Cotilleo y futboleo
La geografía mental del tributario nacional, o sea, del hispano/a ordinario se conforma sobre un espacio definido por dos coordenadas psicográficas: el fútbol, para ellos, y el cotilleo, para ellas. Este espacio perfila el escenario habitual en donde ejecuta su diaria actuación teatro-social el paisanaje: Alguno entre la variada topografía de locales recreativos del muestrario nacional es el lugar preferido para el ejercicio del futboleo: bares tabernas tascas, pubs cafés bares.. peluquerías, supermercados, tiendas, templos... para el cotilleo. Y lugar común para ambos, claro está, las terrazas que se apropian en proporción aritmética de los viales públicos.
Futboleo y cotilleo presentan ya un acervo documental de tal calibre y generan tal cantidad de megabytes de información que se podrían incluir en cualquier curriculum universitario. Y se podría atribuir las jerarquías habituales del cursum honorum académico, bachilleres, diplomados, licenciados, masters y doctores cum laude.
El vertiginoso caudal del saber futbolero se atesora en las coloridas páginas de la prensa deportiva, las tertulias radio y teuvefónicas y enraíza con el simbolismo germinal del mismo; el mete-saca del balón que reproduce el mete-sa ca del «ya me entienden»
El caudal del saber chismorrero se encuadra en el cambio del paisaje social, ese trasvase masivo de la paisanaje del medio rural al medio urbano que no empezó ayer sino hace medio siglo; como ya nadie conoce a sus verdaderos vecinos en las torres urbanas se cotillea sobre ese puñados de iconos que se pasean por las teles, que son vecinos de todo el telespectorado.
Hay muchachos en mi pueblo, adictos a videojuegos que manejan mas megabytes de información sobre la galaxia del fútbol que la bibliteca de Washington. Biografías, valoraciones, tácticas, estrategias, alineaciones, incidencias, todo es necesario para hilar un charleta de tasca al mediodía. Y por supuesto no puede faltar la dosis diaria de info-dopamina futbolera repartida gratis en cualquier mostrador por los diarios deportivos. Sin esa dosis diaria no se puede propagar una frase hilarante o una novedad sustanciosa en el diario reencuentro con los colegas alrededor de una ronda de cervezas con berberechos.