Diario de León

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Desgraciadamente hay quienes quieren volver al 14 de abril de 1931, y además imponiéndolo. La ‘O3R’ —Operación 3ª República— no es un objetivo casual y reciente. Era una maniobra política de medio alcance —un largo plazo sería demasiado tiempo para aquellos republicanos más radicales—, cuyos autores intelectuales aprovecharon la oportunidad que se les brindó con la llegada de ZP1 a la presidencia del Gobierno de España, por obra y gracia de un ‘golpe’, ‘modelo bomba’, para preparar el camino que, a pesar de sus dificultades y grandes obstáculos, estaban dispuestos a recorrer con el fin de reponer el régimen político de la segunda república que, según ellos, les fue usurpado cuando los abuelos perdieron la guerra civil. Soñaron, a corto plazo, con una España de color rojo, federal y semimonárquica. Para realizarlo, promulgaron leyes, como la de la Memoria Histórica, con las que desbrozar el camino, e intentaron excluir con cordones sanitarios a partidos políticos adversarios con el único propósito de instalar un sistema claramente antidemocrático, aderezado con falsos mensajes y equívocos actos hacia la monarquía. Como entonces no lo consiguieron, vuelven a intentarlo de nuevo, pero acortando los tiempos. Lo previsto implantar a medio plazo —una España plurinacional, confederal y republicana— ha pasado a ser el objetivo a corto plazo. Para ello ‘la banda’, no aquella a la que se refería Albert Rivera, sino la que realmente mueve los hilos de la ‘O3R’, ha puesto la directa y pisado el acelerador. No quieren perder el tiempo y parece que les ha llegado el momento propicio para conseguir su objetivo final —saltar la última valla— sin importarles los daños institucionales y sociales que causarían a la Nación.

Ahora, con ZP2 en la presidencia del desGobierno vuelven a la carga. Lo han intentado con diferentes métodos, pero todos chocaban contra la legalidad y el correcto funcionamiento de las instituciones democráticas en las que se asienta el actual modelo de Estado. Sin embargo, la ofensiva republicana se ha desbordado a raíz de las noticias «inquietantes y perturbadoras», así calificadas por el ‘caudillo socialista’, aparecidas en los medios de comunicación sobre el anterior Jefe del Estado, el Rey emérito Don Juan Carlos, aunque éste «no es el objetivo sino el cebo de una operación de caza mayor que tiene a la Corona como auténtico trofeo. Es decir, a la Constitución que se desplomaría entera si cede la bóveda del Artículo Primero» (I. Camacho). «La ofensiva contra la monarquía es la coartada para derruir el sistema, el hilo del que tirar para deshacer la madeja constitucional» (J.A. Zarzalejos).

Los hijos de quienes perdieron la guerra civil española desactivaron los anhelos republicanos de sus padres cuando, fallecido el dictador Franco, optaron por rechazar la vía rupturista y aceptaron el modelo de monarquía parlamentaria recogido en la Carta Magna de 1978. Pero, de forma incomprensible, son los nietos de aquellos perdedores quienes, junto a otros descendientes de los vencedores —nietos de falangistas, muchos de ellos fervorosos franquistas, que militan en las filas del PSOE y simpatizan con partidos de la izquierda radical—, los que pretenden abrazar un modelo republicano que costó la vida a muchos de sus abuelos. Propugnan, para ello, abrir un proceso constituyente de inciertas consecuencias.

Los cabecillas de ‘la banda’, socialistas radicales y antimonárquicos fanatizados que nunca aceptaron la reconciliación, para alcanzar su objetivo han encontrado apoyo en ‘la tropa’ de mercenarios monclovitas y en ‘la tribu’ sanchista —el mayor peligro para la estabilidad institucional y la democracia liberal—, que en elevado número, apesebrados y con toda la maquinaria del Estado en sus manos, tratan de introducir en la sociedad un falso debate —identificar república con democracia frente a monarquía—, y un falso relato —presentar al doctor fraude, Pedro ‘el trolas’, como defensor de la Constitución por decir que no admite troceamientos—. «La finalidad es conformar un marco cognitivo a través de palabras que justifique luego una acción política» (J. Vilches). Cuentan con el ‘totum revolutum’ que sostiene parlamentariamente al desGobierno y que niega el derecho de presunción de inocencia al Rey emérito, que «además de ser un derecho en sí mismo, su demolición constituye la llave con la que se activa la destrucción de muchos otros» (G. Sánchez). Disponen de la brunete mediática y del batallón de trompetistas, siempre a disposición del sanchismo, que solo conciben y admiten la coexistencia de la monarquía parlamentaria cuando un socialista ocupa la presidencia del Gobierno. Instrumentalizan y manipulan sectariamente la TeleCIS, al objeto de dividir a los españoles, ideologizar, fabricar estados de opinión y presentar unos resultados demoscópicos coincidentes con las previsiones tácticas y estratégicas de ‘la tropa’. Se ignora al principal partido de la oposición —de lo que no se habla no existe— y se somete y vacía de contenido la agenda de Felipe VI. «La Corona… queda disminuida en funciones, tocada en imagen pública y sobre todo, en manos de un Petrus Rex Hispaniarum que ya no disimula en su deleite en ocupar parte de las potestades simbólicas y ornamentales que se atribuían a la misma. ¿Quién dijo que hacía falta cambiar la Constitución para proclamar la República?» (C. Calderón).

Frente a la ‘O3R’, cuantos creemos en la democracia, justicia, libertad, orden, paz, respeto, progreso y convivencia hemos de oponernos para evitar que la perpetren. 

Si el barco se hunde, nos ahogaremos todos.

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