Diario de León
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Quizá la palabra «guerra» sea la primera cuestión discutible en los acontecimientos que sacuden al mundo en los últimos días. No son dos naciones que dirimen sus diferencias en el campo de batalla, ni tampoco se trata de dos países que pugnen por un pedazo de tierra. En este caso, una nación invade a otra a sangre y fuego y se la quiere anexionar a cualquier precio.

Los ciudadanos locales se defienden porque quieren mantener su país y su modo de vida; quieren paz, que es lo más alejado de la guerra. Como cualquier otro gran conflicto dejará enseñanzas de las que se tomará nota o no, pero lo que es seguro es que habrá acciones y decisiones que pasarán a la historia como heroicas, como audaces, contemporizadoras o como cobardes.

Ya a los pocos días de comenzar se empezó a ver claramente la posición de unos y otros; y se irá viendo con más nitidez en las próximas fechas. Algunos, además, aprovechan para jugar su propia baza geopolítica mundial.

Tras la confusión inicial por el «no se atreverá» que cogió a casi todo el mundo desprevenido (probablemente no a los servicios de inteligencia de algunos países) se vio que «sí se atrevía». La invasión tuvo y tiene además unos tintes muy imperialistas y personalistas, lo cual ha resultado desconcertante en esta sociedad moderna en donde los países que se dicen democracias (aunque no lo sean o escasamente) y que tienen parlamentos, antes de tomar acciones de este tipo e incluso de rango muy inferior, recogen de la representación de la soberanía popular el apoyo suficiente para acometer esas grandes empresas.

Guste o no guste esto es la geopolítica, que va más allá de las opiniones internas (o de los gustos) de un país. Se trata de estar o no estar en el momento clave

El desconcierto de los dos primeros días fue tal que dificultó la primera reacción, salvo la de llevarse las manos a la cabeza y condenar todo lo que estaba ocurriendo, asistir con espanto a las imágenes que se veían por la tele y ver como se iban evaporando todas las posibilidades de intervención militar ya que Ucrania no estaba en el «club».

Lentamente se fueron tomando iniciativas que no frenaron en nada la rapidísima invasión. Casi inesperadamente y en un momento de enorme pesimismo ante los acontecimientos, la nota de esperanza la puso Suiza. Tuvo que ser Suiza. Y quizá esto marcará la diferencia en el conflicto.

Suiza la neutral, país blindado para las fortunas y también para compartir información en lo que se refiere a los clientes de sus bancos. Pues bien, el paraíso fiscal por antonomasia decide dar un paso al frente y unirse al resto de acciones que se comenzaban a tomar por todo el mundo; y aun sabiendo la relevancia de su decisión decide un bloqueo histórico de los activos rusos en sus bancos. Es la primera vez que este país se implica en un conflicto, de esta forma, en los últimos 200 años.

Podríamos pensar que lo ha hecho por pura filantropía, por amor a la humanidad, haciendo algo que no hizo en anteriores momentos de guerras gigantescas en donde Europa casi entera luchaba contra el invasor.

O también podríamos pensar que en un momento en el que los paraísos fiscales están tan en entredicho ha sabido encontrar la oportunidad de presentarse, en este momento y ante la historia, como un campeón de las libertades aplicando esa asfixia económica con un mensaje claro de implicación en favor de Ucrania; que quizá traiga una mirada de benevolencia internacional; si en algún momento hace falta.

Antes, a la vez, e inmediatamente después muchas instituciones, otros países, bancos centrales y grandes compañías tomaron decisiones de variada índole para conseguir el efecto de «congelar» la economía de Rusia y frenar la ferocidad de la invasión. Y se está consiguiendo el efecto esperado de ir dejando al país sin músculo financiero. Por supuesto, el primer afectado será, como siempre, el pueblo pero se advierte que comienza una suerte de contra ofensiva por parte del mundo que era necesaria. Y también, por parte de los actores, exhibir una posición ante el mundo que cuando el conflicto acabe será criticada o alabada.

Con el envío de armas de forma individualizada por cada país (aunque todo vaya coordinado) ha pasado lo de siempre: los hay a favor y en contra. A favor, una larga lista de países europeos entre los que se encuentran todos aquellos con los que nos comparamos todos los días. En contra, muy pocos.

El Gobierno de España estaba en el segundo grupo y ha cambiado de opinión. Guste o no guste esto es la geopolítica, que va más allá de las opiniones internas (o de los gustos) de un país. Se trata de estar o no estar en el momento clave. Cuando esta barbaridad termine se revisará dónde estuvo cada uno. Y se decidirá si fuimos algo de esto: héroes, gente audaz, contemporizadora o cobardes.

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