Diario de León

Juan Pablo I, el papa de la sonrisa, camino de los altares

Publicado por
Prisciliano Cordero del Castillo, sacerdote y sociólogo
León

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El papa Francisco, acompañado por miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro, el día 4 de septiembre declaraba beato al papa Juan Pablo I. Es el cuarto papa del siglo XX en ser beatificado.  Sus predecesores, Pablo VI y Juan XXIII, y su sucesor, Juan Pablo II, ya han sido declarados santos en la última década. Sobre ellos y su gran impacto en la Iglesia contemporánea se ha escrito mucho. Pero, ¿qué ha pasado con «el papa de la sonrisa», que presidió la Iglesia Católica durante solo 33 días en 1978?  ¿Por qué cayó tan pronto en el olvido? Yo espero que su beatificación y probablemente pronta canonización sirvan para reivindicar su figura, a la que quiero colaborar con esta breve nota biográfica.

El papa Juan Pablo I, de nombre Albino Luciani, nació en Forno di Canale, un pequeño pueblo al noroeste de Venecia, el 17 de octubre de 1912. Ingresó en el seminario menor en Feltre en 1923 a la edad de 11 años y fue ordenado sacerdote en 1935. Después de trabajar como párroco durante dos años, fue a estudiar a Roma y en 1947 se doctoró en teología en la Pontificia Universidad Gregoriana. En diciembre de 1958, el papa Juan XXIII le nombró obispo de Vittorio Veneto, en la región de Venecia;  poco tiempo después, en enero de 1959, el papa anunció su intención de convocar un concilio ecuménico, el Concilio Vaticano II, en el que Luciani participaría muy activamente. En 1969, Pablo VI lo nombró patriarca de Venecia, donde Luciani permanecería por nueve años. Durante su estancia en Venecia supo ganarse una reputación de hombre sencillo y humilde. Su primer lema episcopal fue Humilitas (Humildad).

Su elección como Papa. A la muerte de Pablo VI, el 6 de agosto de 1978, y después de varios días de conclave, finalmente los cardenales quemaron sus papeletas y el humo de la Capilla Sixtina comenzó a salir blanco, lo que significa que ha sido elegido un nuevo papa. Inmediatamente después de la fumarola, el cardenal Pericle Felici apareció en el balcón de la Basílica de San Pedro y emitió el tradicional anuncio: « Habemus Papam ».  Era el 26 de agosto de 1978. Luciani, en la cuarta votación, había sido elegido papa con el nombre de Johannes Paulus. Es el primer papa en tomar un nombre doble y lo hizo en reconocimiento a sus dos predecesores, Juan XXIII y Pablo VI. En su primer saludo desde el balcón de San Pedro, dirigiéndose a la multitud que lo aclamaba, el papa Luciani les dijo: «Daos cuenta de esto, no tengo la sabiduría ni el corazón del papa Juan. Tampoco tengo la preparación y la cultura del Papa Pablo. Sin embargo, ahora estoy en su lugar. Buscaré servir a la Iglesia y espero que me ayuden con sus oraciones».

Desde el primer momento de su pontificado, Juan Pablo I supo transmitir su sencillez y su buen humor: eliminó la lujosa coronación papal tradicional, incluida la coronación con la tiara papal de tres niveles, e intentó eliminar la «silla gestatoria», un trono en el que tradicionalmente se llevaba a los papas por la plaza de San Pedro. Los medios de comunicación de aquellos días se centraron en su estilo simple y directo y su rechazo inicial a la pompa del Vaticano.

Su programa para el papado. En un mensaje leído al Colegio Cardenalicio la mañana siguiente a su elección, el papa Juan Pablo I expuso las prioridades.  Lo primero y más importante sería el desarrollo de la doctrina del Vaticano II, «sin diluir la doctrina, pero, al mismo tiempo, sin vacilaciones». También hizo hincapié en la necesidad de proteger la dignidad de la vida humana y el cuidado de la creación. «El peligro para el hombre moderno es que reduciría la Tierra a un desierto, la persona a un autómata, el amor fraterno a una colectivización planificada, introduciendo a menudo la muerte donde Dios quiere la vida». La evangelización y el ecumenismo también formaban parte de sus prioridades. 

Una muerte inesperada. En la mañana del 29 de septiembre de 1978, el Vaticano anunció que Juan Pablo I había sido encontrado muerto en su cama por su secretario personal. Se determinó que la causa fue un ataque al corazón. Pero su muerte, de inmediato, se convirtió en una fuente de intriga, en parte porque un servicio de noticias italiano informó que el Vaticano había mentido acerca de quién lo había descubierto muerto. No fue su sacerdote-secretario personal, sino una monja que le servía el café de la mañana.  El Vaticano también informó que había estado leyendo  La imitación de Cristo de Thomas de Kempis, cuando aparentemente había estado revisando el papeleo rutinario del Vaticano. En 1984 el escritor británico David Yallop, en su libro In God’s Name  ( En nombre de Dios ), decía que Juan Pablo I había sido asesinado porque planeaba investigar la corrupción financiera en el Vaticano. Escritos posteriores de Stefania Falasca, vicepostuladora de su causa para la santidad, desacreditaron muchas de las acusaciones de Yallop. Pero el relato de Yallop se impuso por un tiempo y ayudó a las posteriores especulaciones sobre la muerte del papa Luciani. En la misa de funeral de Juan Pablo I, el decano del Colegio Cardenalicio, Carlo Confalonieri, dijo que «pasó como un meteoro que inesperadamente ilumina el cielo y luego desaparece, dejándonos asombrados».

La causa de beatificación. En 1990, la conferencia episcopal de Brasil, basada en la creciente reputación de santidad de Luciani, pidió al Papa Juan Pablo II que iniciara el proceso oficial para su canonización.  En 2002, monseñor Vincenzo Savio, obispo de la diócesis natal de Juan Pablo I, obtuvo permiso para iniciar el proceso de beatificación, y en noviembre de 2003, Juan Pablo II lo declaró «siervo de Dios», el primer paso oficial hacia la canonización. Después de muchos años de recopilar testimonios sobre la vida de Luciani, sus postuladores presentaron un documento de más de 3.500 páginas al Dicasterio para las Causas de los Santos. A partir de este informe, el 8 de noviembre de 2017 el papa Francisco le declaró «venerable», el segundo paso hacia la canonización. Recientemente, el 4 de septiembre de 2022, el papa Francisco le declara beato, tercer y último paso anterior a la canonización.

El próximo paso en el proceso es la canonización, la declaración oficial de que Juan Pablo I es un santo. Aunque el proceso de canonización tradicionalmente toma muchos años y a veces siglos, bajo los papas recientes hemos visto que la canonización de un santo se puede producir poco después de su beatificación, como fue el caso de Juan Pablo II, la Madre Teresa y Óscar Romero. 

No sería una sorpresa que Juan Pablo I pronto sea reconocido como santo. Esta sería la mejor forma de recuperar la figura del papa de la sonrisa, de un hombre bueno, que, por falta de tiempo, no pudo hacer realidad sus sueños sobre la Iglesia.

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