Diario de León

| Reportaje | Filandón de postguerra |

Memoria viva de aquella guerra en Guímara

Dos jóvenes directores de cine y fotografía preparan un documental sobre el valle de Fornela y han sido los artífices del primer filandón que se celebra desde hace medio siglo

Una treintena de vecinos se reunieron en torno al fuego para contar historias, cantar y tocar el aco

Una treintena de vecinos se reunieron en torno al fuego para contar historias, cantar y tocar el aco

Publicado por
María José Alonso
León

Creado:

Actualizado:

ponferrada

Sentado en un «chupapeidos» -”silla de tres patas muy bajas con un agujero en el medio del asiento-” es como mejor se cuenta una historia. Al calor del fuego en el suelo y bajo un pote con legado, la memoria dormida de aquella guerra que muchos prefieren olvidar despierta tímidamente recordando lo que fue la represión de un sistema dictatorial en los tiempos en que Franco ya había ganado su batalla personal.

Coincidencia o no -”se conmemora el cumpleaños de la olvidada República-” el pueblo de Guímara celebró, después de medio siglo sin hacerlo, un filandón. Algunos -”los más jóvenes-” no sabrán que significa, pero aquellos que sufrieron en sus entrañas la crudeza de las postguerra -”más en un valle como el de Fornela-” conocen bien que esta era la única manera de evadirse de la mísera realidad contando cuentos y fábulas que transportaban sus almas lejos de lo que fue un campo de concentración al servicio de los vencedores. Realidad y ficción se mezclaron de nuevo como lo hacían antaño, demostrando que las viejas costumbres no caen en el olvido, más cuando están marcadas por el dolor.

Alejandro López y Jairo Pérez, dos jóvenes directores de cine y fotografía, han sido los artífices de esta fiesta pagana. Se trata tan sólo del principio de un documental que están elaborando para contar la historia del valle de Fornela, de sus gentes y sus tradiciones. Una historia en la que el filandón ocupa un lugar destacado. Las historias de la guerra dieron paso a la música de un acordeón y al timbre de canciones típicas, todo ello regado con mucho vino -”caliente con azúcar o en jarra con una tosta quemada dentro para darle sabor-”.

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