Diario de León
Publicado por
ALEJANDRO J. GARCÍA NISTAL
León

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EUROPA, en la mitología griega, es una mortal importante nacida de la unión entre Agenor de Fenicia y la hermana de Cadme. Se dice que el rey de los dioses olímpicos, Zeus, se encaprichó de Europa, se convirtió en un toro blanco, consiguiendo así acercarse a la joven y llevársela raptada montada en sus lomos. Europa para nuestra generación era un concepto geográfico, un continente donde encajaban como un puzzle diversas naciones. Europa ha sido un sueño para el emperador Carlomagno, para la Cristiandad de Carlos V, para los ilustrados del siglo XVIII, para Napoleón, para Bismark, para Hitler. Hoy Europa reúne a 455 millones de ciudadanos de 25 países que buscan con denuedo la forma de gobernar unidos sus destinos sin perder un ápice de independencia. Sueño fatuo. Para el Bierzo, Europa es un ente desde donde dicen que hay que seguir cerrando minas, arrancando vides, controlando la producción hortofructícola a cambio de fondos con los que financiar infraestructuras y planes alternativos a la economía actual. Europa es el sueño de todo burócrata, la inmensidad de la funcionarización que trabaja poco y a escondidas a tenor de la respuesta social dada en estas pasadas elecciones. Unos cientos de funcionarios y políticos viviendo a cuerpo de rey. Unos pocos soñadores partiéndose el alma por un sueño milenario. Ortega y Gasset hablaba de Europa como un supraestado unión de otros estados-nación. T. S. Elliot defendía la identidad europea a través de la herencia cultural y el trabajo de las élites por ampliarla y hacerla real. Pero la Europa de los pueblos sucumbe ante la Europa de los fenicios, de los mercaderes. Hasta 10.000 lobbies tienen sus oficinas abiertas en Bruselas. Frente a la unión europea a través de la cultura, la educación, el bilingüismo y los intercambios de ideas; se sitúa la unión política, comercial, financiera, empresarial. Primero surgen los grandes bancos, las multinacionales, la globalización de los mercados...Después las tímidas y paupérrimas apuestas por la educación que generarían en un par de generaciones el perfil del ciudadano europeo real. Primero el euro, después el libro. Y como Zeus, una fuerza mayor, superior a nuestras mortales autoridades, nos raptan la billetera alegando una ilusión que se nos devuelve en forma de reinversión que pierde volumen por el largo camino administrativo. El «rapto de Europa» se repite cada año a la hora de realizar nuestra declaración de la renta.

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