Diario de León

Educar sin romper niños (2ª parte)

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La primera parte de esta serie, con título «Cultivando muñecos rotos», dejaba pendiente la alternativa a los peligros, allí citados, cuando plantamos a niños menores de 6 años en la escuela. Si la escuela no es lo adecuado para la educación antes de los 6 años, entonces ¿qué?

¿Dónde, quién, cómo? Sí, pero lo importante es ¿para qué? Pues bien, para educar niños en la edad más específicamente educativa: hasta los 6-7 años.

Los niños; todo niño es un sujeto individual, persona humana en proceso de desarrollo y maduración que le encaminan a su autonomía funcional con personalidad responsable. En ese proceso necesita ser acompañado, con la delicadeza, la sabiduría y la gracia que la naturaleza toda lo hace.

El niño no es un objeto perteneciente a nadie, pero sus padres le pertenecen como gestantes y como gestores de su proceso, son los primeros y esenciales educadores del mismo.

Cuando los padres, por las diversas razones que habitualmente suelen darse, no tienen la posibilidad de gestionar directamente todo el proceso del desarrollo educativo; la sociedad, con sus múltiples recursos e instituciones, debe poner la parte de esa gestión que complemente a los padres.

Desarrollo educativo es, pues, el para qué: complementar la labor educativa de los padres haciendo labor de padres en tiempos concretos. O sea, acompañar a los niños con funciones maternales y paternales.

¿Dónde? Para educar niños hasta la edad de 6-7 años, ante todo se descarta la escuela o centro académico porque está estructurado y organizado para la enseñanza; esa estructura y organización nada tienen que ver con lo que los padres realizan educativamente tanto en casa como en los distintos ambientes que proporcionan a sus hijos para el desarrollo, la adquisición de hábitos, la activación senso-motriz, el entretenimiento divertido, el sentido de trascendencia, el auto-conocimiento, el desarrollo de un yo personalizador, el respeto a toda persona, etc. etc. todo lo que educa.

Ese dónde podemos llamarlo Centro Infantil, Jardín de infancia, Oasis infantil, o como queramos; se trata de un lugar o base, tipo hogar, donde el niño tiene espacios para el juego, que es la profesión propia de los niños, para el descanso, para enfrascarse en aquello que le atrae, le interesa, le agrada y que tiene siempre un múltiple resultado: le aporta conocimiento, le induce el hábito de hacer para aprender, desarrolla autoconfianza, refuerza la autonomía, la autoestima y la felicidad subsiguiente, etc.

Ese lugar que se convierte en familiar, es también el centro base desde donde se accede a variadas acciones educativas diarias, habituales y de suma importancia: actividades en la naturaleza, parque infantil, lugares de interés, visitas sorpresivas, entre otras muchas experiencias educativas.

El lugar debe tener accesibles tanto la naturaleza abierta: bosque, parque, campos de cultivo, etc. como naturaleza limitada; patio, jardín, huerto, agua, arena, etc. y, obviamente el parque infantil con los diversos aparatos para el ejercicio que desarrolla tono muscular, sistema vestibular, destrezas físicas y salud corporal.

¿Quién? Los padres, por descontado. Además, como profesión específica, educa el educador. Aquí nos encontramos con el enorme hándicap de no existir tal profesión en nuestras sociedades; y es preciso crearla porque tiene identidad propia. Más aún, debería ser la profesión con la máxima preparación y capacitación; por tanto, la máxima categoría dado que tiene la función social más elevada: educar personas, cimentar la ciudadanía que forma la sociedad; solo así ésta es mejorable.

Educar es poner las bases, los cimientos mismos de la sociedad en esos ciudadanos que desarrollan, mejoran, amplían y mantienen esa sociedad por la que todos suspiramos, porque no la tenemos.

Educadores de niños y de padres. Educadores que acompañan a los niños y muestran a los padres el cómo; a los padres que lo necesitan, que son muchos hoy día.

Educadores expertos en observar, discernir (porque entienden), impulsar sin dirigir, ambientar sin interferir, ayudar sin limitar, etc. Educar es un fino arte que ennoblece a la persona y embellece la sociedad. La carencia de esa educación produce la macabra situación que vemos a diario en nuestro entorno.

Tenemos escuela, mucha escuela, demasiada antes de tiempo; pero, en el caso de muchos niños, muchas familias, muchos ambientes, carecemos de los educadores para el periodo educativo por antonomasia, la etapa infantil 2-7 años, que no es tiempo escolar, sí es tiempo educativo:

— Cuando se forja el yo-persona (2-4 años) como individuo autónomo y responsable; si no hay un YO fuerte como pilar firme de la persona, toda otra construcción (tu-nosotros-vosotros-ellos), que debe venir después, se vuelve en contra de ese yo débil; lo solapa o lo destruye.

— Cuando se abre al nosotros (4-7 años), con participación, comprensión, respeto, adaptación inteligente, cooperación y amistad; pero solo si el yo es potente para todo ello; de lo contrario no hay apertura, hay absorción, el yo es fagocitado por el grupo.

Educadores que propician, favorecen, cooperan, acompañan al yo y al nosotros, cada uno en su momento; sin mezclarlos, sin solaparlos, sin limitar el uno ni coartar al otro.

Educadores que conocen la fragilidad del niño, las dificultades de los padres, los periodos diferenciales, las necesidades de cada cual, los peligros del momento y las riquezas de cada sujeto.

Es urgente, pero ¿Es posible que la sociedad pueda disponer de esos profesionales educadores en medio ambiente no escolar, sí educativo?

—Las instituciones oficiales no se lo han planteado nunca; más bien funcionan en dirección opuesta, por inercia y por ignorancia.

—La realidad nos muestra que, en muchos medios infantiles, existen auténticos educadores que, superando muchas de las infinitas trabas y carencias oficiales, llevan a cabo auténticas proezas de arte educativo en su campo de acción. Eso, que es loable, no es la solución ya que ellos nadan contra corriente.

Son, pues, posibles y deseables. ¿Qué resortes es preciso movilizar? ¿Habría ministra de educación con la sensibilidad educativa, y no solo escolar, para plantar la primera piedra? Hay también, sin duda, otras organizaciones que son muy capaces de llevarlo a cabo, basta que vean y reconozcan la enorme diferencia para que se lo propongan, o que otros les alentemos a ello.

Los niños están ahí, los padres necesitan ayuda para educar. Sentar niños en escuelas no es la solución sino el error. La sociedad debe clamar, puede exigir. Desde aquí apelamos a la Ministra de Educación y también a esas organizaciones con sabiduría e iniciativa para educar.

En esta segunda parte hemos expuesto el para qué, el dónde y el quién. En la tercera parte expondremos el cómo. (Continuará).

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