Diario de León

¿La religión fuera de la escuela?

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Esta pregunta —así hecha— está viciada de origen, pues supongamos que hacemos esta otra pregunta: ¿Las matemáticas (o cualquier otra materia educativa) fuera de la escuela? Diríamos que se trata de una pregunta absurda, debido a su evidente respuesta. Pero lo grave es que, si esa pregunta se hace tratándose de religión, es porque se dan unas condiciones especiales en relación con esta materia. En efecto, si esa pregunta se hace sobre matemáticas, o geografía, nadie pensaría que, en una clase de matemáticas, solo íbamos a enseñar geometría, pero no aritmética ni álgebra; o en la clase de geografía, solo íbamos a hablar de geografía de Europa, pero no de África, por ejemplo. En estos casos, entendemos —por sentido común y pedagógico— que los únicos límites impuestos, en la enseñanza de estas materias, vendrían señalados por los diferentes niveles de educación, pero nunca por la materia en sí.

¿Por qué, pues, se da esa confusión cuando se trata de religión? ¿Por qué, si se trata de otras materias, hay acuerdo, y no lo hay al tratarse de religión? Probablemente porque «con la iglesia hemos topado», dicho en su sentido literal y auténtico. Queremos decir que, al haber consentido que la palabra religión sea un campo exclusivo de las iglesias (y en este caso, de la católica), no ha de sorprender que, por religión, solo se entienda religión católica, como si no existe otra religión. En cambio, volviendo a las matemáticas o la geografía, entendemos claramente que la materia de estudio es entera en cada una de ellas.

Aquí podría estar el quid de la cuestión, cuyas consecuencias son mucho más graves de lo que parece a primera vista. El campo de la religión, en manos exclusivas de la iglesia católica, ha sido desvirtuado hasta el punto de que, incluso aquellos que hablan de «la religión fuera de la escuela» han caído en la trampa,dando por supuesto que religión es sinónimo de religión católica. La confusión que se ha generado no permite hacer un análisis fácil, fehaciente y honesto de los hechos, debido a que partimos de supuestos erróneos. Bastaría con superar estos errores, para comprender y aceptar que la pregunta inicial está viciada y es improcedente.

Llegados a este punto, debemos hacernos estas preguntas: ¿se debe impartir el hecho religioso (una breve historia de las religiones) en la escuela pública?, ¿se debe enseñar únicamente religión católica en dicha escuela? La respuesta ha de ser seguramente muy dispar. A la primera, toda persona de bien daría una respuesta afirmativa, porque el hecho religioso es una de las realidades más profundas de la vida, no es «el opio del pueblo» (afirmación que tiene su origen en el rechazo a la religión institucionalizada). Por otra parte, la carencia de una auténtica formación religiosa tiene graves consecuencias en la vida humana, como la carencia de una formación humanística, científica o artística.

La carencia de una auténtica formación religiosa tiene graves consecuencias en la vida humana, como la carencia de una formación humanística, científica o artística

El socialista francés, Jean Jaurès, en una carta a su hijo que le pedía que le eximiera de cursar la religión, le contesta: «Cuando tengas la edad suficiente para juzgar, serás completamente libre, pero tengo empeño decidido en que tu instrucción y tu educación sean completas, y no lo serían sin un estudio serio de la religión». Y el psicólogo y filósofo americano, Williams James, en su obra Variedades de la experiencia religiosa, trata el hecho religioso en profundidad, con un gran respeto y admiración, y dice que la religión es una reacción total del hombre ante la vida.

Otra cosa es responder a la segunda pregunta (¿se debe enseñar únicamente religión católica en la escuela?), donde ya no se conseguiría una respuesta unánime, al tratarse de una religión privilegiada, lo que es contrario a todo principio de independencia de poderes, y a los principios mismos que inspiraron el Concilio Vaticano II. Todo poder (eclesiástico, político, económico) utiliza siempre la argucia de llevar el agua a su molino: «En la materia de religión, enseñamos valores, actitudes y comportamientos éticos y humanos», dirán algunos defensores de la enseñanza de la religión católica en la escuela pública. A lo que respondemos: evidentemente, como debe ser en toda materia educativa, pero eso no justifica el hecho de la implantación, en la escuela, de una determinada confesión religiosa, en detrimento de las otras.

Otros afirmarán: «La religión católica es la religión de la mayoría del pueblo español». Ante tales afirmaciones, me duele utilizar la palabra hipocresía, pero no encuentro otra para expresar la pura y evidente realidad, pues se trata de una excusa para adoctrinar en la religión católica, para disponer de poder, desvirtuando el verdadero contenido religioso. W. James dice a este respecto: «De las bajezas que comúnmente se atribuyen a la religión, casi ninguna de ellas es atribuible, en absoluto, a la propia religión, sino más bien al perverso compañero práctico de la religión, el espíritu de dominio dogmático». Se refiere, evidentemente, al espíritu clerical, el de las iglesias institucionalizadas, convertidas en auténticos poderes fácticos.

Toda religión institucionalizada, que defiende y persigue el poder temporal y material, como la jerarquía católica, queda automáticamente vaciada de su verdadero contenido interno: la religión del amor. Es un hecho bien conocido, al ser evidente. Recurrimos a diversos textos de eminentes personalidades. Jung, gran conocedor del alma humana, afirma: «Allí donde reina el poder, no hay amor, y allí donde reina el amor, no se necesita poder». Por su parte, Thomas Paine, un promotor del liberalismo y de la democracia, lo deja claro, en Derechos del hombre , al tratar de la iglesia establecida por la ley. Así, afirma: «Suprimid la implantación de las leyes, y todas las religiones recuperan su original benignidad (…) Si consideramos también este asunto desde un punto de vista temporal, observaremos los perniciosos efectos que ha tenido en la prosperidad de las naciones. La unión de la Iglesia y del Estado ha empobrecido a España». Y el físico Paul Davies afirma: «Desde que la religión se institucionalizó, se ha preocupado más del poder y la política que del bien y del mal».

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