Diario de León

VIAJE A LAS SOMBRAS DE LA NOCHE

A caballo bajo la última luna azul y el oro de Las Médulas

El rancho de Marco Barba en Salas de la Ribera (municipio de Puente de Domingo Flórez) aporta un nuevo enfoque a la visita turística con un recorrido escuchando los sonidos de la noche

ruta caballo de noche Médulas salas de la ribera. foto mfl 1

ruta caballo de noche Médulas salas de la ribera. foto mfl 1

Ponferrada

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No hace falta viajar muy lejos  para sentirse vivo. En este Bierzo de abandonos, promesas y olvidos inversores hay quien se las ingenia por su cuenta y es capaz de ofrecer —sin ruido— un viaje diferente por los montes del oro cercanos a Las Médulas. En Salas de la Ribera (municipio de Puente de Domingo Flórez), Marco Barba capitanea —de noche, a oscuras— una ruta de autor a caballo.

Y esta vez lo hizo en una de las mejores noches de luces y sombras del año, bajo un cielo estrellado de la última luna llena del último día de agosto; la llamada superluna azul. Este periódico fue testigo de un viaje por los sentidos de naturaleza viva.

Desde la grupa huele a jara, a erizos verdes de castañas creciendo en los sotos, a retama de pino. En la penumbra, retumban las pezuñas de seis caballos entre las estrechas sendas de piedra y tierra, abrazadas por sombras y ramaje de encinos y alcornoques en esta primera madrugada de septiembre.

Moverse a oscuras intensifica los sentidos. Las sensaciones son más fuertes, muy potentes. Una vez que el ojo y el oído se adaptan a la noche, se ve y se escucha más y mejor. Todo. A no ser que carezcas de la mínima sensibilidad, te sientes más vivo.

Pasadas las once de la noche, salimos medio ciegos de Salas de la Ribera, desde el Rancho el Camino Real. Los caballos cabalgan mansos, conocedores del camino. La hilera enfila el morro hacia el alto del monte, donde de día se ven mejor los matices de los picachos rojizos de Las Médulas.

Hay cuestas bien empinadas y en un tiempo sin reloj alcanzamos, en un suspiro, un desnivel montañoso de unos 500 metros. Dando rienda suelta a unas horas de paz, sin que suenen los teléfonos móviles, el trayecto nocturno es un espectáculo de ruidos puros y silencios.

No muy lejos de las patas de los caballos, en un ir y venir, se mueven dos perros que viven en la caballeriza. La perra que nos acompaña es la viva estampa de una loba siguiendo rastros. Así que, al que le vuele la imaginación puede distinguir en estas penumbras de la luna la misma silueta del personaje que aparecía en el cuento de Caperucita.

Perdices bajo las estrellas

Al doblegar la cima agarrado a la rienda, cabalgando, salta la sorpresa en un requiebro del camino. Entre la hojarasca de un soto de castaños, asaltados por matas de escobas, se intuye con claridad el chasquido de un bando de perdices. Sublime. Si verlas de día es una delicia, sentirlas bajo la constelación de un cielo limpio (rasgado en una ocasión por el paso de un avión) es conmovedor.

También eriza la piel comprobar cómo los perros y los caballos perciben el paso cercano de un jabalí. A lo que no le hacen caso es a la revolucionaria sinfonía que nos acompaña durante todo el trayecto. Una manada de grillos con el don de la ubicuidad ponen música a esta noche memorable, de esas para recordar. Desde el caballo se ven a lo lejos las luces de los pueblos dormitar (Robledo sobre Castro, San Pedro de Trones, Puente, Salas, Sobredo o el alto de Campo das Arcas). Son cerca de las dos de la madrugada.

Marco Barba y su gente saben ver y aportar valor añadido a este Bierzo, con una visión diferente de la riqueza a mayores que aún puede generar Las Médulas. Fui testigo. Recomendable.

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