Diario de León

Religión | Cada día su afán

Opinión | La esperanza del pobre

Los pobres necesitan comida, pero sobre todo necesitan nuestras manos para reincorporarse, nuestros corazones para sentir el calor del afecto, nuestra presencia para superar la soledad

Publicado por
José Román Flecha Andrés
León

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Para la tercera Jornada Mundial de los Pobres, que se celebra el día 17 de noviembre de este año 2019, el papa Francisco ha escrito un mensaje que lleva por lema: «La esperanza de los pobres nunca se frustrará».

1. A partir de esas palabras tomadas del salmo 9, el Papa presenta las nuevas esclavitudes a las que están sometidos millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños. Son familias de migrantes; huérfanos que han perdido a sus padres o que han sido separados de ellos; jóvenes en busca de una realización profesional; víctimas de la violencia, la prostitución o las drogas; personas marginadas y sin hogar que deambulan por las calles de nuestras ciudades.

Es una vergüenza que los pobres sean considerados generalmente como parásitos de la sociedad: «A los pobres no se les perdona ni siquiera su pobreza. Se está siempre alerta para juzgarlos. No pueden permitirse ser tímidos o desanimarse; son vistos como una amenaza o gente incapaz, sólo porque son pobres».

2. Ahora bien, en la Biblia, el pobre es el hombre de la confianza en el Señor. El pobre sabe que Dios lo recuerda y lo escucha. Dios interviene, protege, defiende, redime y salva al pobre: «El pobre nunca encontrará a Dios indiferente o silencioso ante su oración». 

Jesús se identifica con cada uno de ellos: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40). Tratar de ignorar esta identificación de Cristo con el pobre equivale a falsificar el Evangelio y atenuar la revelación.

3. ¿Y cómo nos interpelan a nosotros los pobres? El Papa cita a dos personajes inolvidables. El sacerdote Primo Mazzolari escribía: «El pobre es una protesta continua contra nuestras injusticias; el pobre es un polvorín. Si le das fuego, el mundo estallará». Y en el laico Jean Vanier, un «santo de la puerta de al lado», recientemente fallecido, vimos a quien recibió de Dios el don de dedicar toda su vida a los hermanos y hermanas con discapacidades graves.

A pesar de todos los progresos, «los pobres son cada vez más pobres, y hoy día lo son aún más». Nuestro compromiso no consiste sólo en iniciativas de asistencia, siempre necesarias, sino en la atención a cada persona que se encuentra en dificultad. 

El Papa exhorta a los numerosos voluntarios a no detenerse ante la primera necesidad material del pobre, sino a descubrir la bondad escondida en sus corazones, a prestar atención a su cultura y a su modo de expresarse, a entablar con él un diálogo fraterno. 

Los pobres necesitan comida, pero sobre todo necesitan nuestras manos para reincorporarse, nuestros corazones para sentir el calor del afecto, nuestra presencia para superar la soledad. Sencillamente, ellos necesitan amor. Los pobres nos salvan porque nos permiten encontrar el rostro de Jesucristo.

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