Diario de León
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FERMÍN LÓPEZ COSTERO
León

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UNAS VECES de manera complaciente y otras de manera resignada, según la ideología política, los diferentes gobiernos casi siempre acaban doblegándose a los intereses del poder empresarial. Todo el mundo lo sabe. Y un ejemplo, uno de tantos, de esta sumisión gubernamental lo hemos visto estos días en nuestro país. Resulta que la Dirección General de Tráfico, dependiente del Ministerio del Interior, tenía previsto subir de los catorce a los quince años la edad mínima establecida para poder conducir ciclomotores. Con la loable intención de reducir el elevado número de víctimas entre los conductores de vehículos de dos ruedas, la DGT había puesto en marcha, el pasado mes de diciembre, esta medida que, según estaba previsto, debería aplicarse a partir del próximo día 1 de septiembre. Pero, como quiera que la actual crisis económica también ha afectado a las ventas de motocicletas y, especialmente, a las de ciclomotores (que en los últimos años habían sido altísimas), pues resulta que el director general de la DGT, don Pere Navarro, ha considerado conveniente aplazar esta decisión. Así, sin más. Ha bastado «un toque de atención» por parte de los fabricantes de motos, que ya se habían opuesto desde el principio a la medida, para que una decisión de este calado se quede en agua de borrajas. Pero, claro, anteriormente, Anesdor (la patronal del sector de las dos ruedas) había promovido una campaña de recogida de firmas acusando a la DGT de «poner en jaque 25.000 puestos de trabajo». Es la amenaza típica del sector empresarial cuando alguna disposición gubernamental perjudica sus intereses comerciales y económicos. Y en España es de una efectividad enorme, sobre todo cuando gobierna la izquierda. En esta ocasión ha sido la DGT la que ha tenido que desdecirse y la que ha situado el beneficio empresarial por encima de cualquier otro valor, por encima, incluso, de la vida humana. Porque, como todo el mundo sabe, la vida humana no vale nada si la comparamos con el dinero, y esto siempre ha sido así y lo será todavía por mucho tiempo. A don Pere Navarro quiero dedicarle una canción que hacía furor allá por 1966, cuando él tenía, precisamente, catorce años. Seguro que la bailó muchas veces en los guateques. La interpretaban Los Bravos y se titulaba La moto. La letra empezaba diciendo: Quiero una motocicleta/ que me sirva para correr/ y quiero una camiseta,/que tenga el número cien.

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