Diario de León

FRAGUA DE FURIL Manuel Cuenya

El fútbol como gran negocio

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El fútbol como deporte no está mal, incluso es sano, siempre que algún zopenco no te "escaralle" una pierna o te reviente los huevos de un balonazo. El fútbol, en el mejor de los casos, te mantiene en forma y te ayuda a relajar las ansiedades propias de los tiempos apresurados que nos corren por las venas. El fútbol, además, es algo que puede darte grandes alegrías, sobre todo si es tu equipo quien se lleva la jata al huerto, quería decir la copa a la boca. Por el contrario, si tu equipo no gana, tampoco es para desesperarse, porque lo importante es participar y competir. Esto es más o menos lo que se decía antaño. Ahora, en cambio, lo que cuenta es ganar, al precio que sea, aunque para ello haya que sobornar a propios y extraños. Lástima que a la selección española, en el partido contra Corea, no le hayan sonreído ni el árbitro ni los jueces de línea. El fútbol, en los últimos tiempos, se ha convertido en un gran negocio. Un negocio incluso grosero (valga la redundancia). Una gran estafa. Y los futbolistas sólo juegan por interés, tanto gano, tanto juego. Y si me pagan poco, que les den por el culo a unos cuantos. Esta es la terrible realidad del juego que estamos viviendo. A uno le gustaba el fútbol cuando éste era un deporte. Y salíamos a las Eras a echar una pachanguina. Pero ahora el fútbol, como tal, ha dejado de ser un deporte para convertirse en un asunto de guita. Asusta enterarse de que algunos futbolistas ganan más en un mes que lo que podría ganar un trabajador nato, un currante de los de verdad, durante toda su puta vida, suponiendo que este currito no se muera a una edad temprana. Asusta saber que algunos "tuercebotas" se vuelvan de oro con sólo tocar un balón. ¿Qué han hecho para merecer eso? A tocar balones, que algún día nos lloverán los euros. Es ésta la nueva alquimia de nuestra época. Se transforma en oro todo cuanto toca un futbolista afamado. El futbolista o el alquimista filósofo. No me extraña que ahora todos los guajines quieran ser futbolistas, y Zidane y Raúl, por poner algunos ejemplos, sean los ídolos de los rapaces aspirantes a ganar el pan y la gloria con el toque de sus botas. Y luego oímos decir que el mundo está muy mal repartido. Como para no estarlo. El mundo no sólo está mal repartido sino que está completamente tarado. A uno no le extraña que haya pobres por doquier, lo que nos sorprende es que el personal de a pie logre sobrevivir en este mundo desequilibrado. Las diferencias entre pobres y ricos son cada día más extremas, hasta el punto de llegar al exterminio de los pobres. Como si los pobres fueran los apestados de la sociedad. ¿Y entonces qué harán los ricos/ricos? ¿Se morirán de riqueza?

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