Diario de León

Un belén a 2.117 metros

El nacimiento más alto del Bierzo está colocado en la cima del pico Catoute, en el municipio de Igüeña. La peña de montañeros Gistredo fue un año más la encargada de subirlo a la cumbre

El pico del Catoute, en la imagen, se quedó pequeño para los numerosos montañeros participantes

El pico del Catoute, en la imagen, se quedó pequeño para los numerosos montañeros participantes

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M. Á. Cebrones / V. Silván - bembibre | ponferrada
Ponferrada

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Los belenes son una de las estampas navideñas más tradicionales. Es normal verlos en iglesias, tiendas, colegios y, por supuesto, en el salón de nuestras casas, pero lo que no es tan habitual es encontrar a la familia formada por José, María, el niño Jesús, la vaca y el burro a 2.117 metros de altura, presidiendo el techo de la comarca, en el mismísimo pico Catoute -en el municipio de Igüeña-. Y es que, desde hace ya 38 años, los miembros de la peña de montañeros Gistredo suben antes de Navidad a «montar el belén», sin importar que nieve, llueva o granice. En casi cuatro décadas ha habido ascensiones en todo tipo de condiciones meteorológicas, pero nunca se ha faltado a la cita y este año el tiempo estaba de su parte, soleado y despejado a pesar del frío. Batiendo récord En la subida de este año se batió récord de asistencia, con unos 160 participantes, no sólo miembros de la peña, sino también amantes de la naturaleza y la montaña de otros puntos de la comarca y la provincia, desde Bembibre a León pasando por Ponferrada, Astorga, Fabero o Vega de Espinareda. A primera hora de la mañana, los participantes iniciaron el camino hacia el Catoute desde el pueblo de Colinas del Campo, por el sendero que empieza a orillas del río Boeza. Cada uno a su ritmo y pisando los restos de las primeras nieves, fueron llegando a la cima. Tras colocar el nacimiento -algunos llegaron a brindar con champán- comenzó el descenso que unos realizaron por la misma senda de ascenso y otros aprovecharon para bajar por unas heladas lagunas de la Rebeza. De vuelta a Colinas, en la entrada de la iglesia, les esperaba la mejor recompensa a su esfuerzo, una merienda con chorizo y sopas de ajo para entrar en calor que mereció el reconocimiento de su cocinero, Eduardo, que recibió un obsequio de la peña Gistredo.

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