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Literatura

Las Médulas entran con ‘Malasangre’ en la novela

La escritora ibicenca Helena Tur ambienta en el Bierzo de 1858 una trama de suspense con ecos de la leyenda del hombre lobo de Allariz

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Ponferrada

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Cuatro niñas degolladas, una granja de abejas en Villaverde de la Abadía, los crímenes de Romasanta, el famoso licántropo que fue juzgado por primera vez en Ponferrada, la leyenda terrible del Sacamantecas, y una historia de amor y de suspense ambientada en el Bierzo que visitó la reina Isabel II durante su peregrinación a Santiago de 1858 y donde los picachos de arcilla y los castaños de las antiguas minas de oro romanas de Las Médulas se convierten «en un personaje más» de la trama.

Así se presenta la apuesta de la editorial Plaza y Janés para convertir al Bierzo en escenario de un best-seller esta primavera. Malasangre es el título de la nueva novela de la escritora ibicenca Helena Tur; la primera que firma con su nombre real después de publicar varias historias de género romántico en las que ha volcado su admiración por la obra de Jane Austen, con el seudónimo de Jan Kelder.Pero en Malasangre , novela de época, de misterio y donde no falta una historia de amor, hay más de Charlotte Brönte y de la huérfana de su monumental Jane Eyre, y de Mary Shelley, la autora de otra novela inmortal como fue Frankenstein o el moderno Prometo, que de Asuten, reconoce Tur a este periódico en conversación telefónica desde su casa de Mallorca.

Y todo comenzó con un deslumbramiento. El que le produjo el paraje de Las Médula en la distancia. «Es un paisaje que parece que te hable, que te exige atención», afirma, sugestionada por «la magia de lo telúrico». Así fue como, todavía sin haber pisado la tierra roja del paraje declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, comenzó a tejer una historia que introducía un cambio de registro en sus historias. «Es la menos austenita de mis novelas», reitera.

Filóloga y profesora de Historia en Mallorca, Tur cuenta una historia terrible en Malasangre. . La de cuatro niñas que aparecen desangradas, con huellas de mordeduras en el cuello. Y por ese Bierzo «de paisaje feroz» a mediados del siglo XIX se mueven, explica su editorial, apicultores, hidalgos, contrabandistas, huérfanas, aldeanos, carlistas, isabelinos «y dos recién llegados en busca de sustento». Son la huérfana Henar Expósito y «un atractivo buscavidas que huye por una estafa».

La llegada de Henar a la granja apícola, donde cuidará de la hija de los señores, coincide con la aparición de las primeras niñas asesinadas. Estamos en septiembre de 1858 y la reina Isabel II ha emprendido una peregrinación a Santiago dentro de su campaña de «españolización» del país ante el auge de los nacionalismos, vasco, catalán y gallego provocado por las guerras carlistas. Un viaje que traerá al Bierzo a una riada de guardias civiles en los días previos.

La huella del asesino en serie Manuel Blanco Romasanta, el hombre lobo de Allariz y también el personaje real que se esconde detrás de la leyenda del hombre del saco o del Sacamantecas con la que se asustaba a los niños, emerge en la novela años después de ser condenado a prisión en Ponferrada tras su primer crimen en 1844. Fugado de la cárcel, Romasanta confesó doce asesinatos cuando fue capturado de nuevo, pero explicó que los había cometido poseído por la forma de un lobo. Dominado, aseguró -y ahí nació la leyenda de su licantropía- por una fuerza natural que le obligaba a matar y a alimentarse de la carne de sus víctimas.

Lectora de novelas decimonónicas y admiradora de autoras que supieron abrirse un hueco en la literatura de la época, que tan poco espacio dejaba a la mujer, Helena Tur ha incluido en Malasangre a otro personaje histórico, trasunto de la escritora Emilia Pardo Bazán y que le sirve para hablar de «un feminismo de igualdad», no de sexos enfrentados.

La enfermedad de su gato -ha tenido que ponerle inyecciones de insulina dos veces al día, cuenta- retrasó el viaje que había planificado a Las Médulas, pero finalmente el pasado mes de febrero, y acompañada de su editora y un fotógrafo, visitó por fin el paisaje que hasta entonces había contemplado en videos de You Tube. «Estábamos solos», cuenta desde Mallorca. Y solos, sobrecogidos por su belleza, recorrieron un paraje que estos días ya espera el regreso de los turistas.

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