Diario de León
Publicado por
Enrique Cimas | Periodista
León

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No es sencillo entremezclar con alguna coherencia, y en un solo artículo, temas varios en ocasiones trascendentes, porque con esa actitud es posible patinar. Por ejemplo, en el eterno debate vida/muerte (y más, si las causas, precisaron de intervención jurídico-penal). Y también en la del sufrimiento/desconcertante, es decir, en el tiempo en el cuál la Tierra, inopinadamente, se envenena por la codicia, o las prospecciones para encontrar…¡dinero! entre campos y poblaciones, subsuelos y montañas… Es posible que algún día se descubra el origen, del presunto pecado, por tanta miseria repentina y asoladora, y que en España ha puesto de luto a millones de seres. Toda esa miseria amontonada, sin pensar en el prójimo que en última instancia sufre, llora, ruega, por sus seres queridos… Aquí, la ejemplaridad se llama hermandad, la del proceder de sanitarios (en un concepto generalizado), policías, Ejército…, y voluntarios para las distintas actividades de lo laboral y lo formativo. Un pueblo, el nuestro, enfrentado a la pandemia de los virus coronados.

La ejemplaridad se llama hermandad, la del proceder de sanitarios, policías, Ejército… y voluntarios

Don Pedro Calderón de La Barca se acercó bastante en La vida es sueño , a través de la figura de Segismundo, no solamente en los autos sacramentales, sino en toda su gran creación literaria, y en la que trasciende por ejemplo, el dramatismo de las ánimas en pena.

Reconozco que es comprometido uncir la condición literaria, y de sensibilidad realista, a la hecatombe con «viros» de ahora mismo, y de nominación «coronaria»… Entre esas cavilaciones, se mueve mi inquietud de periodista que cree en Él y espera en un abrazo (todos somos hijos pródigos) con el Padre de cielos y tierras. Cavilo, repito, por la senda inequívoca de Dios, una ruta limpia de broza, con matas de flor silvestre y un horizonte de esperanza. Mientras, las sombras de la noche, arrebatadas y crueles, se mueren en la muerte de afectados por asfixia de las posibles emisiones de la tierra corrompida (dicen que por animales de donde procede lo que llaman «coronavirus»)

Cambiando el tercio, y en consideraciones morales y espirituales, no está mal, en Semana Santa, meditar un poco sobre la necesidad de mirar por los que nada tienen. Por generaciones y hasta el presente, hemos estado «combinando» el culto a la Realidad divina, con la versatilidad humana. Muchas gentes de cumplo y miento se han enredado en la práctica de prometer al Señor un guiño de amor, apuntándose, a la vez, al «club» del juego frívolo y los devaneos de aquí abajo. «Yo sueño —nos dice Calderón— que estoy aquí, destas prisiones guardado, y soñé que en otro estado/ más lisonjero me vi», nos cuenta el autor de La vida es sueño .

Oremos, sí, por ellos; pidamos por la debida adecuación de las fuerzas ingeniadas e ingeniosas que ayuden al hombre en su laborar. Según el Papa Francisco: «Tenemos que aprender a cambiar nuestra actitud para con los demás; que la Oración renuncie a la idolatría y a la autosuficiencia de nuestro yo; mientras la Penitencia se funde en el amor a Cristo y su Redención; finalmente, que la Limosna tape ¡tantos agujeros!... y las muchas carencias de la familia… todos saben lo que son, aunque ninguno lo entienda». Pues mire usted por donde, yo conozco a mucha, pero que a mucha gente, que se sabe de sí misma, de quién es; cuanto más quiere al Señor y a la Virgen Madre, más evidencia una entrañable identificación.

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