Diario de León

MEPIROLAUNI Jorge Villa

Desayuno tras el perejil

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León

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Estos días y por circunstancias que ahora no vienen al caso, me encuentro en el Sur más Sur de la Europa Continental cuando acaece lo de Isla Perejil. Equipado con mis prismáticos de todo a Euro acudo a diario hasta Punta Carnero a echar la tarde porque desde ese paraje, a mitad de camino entre los sendos reinos de taifas, Alyashirat Al Hadra (Algeciras) y Al Tariq (Tarifa), se divisa esta isla del Coral a la que históricamente se identifica con la mitológica isla Ogigia, donde según Homero, Calipso retuvo a Ulises. Desde tan incomparable ubicación comprobé como parte de nuestra flota armada rodeaba la roquita de la discordia. Una superficie de 500 por 300 metros a tres kilómetros de Ceuta y a quince kilómetros de donde servidor analizaba el internacional conflicto como si del almirante Cervera se tratase. Y en esas estaba cuando una noche, tras una enconada disputa diplomática con un hijo del reino alahuí, quien me insistía en que Persil era marroquí de toda la vida con la misma paciencia con la que preparaba un Cus-Cus desde nuestro enclave, por que eso de defender al país da mucho hambre, aducía. Aunque creo que lo cocinaba para desmoralizarme y para ofrecerles un tentempié a los diez compatriotas que, de repente, aparecieron por la costa en patera y cruzaron estilo El Guerrough la playa; bueno, pues esa noche según volvía de Punta Carnero decidí que a la mañana siguiente me cogería el Ferry en cá Ceuta. Deseaba conocer el ambiente que se respiraba en esa parte de la España africana y además durante cuatro minutos de la travesía por el Mare Nostrum estaría muy cerca del meollo. Apenas dormí, estaba nervioso. Quien iba a decirme hace unos meses que durante el verano me convertiría en un espectador privilegiado de la crisis internacional más importante que ha tenido España durante el Siglo XXI. Y lo que iba a presumir en Ponferrada contando mis batallitas sobre el asunto. Pero esa madrugada se expulsó a los magrebis de nuestro islote sin ningún incidente. Se apresó a los seis infantes de la marina marroquí y se les llevó a Ceuta, donde se les ofreció un desayuno y se les devolvió a su país. Atraqué sobre las once y durante el viaje pude comprobar in situ como ondeaba nuestra rojigualda desde la punta del Perejil que se comía en ese instante la cabra de la Legión. Me perdí la historia aunque una vez allí, y de contrabando, me vendieron por veinte euros los restos del histórico desayuno de los presos. Tras analizarlos concienzudamente puedo decir sin miedo a equívocos, por la grasa del plato, que era un desayuno continental (Huevos fritos, bacón y Jamón de York) y que a pesar de su religión se lo comieron todo.

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