Diario de León

MEPIROLAUNI Jorge Villa

La vuelta del indomable

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León

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La fiesta de San Isidro supone en el en Campus Universitario de Ponferrada la última gran fiesta, romería campestre incluida, del año escolar. Todo tipo de actividades confraternizadotas, buen tiempo, sidra, música, al fin de al cabo la última expresión de la alegría de vivir antes de los exámenes finales. Un magnífico momento para ataviarse con lo más último y de mode de cara al buen tiempo que se avecina. Por fortuna, muchos/as son las/los que, todas/os guapas/os y perfumados abandonan, definitivamente sus caparazones invernales (abrigos, bufandas y jerseys) y estrenan prendas estivales demostrando que el buen Señor les otorgó un encanto y un donaire merecedor de lucirse con el buen tiempo. Pero San Isidro es mucho más que todo eso. La festividad isidril representa un momento ideal para hacer balance del curso y propósito de enmienda de cara a la última oportunidad de arreglar las perezas, irresponsabilidades y vagancias que se acumularon durante el curso. Todavía se puede recuperar parte del desastre, aunque esté ya muy difícil. Y tras el ágape, los bailes, los etílicos, relamidos y horterísimos: «Me gustas desde el primer día de clase y ahora que se acaba el curso..., muac, muac», que alguno habrá, la vida de cientos de matriculados se transformará en estrés, café, apuntes, histerias y pharmatones a partir del día de hoy. La Ponferrada universitaria y nocturna tenderá a disiparse hasta la noche de San Juan. Sin embargo, en este preciso momento, unos estoicos lucharán por que no decaiga la alegría. La agrupación «il vitelloni» (los inútiles) y muchos amigos más, retoma fuerzas cuan Ave Fénix y se dispone a recibir como se merece al más grande y original de los insaciables, a la encarnación del espíritu indomable. A ese pucelano del atleti que lleva unos meses recuperándose en Toledo de un contratiempo: El gran McDanielssen. Sí, señores, el escocés de Vallulis regresa a la capital de El Bierzo, contra viento y marea, para dirigir la fotografía de una de las prácticas finales de la Escuela de Cine. ¿Habrá cambiado?, se preguntarán algunos. Ni lo sabemos, ni nos importa, pero si hay algo seguro es que vuelve, como así lo prometió en sus peores momentos, a realizar su trabajo y a demostrarnos a todos lo que ya se vaticinó en esta columna. Que ni un accidente casi mortal ni una, por el momento, silla de ruedas, le impedirán ser director de fotografía. Y por eso, orgullosos de él, clamamos felices la buena nueva de su momentáneo regreso. Sin agobios, por favor, y sin excesos, que viene a trabajar. Pero, sabed todos aquellos que desde ahora os encerraréis entre cuatro paredes para superar los exámenes que El Rey de La Gatera ha vuelto.

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