Diario de León

ADIÓS A TODA UNA ÉPOCA

El último relevo del carbón

El cierre de Antracitas de Salgueiro deja al Bierzo sin minas Cinco mineros llevan sus nombres a las hemerotecas.

Derecha, el último relevo de Salgueiro, explotación abierta en los años setenta. Sobre una vagoneta volcada, alguien que subió a verles entrar en la bocamina por última vez dejó escrita con tiza la palabra que a nadie le hubiera gustado leer. L. DE LA MA

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CARLOS FIDALGO/M. CEBRONES/ TORRE DEL BIERZO
León

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El carbón está a seiscientos metros de la bocamina en Antracitas de Salgueiro, al fondo de una rampla que desciende un ligero desnivel en las entrañas de un monte que ayer estaba cubierto de árboles de hojas amarillas. Pura antracita en el corazón de la montaña. Y allí se va a quedar porque nadie volverá a enfundarse un mono de trabajo azul, a calzarse unas botas de agua, nadie volverá a colocarse un casco y una linterna en la cabeza, unos guantes en las manos, para extraer el mineral de la concesión en Santa Cruz de Montes de la última mina de carbón que permanecía abierta en el Bierzo.

A las ocho de la mañana, dispuestos para la faena, los cinco mineros del último relevo de Salgueiro descienden la rampla después de dejarse fotografiar con las bolsas de plástico que esconden los bocadillos. Han respondido a las preguntas sobre su vida personal de los periodistas más madrugadores y saben que son los protagonistas de un momento especial; el fin de cien años de carbón en el Bierzo. Amanece cuando Daniel Heras, con 22 años de experiencia en la mina, Francisco Antelo, otros 22 años de trabajo en el sector del carbón, Miguel Ángel Estévez, 18 de sus 42 años en las galerías, Alberto Martínez, ayudante minero de 33 años y de los más jóvenes de una plantilla que incluyendo a los subcontratados apenas suma 18 personas, y José Antonio Álvarez Payero, el tercer minero con 22 años de antigüedad en el grupo, se introducen en la bocamina como Jonás en el vientre de la ballena y dejan el sol a sus espaldas. Seis horas y veinte minutos después, tiznados de carbón y encaramados en la misma cinta que traslada el mineral al exterior de la explotación, emergen por última vez desde las galerías.

«¡Sacarle a este de abajo que le encantan las fotos!», bromea a la luz del día, y todavía con la linterna encendida, el picador Daniel Heras. A su espalda, el eco de las herramientas que durante toda la mañana ha horadado los tajos se desvanece. Contento porque podrá acogerse a las prejubilaciones pactadas con el Gobierno, Heras es el último minero de una familia de Santibáñez del Toral donde su padre, sus dos abuelos, sus tíos y sus primos carnales han picado carbón antes que él.

Miguel Ángel 'Michi' Estévez, bembibrense de Socuello, todavía desconfía del acuerdo de prejubilaciones. «Hasta que no lo vea firmado no me lo creeré», dice una vez duchado, junto a Payero, el vigilante que al entrar en la mina por última vez ha dicho a los periodistas que ve «un futuro muy oscuro» para el Bierzo, y junto a Alberto Martínez, que con 33 años tendrá que cambiar de oficio. En los vestuarios, con la ropa sucia colgada de los ganchos y en una imagen que ya no se repetirá, Antelo se desviste después de lamentar que nadie haya tenido en cuenta en la negociación a los compañeros de las subcontratas, que se quedan en la calle.

Es el caso del capataz José Manuel Martínez, también de 33 años, que estudió Ingeniería de Minas en León y ahora está abocado a buscarse un empleo en algún lugar donde quede una mina abierta. «Nos tocará hacer la maleta», le confiesa a este periódico. Y no descarta emigrar a Chile, donde la minería todavía necesita personal cualificado.

José Américo, el último mecánico de Antracitas de Salgueiro, se encuentra en la misma situación que el capataz, pero es más viejo. Con 50 años sabe que lo tiene difícil. «La empresa que abre hoy en el Bierzo cierra mañana», se queja. Y cuenta que su hijo mayor, de 22 años, estudia Ingeniería Electrónica en la Universidad. «Le dije: ‘estudia, porque de la mina no vas a vivir; si tienes estudios puedes barrer calles porque el barrendero no llega a maestro, pero el maestro puede ser barrendero’». Y su hijo, que ha debido escuchar el sonido que deja el carbón al caer desde la cinta transportadora, le ha hecho caso.

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