Diario de León

lavadero de santa cruz del sil

Un arquitecto berciano proyecta una fábrica de harina en La Recuelga

La idea es convertir el antiguo lavadero de Santa Cruz del Sil en un centro de procesado de castaña, visitable y con una zona musealizada.

El arquitecto berciano Adrián Diez Campos sostiene la maqueta del proyecto. L. DE LA MATA

El arquitecto berciano Adrián Diez Campos sostiene la maqueta del proyecto. L. DE LA MATA

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maría carro | ponferrada

Cuando la apuesta por el sector agroalimentario parece más firme que nunca en el Bierzo y el debate sobre el desarrollo del tren turístico Ponfeblino vive su momento más álgido, un proyecto desarrollado por un arquitecto berciano plantea recuperar el lavadero de carbón de La Recuelga de Santa Cruz del Sil y convertirlo en una planta de procesado de castañas para su transformación en harina. Una segunda vida para una instalación minera que se ha convertido en todo un símbolo en el Alto Sil. No en vano, el lavadero de Santa Cruz —construido a finales de los años 30 junto a la carretera CL-631 que comunica Ponferrada y Villablino— fue considerado el segundo mejor de Europa.

Lo que el arquitecto Adrián Diez Campos —toreniense asentado en Madrid— propone para esta emblemática infraestructura es una recuperación integral con fines productivos y también turísticos. El proyecto, valorado en unos tres millones de euros, no sólo permitiría crear una veintena de puestos de trabajo directos para la fabricación de la harina de castaña —además de los indirectos— sino también recuperar una parte del inmueble con fines museísticos, de tal forma que el edificio pueda ser visitable y quienes accedan a él, siguiendo un recorrido similar al que en su día hizo el carbón, puedan conocer de cerca una parte de la historia de la comarca y también ver en directo cómo se fabrica la harina.

Así, el proyecto desarrollado por Diez Campos une dos de los grandes recursos del Alto Sil, podría decirse que su pasado y su presente y, quién sabe, si su futuro. El primero ligado indiscutiblemente a la explotación del carbón y el segundo más enfocado al aprovechamiento de los recursos que ofrece el entorno, entre los que la castaña ocupa un lugar destacado. Aquí se recoge y se vende pero no se transforma ni se consigue el valor añadido que permitiría a la zona sentar las bases de un nuevo desarrollo económico, una alternativa a la omnipresente y ya difunta minería.

«Pretendo crear un espacio en el que confluyan tanto el uso público como el uso productivo, sin que ninguno de los dos interfiera en el otro», explica el joven arquitecto. Para conseguir esa convivencia, lo que propone es «la creación de dos mundos diferenciados pero yuxtapuestos» dentro del mismo edificio. «El antiguo lavadero servirá como contenedor para albergar la maquinaria para el proceso de transformación de la castaña, igual que lo hacía anteriormente con la maquinaria para el carbón. Y alrededor de esta maquinaria se adaptará el espacio público mediante una serie de pasarelas, escaleras y volúmenes que permitirán recorrer el edificio a la vez que se observa el proceso industrial que en él está ocurriendo», detalla.

Así, el inmueble estaría dividido en dos alas diferenciadas que separan la producción del museo y el acceso al mismo se hará por la parte alta, mediante la construcción de una rampa que comunicaría con un mirador con espacio ajardinado y una cafetería. Todo «adaptado a la estructura existente del edificio y con materiales que conserven ese equilibrio», aunque «con pequeñas modificaciones de posición y añadiendo nuevas partes», como esa rampa de acceso en forma de escalera que introduce a visitantes y trabajadores en el inmueble de la misma manera que se hacía con el carbón.

La sección para el proceso de transformación de castaña se ubicaría exactamente en el mismo espacio donde antes se encontraban las tolvas de carga de los trenes de carbón. «Es un espacio que se encuentra debajo del último forjado de la zona productiva y justo encima de los arcos que sujetan el edificio y que conforman su salida», apunta el arquitecto, incidiendo en la idea de hacerlo totalmente abierto a la vida pública y explicando que, para la climatización, se propone un sistema de aire que utilizará, como energía renovable, el calor residual del horno de secado de las castañas.

Por su parte, para la zona-museo se conservarán algunas máquinas todavía existentes en su interior y estará perfectamente integrada con el resto de las instalaciones, «entrelazado con el recorrido público y los espacios de producción», añade el arquitecto que ha dado forma a una idea cuyo desarrollo le ha llevado un año de trabajo. Ahora, ya culminado el proyecto y levantada la maqueta con el nuevo diseño del edificio, Adrián Diez Campos quiere darlo a conocer para que la creación de un centro de procesado de castañas en el lavadero de La Recuelga no se quede en una idea sobre el papel.

«Mi idea es publicarlo por si pudiera haber alguna administración o alguna empresa privada que pudiera estar interesada en hacerlo», asegura, defendiendo que su desarrollo puede ser el punto de partida de algo mucho más ambicioso. El entorno en el que está ubicado el viejo lavadero de carbón de Santa Cruz es una gran explanada, comunicada directamente con la CL-631, en la que podrían desarrollarse otros centros de procesado y transformación de productos alimentarios.

Desde luego, el proyecto arquitectónico, empresarial y turístico defendido por este arquitecto berciano lo tiene todo para poder ser una realidad más que loable, incluso podría ser uno de esas iniciativas estrella dentro de la plataforma Bierzo Hub, creada por la Junta de Castilla y León para impulsar el sector agroalimentario en la comarca y, con él, su economía y favorecer el asentamiento de población. Pero, además, tiene esa otra vertiente turística y de uso público que incrementa su atractivo, sobre todo si llegara a ponerse en marcha el Ponfeblino, pues el lavadero está al pie de la vía y podría convertirse en una de las paradas de este tren turístico.

El Alto Sil necesita soluciones y proyectos de futuro y este puede ser uno. «Una de las ventajas de realizar la harina de castañas es que el proceso se puede alargar durante todo el año, no se limita únicamente a los meses de la época de recogida del fruto como sucede con el proceso en fresco, que se circunscribe a los meses de octubre y noviembre, principalmente», destaca Adrián Diez Campos.

Transformar la herencia minera en algo productivo para generar flujo económico y no dejar morir la historia del Bierzo. Esa es la esencia.

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