montes; mayores inversiones en infraestructuras; la sostenibilidad y modernización de la agricultura y la ganadería; la ampliación de la fibra óptica o la progresiva implantación del 5G y la extensión de la cobertura de 4G; la apuesta por el sector industrial…?

En fin, todas esas «utilidades» recogidas en las permanentes reivindicaciones de articulistas en medios de comunicación o de la Unión del Pueblo Leonés (UPL) en aquellos foros donde tiene representación.

Puede que la ponencia solo sea una laboriosa recogida de «utilidades», pero si hay algo de lo que no cabe duda es que su mayor aportación —reconocidas las «ineficiencias, especialmente perceptibles en provincias periféricas como la nuestra, que deben ser abordadas y corregidas»— lo es al definitivo enterramiento de la «Comunidad de éxito». Sin menoscabo de que tampoco lo es de menor rango el que ponga en un brete a los del «Leonesismo inútil»: los de la Mesa, los inmovilistas de «no es el momento» o los illuminati del referéndum, esos advenedizos del «Leonesismo por si acaso», obreros de la política que pasan su responsabilidad al pueblo, no vayan a herniar sus neuronas poniéndolas a pensar. Desde luego —por aquello de que quien da primero da dos veces—, otro éxito que cabe apuntar a la Ponencia es el de enviar a la Unión del Pueblo Leonés (UPL) a una refundación ineludible, así como a los socialistas a un descoloque de primera.

Confiesen que su «leonesismo útil» ni siquiera pretende sacar la dudosa birregionalidad del Preámbulo del Estatuto. Y si tan constitucionalistas son, si asumen que la Región Leonesa es distinta de Castilla, no la priven de lo que la Constitución le da

Cuando tuve conocimiento de que el leonesismo iba a entrar en la Ponencia, me alegré del retortijón que se iba a llevar Mañueco y del sofoco que asaltaría a Casado. Una vez leída, salvo el estreñimiento que le ocasionará quedarse definitivamente sin «Comunidad de éxito», el salmantino solventará el ligero malestar del «leonesismo útil» con un sencillo aerored y al palentino ni le hará falta un anxium, pudiendo dormir a pierna suelta sabiendo que el cantón leonés no le va a quitar el sueño.

Y es que el «ser leonesista no significa ser rupturista» solo puede alterar el pulso a pusilánimes de política de salón. Si por esto los jefes se han puesto nerviosos, es que no se les ha explicado bien que para las próximas elecciones la clave leonesista no será la de la utilidad ni la de la integración, sino la de la escisión. El coitus interruptus de la Ponencia no es menos frustrante que el que provocó la tramitación de la birregionalidad por parte de Ángel Villalba en el proceso de reforma del Estatuto de 2007. El socialista convirtió entonces al león en un gallo cuyo tímido cacareo fue acallado por los airados kikirikis de Soria, Burgos y Valladolid, saliendo el de León con la cabeza gacha y ahuecando el ala.

Algún día sabremos si la Autonomía permitirá al pueblo leonés alcanzar la satisfacción que le proporcionará el autogobierno, pero hasta que ese día llegue tiene derecho a que nadie interrumpa sus aspiraciones territoriales, que no son la birregionalidad estatutaria dentro de la actual comunidad autónoma de Castilla y León, ni tampoco la de dejarse seducir por promesas de repartos descentralizadores orquestados desde Valladolid.

Es decir, si León y Castilla son dos regiones diferentes amparadas por este Estatuto y por la Constitución y «nuestra defensa activa de la soberanía nacional va unida al reconocimiento de la pluralidad y diversidad de nuestras regiones y provincias, entre otras la región leonesa y la provincia de León», entonces déjense de zarandajas, que esa «utilidad» de centro reformista no va a convencer ni a los benditos crédulos hipnotizados por la cola del pavo real.

Confiesen que su «leonesismo útil» ni siquiera pretende sacar la dudosa birregionalidad del Preámbulo del Estatuto. Y si tan constitucionalistas son, si verdaderamente reconocen y asumen que la Región Leonesa es distinta y bien diferenciada de Castilla, no la priven de lo que la Constitución le da, ni más ni menos que el pleno derecho a la Autonomía.

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