Diario de León

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Han pasado algo más de cuarenta años desde que vimos la película El Expreso de Medianoche y aún hoy recordamos algunas de sus impactantes escenas, difíciles de olvidar, que bien pueden servirnos para reflexionar sobre la situación política actual, y de modo particular para analizar la frivolidad con la que actúa el sanchismo que todo lo invade, todo lo perturba y del que tratamos de dar buena cuenta.

Basada en una historia real, el largometraje narra la terrible experiencia sufrida por Billy Hayes, joven estadounidense, que, sorprendido en el aeropuerto de Estambul (Turquía) intentando salir del país con hachís adherido a su cuerpo, es detenido, juzgado por tráfico de drogas y condenado a una severa pena de presidio que ha de cumplir en una inhumana cárcel de la capital turca.

El escenario político actual en España bien puede entenderse desde el prisma del presidio turco y la situación soportada por los allí recluidos. Dos palabras bastan para su interpretación: pesebrismo y seguidismo

Billy coincide en la prisión con otros reclusos de procedencias diversas, la mayoría de origen occidental, condenados por igual motivo y víctimas del racismo y de la xenofobia, siendo todos ellos sometidos a un durísimo régimen penitenciario que termina enloqueciéndolos. A Billy, condenado a treinta años de reclusión, sólo le queda una alternativa: coger el expreso de medianoche, fugarse.

Dos escenas nos vienen a la memoria. La primera, cuando Billy, visitado en la prisión por su novia, durante un momento dirige fijamente la mirada a sus pechos. Billy, en ese corto pero significativo y simbólico instante, no transmite con sus ojos un deseo sexual, solamente busca aquello de lo que carece y más necesita: comida. Es la imagen del recuerdo del pecho materno y del alimento que una madre proporciona a su hijo.

Billy, que no ha perdido la razón y mantiene viva su lucha ante la situación tan adversa que sufre, es consciente de que la alimentación servida en el penal —escasa, asquerosa y manipulada— le está menoscabando el estado de ánimo, reduciendo su fortaleza mental, deteriorando su lucidez y quebrando su voluntad de huir. Es lo que les ha ocurrido a los otros presidiarios, como se verá en la siguiente escena que recordamos.

La segunda escena a la que nos referimos ocurre cuando uno de los reclusos, perdida ya su cordura, empieza a girar alrededor de una enorme roca de piedra situada en una de las galerías de la prisión. Inmediatamente después se unen a él los otros presos que, tan perturbados como el anterior y siguiendo sus movimientos, dan vueltas y vueltas tontamente en torno a la misma roca, sin sentido y sin la menor conciencia del irracional proceder seguido.

Solo reaccionarán cuando Billy decide introducirse en el grupo para dar vueltas alrededor de la roca, pero en sentido contrario al suyo. Mientras que los dementes intentan convencer a Billy para que gire en la misma dirección en la que ellos lo hacen, Billy, el único que conserva el juicio, ignora sus indicaciones. Billy, aunque muy desesperado, había perdido su libertad, pero mantenía bien la cabeza.

El escenario político actual en España bien puede entenderse desde el prisma del presidio turco y la situación soportada por los allí recluidos. Dos palabras bastarían para su interpretación: pesebrismo y seguidismo.

Pesebrismo es definido por el diccionario de la lengua española de la RAE en su única acepción como ‘práctica del favor mediante el pesebre’, mientras que al término pesebre, en su cuarta acepción, lo define como ‘beneficio o prebenda a militantes del partido en el Gobierno o a quienes lo han favorecido’. Hoy son tan numerosos los casos de pesebrismo político en España que, sin hacer un ‘Pedro Sánchez’, podría escribirse una extraordinaria e inédita tesis doctoral.

Pedro Sánchez, exponente del pesebrista, más que por gobernar, que aún no ha empezado, que por ocultar, pero se le ve, o por mentir, que aún no ha terminado, pasará a la historia como el presidente del Gobierno de España que ha practicado el pesebrismo con el mayor de los descaros. Se ha consagrado por ser gran experto en su uso. Empezó con la familia carnal —la familia es lo primero—; continuó con la familia política, a la que se integrarían de forma vergonzosa los últimos conversos a la causa, muy temerosos por perder su particular pesebre, claudicando y abrazando sumisamente el sanchismo; más tarde, tras el ‘pacto del pesebre’, atraería en un mismo ‘paquete’ a podemitas y resto de miembros de la banda. Ahora, todos ellos, alimentados, narcotizados y alienados, bailan y bailan en torno al ‘caudillo socialcomunista’; proceder análogo al de los presos de la cárcel de Estambul. «El pesebre hace milagros».

Seguidismo, según la única acepción del diccionario de la RAE, consiste en la ‘acción de dejarse llevar por ideas o comportamientos ajenos’. Definición que de forma precisa identifica lo que se pretende conseguir de Pablo Casado por medio de un ‘acoso político’, ejercido por los mercenarios de la Moncloa al asegurar falsamente que «El PP bloquea el funcionamiento de las instituciones»; de un ‘acoso mediático’, practicado por voceros socialistas y todos los medios trompetistas de una izquierda sectaria dedicados a reforzar los mensajes monclovitas; y de un inexplicable ‘acoso emocional’, cuando se manifiesta que «es necesario que esta cruz —el proceso separatista— no sólo la soporte la izquierda, sino también el PP» (Santi Vila). «Pedro Sánchez quiere la parte y el todo; sorber y soplar; repicar y estar en la procesión» (J.A. Zarzalejos).

A Pablo Casado, como a Billy, solo le queda una alternativa: coger el expreso de medianoche. Ha de preservar el juicio, mantenerse leal al constitucionalismo, alejarse del sanchismo rupturista, no escuchar los cantos monclovitas y no dejarse llevar por la manipulación mediática. España se lo recompensará.

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