Diario de León

Murió don Justo Vega, un leonés de bien

Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

Tribuna | JULIO DE PRADO REYERO

sacerdote

El día 8 de marzo fallecía en Madrid a la edad de 98 años don Justo Vega Fernández, el alcalde más antiguo de la ciudad de León. Para cuantos le conocimos y gozábamos de su cercanía y amistad lo de menos es que lo hubiera sido en el franquismo, en la democracia o en la seudodemocracia.

Lo importante es lo que se suele decir en el argot torero: «cumplió» o «no cumplió» con la ciudad y la ciudadanía de León. ¿Cómo no iba a cumplir como solía decir don Filemón de la Cuesta, antiguo director del Diario de León, «un hombre morido por el amor de León»?. Este amor en él era innato; puesto que su padre, el farmacéutico don Manuel Vega Flórez, uno de los cinco primeros afiliados a la Unión Patriótica en la época del general Primo de Rivera, formó parte de aquel grupo de leoneses, que lucharon por la conservación de usos y costumbres como las del Foro u Oferta o de las Cantaderas cuando todo lo que estuviese motivado o tuviese un tinte religioso se prohibía. Don Justo, como él me lo refería en una de las muchas charlas amenas que tuvimos, fue un viajero impenitente desde su juventud cuando casi nadie salía a Europa y él conoció en París, en un centro de educación para la buena sociedad, a «Mili», como él llamaba cariñosamente a su esposa Camila Regueral Paz, que por cierto le sobrevive aún con más años. De esta manera emparentó con la familia Regueral muy conocida en León por su filiación conservadora y estar vinculada al Banco de España; pero tristemente comenzó a serlo aún más cuando un jueves, 17 de mayo de 1923, caía abatido a tiros por un comando anarquista, en la calle de Cervantes de nuestra ciudad, Fernando González Regueral con una amplia hoja de servicios a la patria como gobernador de Soria, Castellón, Logroño, Lugo, Vitoria, Pamplona y Vizcaya y diversas condecoraciones. Su hijo, Fernando González Regueral, fue el primer alcalde o presidente de la Junta Gestora a la hora del levantamiento de los militares en León a favor del general Franco. Y, por cierto, hubo de pagar una multa de 25.000 pesetas por una carta de protesta que dirigió al general militar de la Plaza pidiendo indulto para los encarcelados, entre los que se encontraban el presidente de la Diputación, el alcalde y un conocido capitán del Ejército. La carta la firmó el obispo José Álvarez Miranda, quien hubo de pagar también de su propio peculio y de su hermano médico y sobrino diputado, 15.000 pesetas, lo que yo ya conocía porque está escrito en las memorias de otro leonés, Gordón Ordás y me lo confirmaron entre otros don Justo y Victoriano Crémer, quien sí pudo salvar la vida «gracias al Obispín» como él solía decir y escribir. Don Justo, afincado ya en Madrid, fue galardonado con el primer Premio Nacional de Medicina.

Asimismo eran miembros de la familia Regueral los llamados «Pilotos Regueral» nietos e hijos de los dos anteriores, como lo eran también Emilia y Visitación las dos supervivientes... Fernando murió el 23 de marzo de 1938 en el Frente de Aragón y Gonzalo el 19 de julio de 1941 en Cuatrovientos en acto de servicio. Abuelo y nietos tienen calles dedicadas en la Ciudad de León. Por otra parte don Justo accedía a la alcaldía de León el 13 de octubre de 1941 y tocó organizar las llamadas Fiestas Regionales, que se celebraron como se decía entonces con la presencia en parte del general Franco y que fueron un alarde de colorido y representación de todo el folklore leonés. Igualmente estos años fueron calificados como «los años del hambre» y para paliar esta pandemia encontró una valiosísima colaboración, que fue mutua, con el entonces párroco de San Marcelo don Inocencio Rodríguez Díez, de familia muy cercana a la mía y que fue el punto de unión de una amistad que nos llevó a encontrarnos en Cuenca, de donde él fue obispo y en Madrid donde le visitaba en su última enfermedad/ lo mismo que al P. Carmelo cuando estaba a punto de pasar de Vitoria a Santiago de Compostela. A don Justo le debemos en gran medida la brillantez y resonancia que alcanzaron las Fiestas que tuvieron lugar con moti- vo de la declaración de Basílica Menor de la Colegiata de San Isidoro y otros eventos de la ciudad leonesa. Don Justo también, por su condición de alcalde de la Ciudad, estuvo presente en las Cortes Franquistas, donde también se sentaron los obispos Ballester, al principio no tan querido como se decía por Franco, y Balbino Santos Olivera, arzobispo de Granada, natural de Hospital de Órbigo donde su familia regentaba un estanco y era muy querido y valiente llevando las quejas de la insuficiencia del «racionamiento» de entonces personalmente a Franco al Palacio del Pardo y donde se jugó el asiento en las cortes cuando el Ministro de Hacienda de entonces defendía unos Presupuestos en los que una vez más se pedía aumento de sueldo para militares y otros cuerpos afines.

Inesperadamente pidió la palabra el Monseñor e hizo el ruego de que este aumento alcanzase también a los maestros y otras clases humildes. La contestación que se le dio fue que no era posible y, como él insistiese, la respuesta del ministro fue: «Si esto se hace España se hunde». A lo que el arzobispo contestó valientemente: «Pues si España se hunde, que se hunda para todos y no para unos sí y para otros no»... Éstas o parecidas eran a veces nuestras conversaciones de las sobremesas en su finca de Hospital de Órbigo. ¡Don Justo: un abrazo y hasta siempre!

tracking