Diario de León
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Ante las diversas adversidades que vamos pasando como si fuera un tourmalet, queda como pendón destacado la brecha de la desigualdad. Cada vez hay más distancia entre quienes encabezan la lista de los más adinerados y los pobres. Es un desequilibrio insostenible, es un desequilibrio que tarde o temprano puede estallar.

No puede ser que haya gente que pueda bañarse en la riqueza mientras otros tengan que apañárselas para seguir en pie. Hay tantos eslabones de distancia que el mareo nos embarga. Quizás alguien debería tomarse en serio la marcha de un país. No puede tolerarse esos abismos de desencuentro. Habrá que ingeniárselas para que el encuentro sea posible.

En otro camino están los que tratan de inventarse un país —cuando no invadirlo— para así acaparar más poder e influencia. Parece que lo que tienen a la vista les causa desazón y buscan la manera de enredar con privilegios o territorios como si fueran moneda de cambio. Y no son ellos los que un día lucharán en el frente, sino que mandan a otros a que expongan su libertad o su vida para un éxito particular y egoísta e ilegal. Sería mejor atender a lo que tiene a su vera y luchar codo con codo por una prosperidad compartida.

No parece lo más idóneo rodearse de políticos apenas formados, recién salidos de la universidad. Convendría una cierta experiencia en ámbitos donde pulieran sus dotes. La política sería un paso más. Ya no se iría a copar puestos indiscriminados con el ansia de poder como mayor logro.

Si entendemos la política como un servicio, bastaría unos años limitados para volver de nuevo a su anterior profesión. De este modo evitamos que haya personas que se eternicen en el cargo y haya atrevidos que tengan la tentación de echar mano de prebendas y amaños. Por muy capaz que uno se crea, nadie es indispensable. Al fin y al cabo los funcionarios están ahí para sacar las castañas del fuego y los políticos no dejan de ser esos señores que pasaban por ahí y dieron la cara ante los medios.

Por otro lado, las gestiones de lo público han de estar al mando de las Instituciones y no ha de cederse a organismos privados. Esa cadena de cesiones va aminorando el presupuesto inicial, de modo que al final queda una minucia para quienes de hecho han de realizar la obra asignada.

No puede haber sucesivas cesiones cuando disponemos de personal cualificado para esos cometidos. La privatización de la cosa pública es un tema muy delicado y no augura buenos servicios. Seamos sensatos a la hora de repartir o adjudicar estos servicios.

La empresa privada tiene sus caminos y sus interlocutores y la transparencia dirá si van por la senda correcta.

De ninguna manera parece buena gobernanza el aluvión de subvenciones, aunque estén acertadas. No es buen inicio tapar con el dinero la pobreza de los demás. Un gobierno ha de crear el clima favorable al trabajo digno, al trabajo mayoritario. Las propinas no son aconsejables en ningún momento. Los regalos circunstanciales poco benefician de cara a un futuro risueño. Son pan para hoy nada más. Es verdad que nadie ha de quedar tirado a consecuencia de su escasez de recursos. Pero es algo puntual, mínimo, accesorio. Si entregamos dinero, aunque sea en pequeñas cantidades, sin ton ni son, lucirá el sol unos días y nada más. Ocúpense de crear trabajo saludable y ya.

Es inadmisible que algunos se empeñen en invadir países, en sembrar de muerte la vida de muchos inocentes por la conquista de no sé qué. En vez de ampliar la sonrisa y el bienestar de la gente se empeñan en aplastar la convivencia. ¿Por qué? ¿Quién se empeña en malograr la vida de los demás? Y lo peor, ¿no hay nadie que pueda parar esto? Todo es una engañifa. Tenemos espacio para todos y nos empeñamos en amargar la vida de otros, de los más inocentes. Todavía si murieran los implicados en la guerra podíamos especular con el riesgo que se corre. ¿Hay alguien ahí? ¿Dónde están los que pueden arreglar estos desaguisados? Por lo que veo, nadie responde. Unos por su interés, otros por neutralidad, se van callando, mientras mueren millones de personas que ignoran su delito. Por favor, hagan algo los que puedan. Y si no, que se pudran en su aposento porque jamás podrán mostrar su cara ante los demás.

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