Diario de León
Publicado por
ALEJANDRO J. GARCÍA NISTAL
León

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SÓLO TIENE TRES AÑOS y, sin embargo, una azarosa vida a sus espaldas. Kevin Oliveira es un niño al que entre todos, se le está hurtando su infancia. Él no tiene culpa ninguna de haber nacido de una madre con una evidente discapacidad, que no minusvalía. Ni de que en el seno de su familia nadie no pueda o no quiera hacerse cargo de él. Los Servicios Sociales de la Junta de Castilla y León, cuya profesionalidad y competencia está fuera de toda duda a tenor de casos anteriores, han visto en reiteradas ocasiones que el niño Kevin no tenía garantías de crecer en un ambiente normal, de ahí que entrasen en escena poco antes de que el infante cumpliese un año. Desde entonces Kevin vivía en un centro de acogida en León, en régimen de acogimiento (valga la redundancia) temporal, que no es otra cosa que garantizar el cuidado y la atención del niño hasta ver cómo se desarrollan las circunstancias familiares para poderlo devolver a sus progenitores. El procedimiento siempre es velar por el menor, y si es con su familia mejor. Pero en esta ocasión se nos asegura que las circunstancias familiares no son las óptimas por lo que se ha decidido dar al niño en preadopción a una familia de la región de la que, velando por el niño, no facilitan su identidad. La abuela de Kevin, vecina de Las Ventas de Albares, madre de madre, siente la comprensible llamada de la sangre y reclama explicaciones, quiere saber dónde está su pequeño nieto y narra los hechos desde su más profunda verdad. Nadie podrá consolarla. Nada existe que pueda sustituir a la pérdida de un miembro de tu propio cuerpo. En su angustioso reclamo tiene razón. Sin embargo, María del Carmen, abuela coraje, debe recibir la atención de esos mismos Servicios Sociales para aplacar el dolor y hacerle ver, en la medida de lo posible, que lo mejor para Kevin es crecer en el seno de una familia normal y no en un frío centro de acogida, o en una familia que durante más de dos años no ha sido valorada por los expertos como como la adecuada para el niño. A veces, nuestro amor es tan grande que, cegados, preferimos un mal visto como menor para los nuestros, con tal de que se queden cerca de nuestro lado. Lo que debe priorizar en este delicado caso, de marcada repercusión social por su sensibilidad, es el menor. Kevin tiene derecho a vivir en paz y armonía, y no como Diego, el niño de El Royo, de ciudad en ciudad, de brazo en brazo por culpa de todos y de nadie.

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