Diario de León

Adiós a Manuel Cachafeiro, el periodista que iluminó lo invisible

León llora la pérdida de Cachafeiro, un pilar del periodismo que falleció ayer con un vibrante universo personal y profesional detrás. La capilla ardiente estará en la sala 10 del tanatorio de Eras de Renueva y estará abierta a partir de las 15.00 horas

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Era un tipo único. Especial. Excepcional. En su vida personal y en la periodística. De una grandeza enorme. Como amigo y como periodista. Sereno, tranquilo -quizá en exceso para quienes vivimos con la impaciencia-, cariñoso. Poco dado a aspavientos. Y también hermético. Mucho. Pasear con él, con Cacha, con Manuel Carlos Cachafeiro, por la ciudad o de ruta por las montañas, por el Rastro o los mercadillos de viejo era una delicia. Su conversación era como él, diferente. Te acercaba a puntos de vista que no habrías imaginado nunca. Era resistente, quizá porque su familia estuvo ligada a la mina de siempre, forjada en la dureza de la vida y del tajo. Picadores, barrenistas, gente de galerías, de vida laboral en el subsuelo, arrancando a las entrañas de la tierra una riqueza que transformó el valle, su valle, La Robla, La Pola de Gordón, y lo cambió para siempre.

Pero a Cachafeiro (La Robla, 1967), padre de dos hijos, le falló el corazón ayer por la mañana repentinamiente en Ponferrada camino del trabajo. La ciudad quedó en shock.

Conocía bien la vida minera. Y mil historias sobre los héroes de las galerías. Le dolía cada muerte, cada cierre, cada reconversión sin esperanzas.

Tenía mil pasiones. Sus dos hijos, Isaac y Cayetana -qué orgulloso estaría hoy de ella, de él-, el recuerdo de su padre, al que le hubiera gustado cantar ‘Santa Bárbara bendita’ en su funeral, y la dedicación por su madre, Amparo, a la que cuidaba y con la que vivía. Y después, estaba el periodismo. Al que dedicó toda su vida desde que comenzó, siendo un chaval, como corresponsal en La Robla junto a su gran amigo, Barrio Planillo. Los toros, su otra gran pasión, en León, en el sur o en Francia, de los que fue un gran cronista, con conocimiento técnico y una prosa perfecta. La pintura, que ejercía con maestría y gran belleza, un mundo en el que también fue reconocido en donde ha dejado, entre otras obras, unos bellísimos retratos intimistas de la tauromaquia. Y el coleccionismo, de antigüedades, de piezas únicas, que llenaron su casa familiar en La Seca y en todos los domicilios en los que vivió, con joyas únicas como el belén napolitano que expuso estas Navidades en Ponferrada, un tesoro que coleccionó durante más de 20 años. Era experto en rastrear temas únicos, en desentrañar la vida de otros y en contárnoslos a todos sus lectores desde las páginas del Diario de León. Posaba su mirada donde nadie lo hacía. Tenía esa capacidad de ser, ahí también, excepcional, único, diferente.

Cahafeiro nació en La Robla, cuando la mina dominaba la vida en la comarca. Ingeniero industrial de formación, el periodismo lo captó pronto. Un acierto. Realizó cursos de periodismo en La Laguna (Canarias), participó en múltiples debates sobre temas de actualización y organizó eventos en diferentes puntos del país. Polifacético y curioso, desarrolló una intensa vida profesional en diferentes medios y se afrontó retos periodísticos en el Diario de León, en donde desempeñaba el cargo de delegado de la Edición del Bierzo. Pero fue también director de la revista de estomatólogos de Canarias y en La Crónica de León fue responsable del Dominical y del suplemento de fin de semana FDS, además de delegado del Bierzo, redactor jefe de Local y director adjunto.

Redactor incansable, ha recibido multitud de premios, entre ellos el Cossío al mejor reportaje de la Comunidad y el mejor Reportaje del Círculo de Periodistas Leoneses en Madrid, y es autor de tres libros. Deja una huella imborrable en el periodismo y en la vida de quienes le conocieron. Apasionado de la Semana Santa, compartía con su hijo la pasión por el Cristo de los Balderas y el silencio roto por la ‘Madrugá’ de las Siete Palabras, la cofradía de la que forma parte. Ha sido un imprescindible en la vida de su barrio de adopción, San Isidoro, donde era habitual verle compartir charla y un chato.

Ha sido un gran defensor del Bierzo, su segunda patria periodística. Un enamorado de sus paisajes y de su gente. Conocía bien este territorio en el que, finalmente, ha encontrado la muerte. Manuel Carlos Cachafeiro murió ayer por la mañana. A cinco minutos de la Redacción del Diario de León en Ponferrada. Su corazón inmenso, generoso y cálido ha dejado de latir en mitad de la calle. En la plaza MSP, como si la vida y la muerte quisieran cerrar para él un círculo. En su auxilio acudieron los médicos y también sus compañeros. Una carrera apresurada contra el tiempo, contra lo inevitable. No hubo nada que hacer. Su muerte ha provocado una honda y profunda conmoción. Lo demuestran las decenas de condolencias llegadas a la redacción, en León y en el Bierzo. El silencio se ha extendido desde ayer en el periódico. Ese silencio espeso de la conmoción y el desgarro íntimo que dejan los grandes cuando se van, los compañeros, ese silencio que permite escuchar el ruido de los teclados porque mañana, porque ahora mismo hay que sacar adelante un periódico. Duele escribir de esto. Duele imaginar esta separación. Para siempre. Duele decir adiós a un periodista excepcional. Y a un gran amigo. Que la tierra te sea leve. Que tengas buen viaje. Al Cielo. A las estrellas. Formas parte de ellas. Adiós, Cacha querido.

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