Diario de León

Las murallas de León y Leo Harlem: monólogos

Publicado por
Rocío A. Fernández Ordás, arqueóloga
León

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Me encantaría saber por qué «los arqueólogos» (dicho así, parece que somos todos, pero no), voy a rectificar; me gustaría saber por qué «algunos arqueólogos» a los que alude la prensa diaria no tienen dudas de que los cubos son genuinamente romanos. Y esto a pesar de lo que dijo hace un par de días el sabio Rafa Nadal: «Soy de la idea de que las dudas son buenas. Si uno no tiene dudas en la vida es porque es un profundo arrogante». Antes de Rafa Nadal, lo leí en un libro más imprescindible para los arqueólogos que el sombrero de cuero: el Elogio de la Duda , de Victoria Camps.

Los hay que no tienen dudas de que «los cubos son genuinamente romanos», contradiciendo a García Bellido y a todos los historiadores leoneses (o que sobre León han escrito) de los últimos mil años, yo incluida. Pero esto no siempre ha sido así: hace un par de décadas la muralla de cubos era medieval, pero fue objeto de un revisionismo histórico sin argumentos arqueológicos que terminó al aplicarle la sabiduría de otro gran leonés: Leo Harlem. Porque esto es como su inigualable monólogo que todos hemos reído alguna vez, ese de «el agua, el agua, la vida salió del agua…pero ¿por qué salió?».

Declarándole mi más rendida admiración a este maestro patrio, me pregunté: «romanos, romanos…los cubos de León son romanos…pero ¿por qué son romanos? Porque lo que si se ha explicado largamente es por qué no lo son. Yo, mismamente, lo he repetido en un monólogo de varios años que nadie contesta (ni refuta), porque soy como el niño del cuento que dijo que el emperador estaba desnudo… que no veía los nuevos ropajes de las murallas de cubos. Y como en el cuento, todos los que «vieron» la romanidad de las murallas de cubos —el que no las viera era malo—, ahora aparentan seguir viendo hechuras romanas a los cubos de León, en lugar de ver sus antiguos ropajes medievales. Y ¿qué hacer una vez descubierto el fraude? Y si, he escrito fraude: al principio quizá fue solo un error, antes de que aparecieran los cimientos de los cubos, pero cuando ese error se mantiene a sabiendas, por motivos no solo profesionales, eso ya es un fraude. ¿Por qué se pretende seguir enterrando la verdadera Historia de León? ¿Para que se puedan seguir trajinando unos cubos medievales por los mismos que los declararon romanos?

Siguiendo con el monólogo, en el párrafo siguiente explicaremos el medievalismo de los cubos… pero antes, vamos a tirar de lo más valioso que tenemos los leoneses: el sentido común. Entre los muchos sentires comunes que cualquier leonés va adquiriendo durante su vida se encuentra el fúnebre. Si, suena raro, pero es ese sentir el que hace que cada 1 de noviembre en León, el cementerio de Puente Castro se llene de gente ante las tumbas de sus seres queridos. Quizá los descendientes directos de la antigua Legión llevamos la veneración a los dioses manes genéticamente grabada, a pesar del ateísmo imperante… Si esto hacemos los leoneses de hoy, imaginen los romanos de hace 2.000 y 1.500 años cuya vida estaba intensamente marcada por la religión, con cultos a dioses y espíritus de toda índole y procedencia, como nos indican sus lápidas funerarias. Lápidas que eran muuuy caras, un lujo que en el siglo III no todos se podían permitir. Pero gracias a ellas sabemos que la religión (pagana) dominó la vida campamental, incluso la propia creación del campamento romano de León, que obligatoriamente debió de ir precedida por una procesión inaugural que ya hubieran querido para sí las del Corpus Christi (este año, el jueves 16 de junio, por cierto). Y como por nuestra sangre corre tanto o más ADN romano que astur, mantenemos arraigadas tradiciones que la modernidad no ha doblegado, como la costumbre ancestral de procesionar.

Entramos así en la parte del monólogo que intenta explicar con argumentos científicos y jurídicos por qué los leoneses no meteríamos las lápidas de nuestros abuelos en una muralla, ni ahora ni hace mil setecientos años: sólo lo haríamos si dichas lápidas no fueran las de nuestros abuelos, sino unas viejas piedras erosionadas por el tiempo, conmemorando a desconocidos que pedían protección de dioses prohibidos y después olvidados…Pero es que, a mayores, el derecho romano protegía los monumentos funerarios hasta con pena de muerte, y los soldados leoneses eran ciudadanos romanos obligados a custodiarlos que no quebrantarían las leyes ni humanas (vigentes en el siglo VI), ni divinas (esas duraron menos, hasta el año 392 en que se prohibió el paganismo), y no usarían en tiempo de paz los monumentos funerarios protegidos por las normas romanas como si fueran restos constructivos, en una muralla romana que, además, era res sanctae, cosa santa…

Las santas fortificaciones romanas de León comenzaron siendo una empalizada de madera escudada en su cara externa tras un pequeño montículo de bloques de arcilla, un vallado que debió de perdurar mientras se levantó la primera muralla romana de piedra: la de pequeños sillares de piedra con encintado de cal para impermeabilizar las juntas, que como buena obra romana, estaba destinada a durar eternamente. Porque esas son las «genuinas» murallas romanas de León, descubiertas por García Bellido. Y que sepamos, si no eternamente al menos mil años cumplieron su función, hasta topar con la furia de Almanzor.

Pues eso: «romanos, romanos…los cubos de León son romanos…pero ¿por qué son romanos? Dudando sobre algunas cuestiones más, planteo otras tres preguntas como conclusión: ¿Por qué las cimentaciones medievales de los cubos que han aparecido en la calle Carreras pertenecen a unos cubos «genuinamente romanos», según sus excavadores? ¿Por qué cuando han aparecido tramos de las verdaderas murallas «genuinamente romanas» de León, de época de Augusto, se han ido enterrando durante las últimas décadas?

Y sobre todo: ¿por qué querríamos los leoneses enterrarlas, si las murallas son una cosa santa, y en León seguimos celebrando el día de todos los Santos y honrando nuestro pasado, sea este romano o medieval?

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