Diario de León
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fuego amigo ernesto escapa
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L a muerte esta semana del nonagenario democristiano Fernando Álvarez de Miranda (1924-2016), que presidió el Congreso de los Diputados durante la legislatura constituyente, despierta su vínculo familiar con los Tusinos de Cuevas de Viñayo y de Benllera, sin duda su aspecto biográfico más oculto en una personalidad de relevancia pública desde el contubernio de Munich, que reunió al Movimiento Europeo antifranquista a comienzos de junio de 1962. Aquel foro europeísta agrupó a liberales, socialistas y democristianos del interior y del exilio, provocando la furia lacayuna del ministro Fraga Iribarne y de sus secuaces.

El periodista azul Emilio Romero llegó a escribir, sin vergüenza ni pudor, que Franco “se comía con patatas” aquel tropel. Por si acaso, a los que volvieron, los fueron deportando a los lugares más lejanos e inhóspitos del país. Álvarez de Miranda pasó once meses de destierro majorero en Fuerteventura, probando el gofio de nuestra historia colectiva. Otros quedaron en París hasta que amainó la ira, como Dionisio Ridruejo y el novelista leonés José Suárez Carreño, mientras el montañés de Morgovejo Alfonso Prieto tuvo entonces su destierro en La Gomera, donde dejó un magnífico recuerdo por su aplicada entrega como abogado de los pobres.

De la gente de Munich, quien alcanzó más protagonismo en la España democrática fue sin duda Fernando Álvarez de Miranda, quien después de la liquidación de UCD en 1982, fue embajador en El Salvador entre 1986 y 1989 y Defensor del Pueblo entre 1994 y 1999. Como embajador, vivió la tragedia del asesinato de los jesuitas españoles de la universidad Centroamericana, y como Defensor del Pueblo le quedó la espina de no haber recurrido la ley de política lingüística promovida por Pujol en Cataluña: «En la misma víspera del día en que iba a presentar el recurso, José María Aznar me mandó recado con un enviado personal y desde Europa me llamó Marcelino Oreja, también convencido de que el recurso abriría poco menos que las puertas del infierno». Entonces el gobierno de Aznar dependía de los votos de los nacionalistas catalanes para sobrevivir.

Fernando Álvarez de Miranda tenía un vínculo familiar con los Tusinos de Benllera, aunque conservaba la memoria del repudio de doña Manuela a sus parientes saldañeses, poco antes de morir, en 1951. Aquel desdén a los Álvarez de Miranda de Santander y Saldaña sofocó algunas pretensiones hereditarias y abrió una herida que sólo ha restañado el paso del tiempo y la capacidad de acogida de Esteban Álvarez Castañón, guardián del legado de Tusinos, quien abrochó el contacto con la rama palentina de la familia. Doña Manuela fue la primera alcaldesa de León. Alcaldesa republicana y conservadora de Carrocera, mi pueblo.

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