Diario de León

De sol a sol en los baldes del carbón

Almagarinos estrena el mural del artista Dadospuntocero que homenajea a las mujeres que trabajaron en la mina Asisten familiares y dos de las cuatro trabajadoras del teleférico retratadas en 1960 por el fotógrafo Pepe Gutiérrez

En el mural, Hortensia, Begoña, Libertad Aurora e Irene. Al lado, la foto de Pepe Gutiérrez. ANA F. BARREDO

En el mural, Hortensia, Begoña, Libertad Aurora e Irene. Al lado, la foto de Pepe Gutiérrez. ANA F. BARREDO

Ponferrada

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Se llama Libertad Aurora Suárez de los Ángeles, durante trece años trabajó desde el amanecer hasta la anochecida en los baldes de carbón del teleférico que unía Almagarinos (Igüeña) con la estación ferroviaria de Brañuelas, y a sus 87 años no se ha olvidado de que su nombre de pila estuvo proscrito por la dictadura. «Me lo puso un tío que tenía ideas», dice a los pies del enorme mural que el artista David Esteban, más conocido como Dadospuntocero, ha pintado en la plaza de Almagarinos a partir de una vieja fotografía; la que allá por el año 1960 le tomó junto a otras tres compañeras de trabajo el fotógrafo asturiano afincando entonces en Torre del Bierzo Pepe Gutiérrez, y que también ha servido para ilustrar la cubierta de la primera novela del escritor Abel Aparicio. Un mural en blanco y negro, como la fotografía, que ayuda a recordar que las mujeres también fueron mineras, aunque durante años no les dejaran bajar a las galerías, y se encargaron —cobrando la mitad del sueldo que recibía un hombre— de tareas tan duras y tan interminables como la carga y el enganche de los pesados baldes del teleférico.

«Trabajábamos mientras había luz; en verano desde las seis de la mañana hasta las diez de la noche, con media hora para comer, y en invierno menos», explica Libertad Aurora mientras espera en la plaza de Almagarinos, junto al monumento a los mineros, junto al alcalde Alider Presa, que también trabajó en la mina, y el pedáneo, y el escritor Abel Aparicio, y un nutrido grupo de vecinos que estos días celebran sus fiestas locales con las limitaciones de la pandemia, el momento en que el Ayuntamiento de Igüeña reconozca la memoria de las primeras mujeres del carbón; las que laboreaban en los teleféricos, en los lavaderos. Hasta que se casaban.

Reencuentro
Libertad Aurora y Begoña, las dos chicas retratadas dentro del balde, asistieron al homenaje

Sentada en una silla de plástico, abrigada por una chaqueta, porque ayer era un día de nubes y claros, Libertad recuerda la mañana en que «un fotógrafo de Torre del Bierzo» al que ya no acierta a ponerle nombre llegó con su cámara a las puertas de las instalaciones de Antracitas de Brañuelas en Almagarinos y aprovechó la media hora del bocadillo para retratarla junto a tres de sus compañeras; Hortensia, ya fallecida, Irene, ayer ausente, y Begoña, que a sus 15 años no dudó en saltar junto a ella al interior de uno de los baldes y posar sonriente para Pepe Gutiérrez; ese fue el autor de una imagen que va camino de convertirse en un icono gracias al libro de Aparicio ¿ Dónde está nuestro pan?, según ha confirmado este periódico tras localizar a su hijo, el fotógrafo de Ponferrada Javier Gutiérrez, y verificar que el sello borroso que apenas se puede leer en el reverso de la imagen corresponde con el del estudio que tuvo en el Bierzo Alto hasta 1962.

«Mi padre recorría los pueblos de la cuenca con una moto, después con un coche, y hacía fotografías de bodas, de comuniones, de las fiestas, de lo que le pidieran», cuenta Javier Gutiérrez, que ha heredado el negocio familiar en la calle Marcelo Macías, cuando Diario de León le localiza horas después del homenaje. «Tenía una cizalla y cortaba las fotografías con picos. También les ponía un sello», añade. Un sello que con mucho esfuerzo aún puede leerse en el reverso de la fotografía. «Pero no conservo los negativos en blanco y negro. Mi padre los quemó todos cuando se cambió de casa», lamenta.

«Mucha necesidad de contar»

Si la foto ha llegado hasta nuestros días y ha sido portada de un libro editado por Marciano Sonoro y base para un enorme mural se debe a que Libertad Aurora, que no se atrevió a usar su verdadero nombre de pila hasta que no emigró a Bilbao en 1972 —el libro de Aparicio cuenta en uno de sus tres relatos la represión que sufrió su familia— conservó una copia de la imagen y se la cedió al escritor cuando en una de sus escapadas en bicicleta de montaña por el Bierzo Alto preguntó en Almagarinos por las mujeres que habían trabajado en el teleférico. «Aurora tenía mucho que contar y mucha necesidad de contarlo», rememora Aparicio cuando le toca cerrar el acto.

Pero antes hay tiempo para que el alcalde recuerde que detrás de la historia de «los machos alfa que iban de la mina al bar y poco más», también había mujeres que después del trabajo se encargaban de la casa, de los establos, de los sembrados, de los hijos... Así lo refleja el recuerdo enmarcado que el Ayuntamiento les entregó ayer a Libertad y a Begoña y a los familiares de Hortensia y de Irene. «En agradecimiento a las mujeres que además de atender a su familia, su casa, el campo, todavía les quedaba tiempo y aliento para trabajar en la mina», dice el documento. Y a Alider Presa, emocionado porque se acuerda de cómo su tía Antonia perdió algunos dedos en la mina — «solo la he igualado en eso», afirma— se le quiebra la voz.

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