Diario de León
Publicado por
Isidro García Getino, psicopedagogo
León

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Por eso cumplimos concienzudamente con nuestros deberes sociales, y los otros… Somos ciudadanos responsables y sensatos. También respetuosos con todo el mundo y buenos ciudadanos, a menudo excelentes. Y todo eso no es circunstancial, ni contingente o condicional, tampoco supeditado al contexto. Todo eso es sagrado y absoluto para la población que defendemos, la que somos y creemos que debe ser siempre. Ahora bien, resulta que «el césar Pedro Sánchez» nos lo pone imposible: cuando sus ordenanzas, exigencias, imposiciones y leyes sobrepasan la ética más elemental, el orden natural, el orden social y hasta el orden espiritual y trascendente que profesamos.

Cuando viola los derechos básicos y fundamentales de las personas directamente y con leyes tan desiguales que rompen la más elemental igualdad.

Cuando contradice directa y expresamente principios y enseñanzas superiores como son las de la religión que profesamos y respetamos. Un respeto absolutamente razonable, al contrario que los méritos «de este césar».

Cuando «el césar» con sus mentiras y sus acciones trastocan cada día los cimientos mismos de la sociedad democrática que defendemos.

Cuando «el cesarismo» gobernante, defiende y eleva a los verdugos muy por encima de las víctimas, convirtiéndose así en abominable refugio para los auténticos criminales.

Cuando favorece a pequeños colectivos por su particular interés (votos), en perjuicio flagrante para la ciudadanía en su conjunto y el bien común para el que fue designado «César». ¿Sabrá algo de lo que es el bien común?

Cuando sus leyes inicuas, por el efecto boomerang, denigran gravemente a las mujeres, o sea, a la mitad de la población.

Cuando legislan directa o indirectamente contra la familia, que es la base y fundamento de la sociedad; lo que supone legislar contra la sociedad misma y, por razones espurias, ideológicas y de poder.

Cuando «este césar» se salta las leyes, la Constitución, sus propias normas, y cuanto se pone delante de su caprichoso deseo o su desgana «cesarina».

Cuando se auto-atribuye el mando sobre la Fiscalía del Estado y la supedita de forma constante a su personal capricho; con el descrédito, la degradación y el vasallaje que ello significa para la Fiscalía (lamentable la Lola).

Cuando el desprecio por la mayoría de los ciudadanos de la Nación es tan explícito de forma repetitiva y con gestos de excelsa superioridad como muestra, por ejemplo, con sus halagos a los musulmanes y menosprecios a esa mayoría cristiana de España.

Cuando la inmensa mayoría de españoles son peor tratados por «el césar» y sus prebostes que los invasores foráneos de nuestro suelo. Y cuando decir esto se considera racismo y xenofobia, en lugar de considerar el peligroso riesgo cultural, para la infancia, para muchas mujeres y la violencia e inseguridad que ello entraña.

Cuando «su cesarismo» aprueba una ley tal de des-educación; es, sin duda, que los niños, el saber, la cultura, la preparación para la vida y la promoción de los ciudadanos, así como la dignidad, el respeto a las personas y los cimientos de la sociedad española, le importan menos que un comino. Pero esto resulta muy compatible con su ignorancia, su carcundia, el zascandileo del que hace gala y su petimetrismo. Le sale de dentro su cara-dura aupada a un poste engreído.

Cuando se ríen de todo el mundo laboral pariendo el ratón de reforma laboral, cuando perjuraban fabricar el monstruoso dragón «derogación total».

Cuando contaminan, polucionan, degradan y envilecen las mentes y la vida de los niños escolares con su ideología de cretinez mental, extraída de las peores entrañas de los destructores de nuestra civilización.

Cuando necesitan hasta tres verificadores para proteger, y multitud de medios pagados para difundir, las constantes mentiras «del césar» y sus voceros.

Cuando, en fin, y como síntesis; la estulticia, la ignorancia, el exhibicionismo, el desprecio al ciudadano descritos en este escrito; el papanatismo, el progresismo, las carencias, lo irracional y cuanto queda dicho; retratan, definen y perfilan a «este césar» y su séquito. Ante eso, solo nos queda reforzar, elevar, ensalzar y exponer nuestros valores y principios totalmente opuestos e incompatibles con los suyos.

No estamos en una lucha entre personas, sino en una lucha de principios. Por eso retamos a todos los españoles que elijan con criterio, con sentido, con miras al bien común y, también, con mucha atención a su bolsillo.

Porque hay que dar al César… ¿Pero, a qué César? ¿Al que expolia a España e intenta hacerlo también con Dios?

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