Diario de León
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CAMINO GALLEGO
León

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Y a se sabe que cuando no quieres caldo, lo peor es que tengas que tomarte dos tazas. O las que sean. Pues eso es lo que le está pasando ultimamente a León. Durante 30 años esta provincia era una especie de forúnculo que le había salido a la Junta, que no sabía cómo atajarlo. Pero no hay nada como el paso del tiempo para que cambie la importancia de las cosas. Si ya dijo Camilo José Cela que «el que resiste, gana» nosotros no hemos sabido resistir y por eso estamos perdiendo. Perdiéndolo todo.

La UPL y el leonesismo eran temidos en Fuensaldaña y por eso la Junta se mostraba tímida con sus pretensiones, porque sabía que en León tendría contestación. Pero ya saben ustedes cómo terminó de partido el idem de Pelines. Y al último mohicano de aquel grupo le callaron la boca con un despacho en Sierra Pambley para que asesore. Así que ahora sin perrito que le ladre, la Junta va de ocurrencia tras ocurrencia y, qué casualidad, casi siempre los perjudicados somos los que vamos detrás de la y en esta comunidad de dos, que siempre actúan como si somos uno.

Por ahora la última ocurrencia es eso de «agrupémonos todos en el sello final» que no es otro que el de tierra de sabor, por más que aquí sea tierra de sobra como muy bien decía el otro día Juárez.

Parece mentira que en una provincia donde la agricultura y ganadería no tenían parangón con las otras ocho, que cuenta con reconocidas denominaciones de origen e indicaciones geográficas protegidas, que no son sino el reconocimiento de su riqueza gastronómica, se quiera imponer ahora el sello del corazón amarillo, que no fue sino un sucedáneo de la escarapela productos de León. Y no se impone por sus cualidades, ni porque el consumo popular lo pida, sino porque en Valladolid tienen que seguir minando cuanto huela a León. ¿Pueden imaginar que esto ocurriera si Isabel Carrasco siguiera al frente de la Diputación? Desde luego con ella se nos fue la última valedora, la última persona que era capaz de decir no a la Junta y a quien se le pusiera por delante, simplemente porque creía que eso era lo que debía decir y lo mejor para León. El sello de los productos fue suyo y ahora ¿quién lo va a defender diluido en el sabor?

Aquí seguimos todavía porque el territorio no se puede mover de sitio, aunque ya en Pucela han demostrado que la localización estratégica se la pasan por el forro.

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