Tan sólo un 10 por ciento de las viviendas sigue con el carbón

En una comarca donde el carbón es un símbolo y toda una cultura, la utilización de la antracita como material de combustión para fines domésticos, esto es, calefacción y cocinas, sigue el lógico descenso como el resto del Estado, si bien, estudios oficiales cifran en un 10 por ciento de los hogares bercianos que aún mantienen instalaciones de carbón. Las causas vendrían determinadas por dos motivos principales: el pago en especie, en carbón, que muchos jubilados, prejubilados y productores mineros aún reciben de sus empresas; la otra razón viene dada simple y llanamente por los costes. La tonelada de carbón les cuesta a comunidades de vecinos a 159 euros aproximadamente, mientras que el gasóleo o el gas, que es lo que gana terreno en este mercado de la energía doméstico, ronda los 300 euros. Es por ello por lo que calderas y cocinas de «auténtica reliquia», siguen funcionando con todo lo que supone de difícil mantenimiento y una gran contaminación ambiental. Un dato a tener en cuenta es que todas las firmas carboneras y de leña han cerrado o reconvertido en empresas de combustibles más diversificadas. Ya se sabe, modernizarse o morir... En este caso morir de algo más que suciedad o incomodidad del carbón.