Europa, otra vez

RECUERDO LA cálida acogida que nos dispensaron a los primeros representantes de España en la nevada capital de Europa, enero de 1986. También la ilusión con que iniciábamos aquella andadura, compartida por la mayoría de españoles que nos habían llevado hasta allí. Con nuestros vecinos los portugueses, más los griegos y los irlandeses, sabíamos que nuestra tarea sería la reforma de la política agrícola común, reorientando los recursos comunitarios a la reforma y duplicación de los Fondos Estructurales y su concentración en las regiones de objetivo uno, las más pobres de la comunidad, prácticamente todo nuestro territorio nacional. Recordemos que entonces era un gran negocio construir graneros para almacenar productos fósiles excedentarios centro europeos financiados, en vez de destinarlos, como se hizo, a la lucha contra el hambre.

Había que cambiar la Europa de los mercaderes, por la Europa social y solidaria, rompiendo con la Europa a dos velocidades, audaz en lo económico, tímida y remisa en lo social. Muchos conciudadanos entendieron que la mayoría de las decisiones de contenido económico y social se toman en Bruselas. Hoy lamentablemente es necesario recordar esto mismo a los desmemoriados que piensan que las elecciones al Parlamento Europeo son asunto de menor cuantía. En aquella tarea no estuvimos solos, personalmente experimenté lo que significó sentirse integrado en el grupo de los socialistas europeos, cuyo líder, el alemán Rudy Arnt, se aplicó desde el primer día a nuestra tarea como si en ello le fueran el alma y la vida.

La ingente tarea de la equiparación del nivel y la calidad de vida de los españoles a la media europea, así como el despegue en infraestructuras y servicios no habría sido posible sin aquel ejercicio de solidaridad propiciado por los países más prósperos que ayudaron a cofinanciar nuestro desarrollo. Basta señalar como ejemplo que Castilla y León estaba rezagada treinta puntos con respecto a la media de riqueza europea y hoy estamos al nivel de la media comunitaria; bien es cierto también que gracias al desarrollo del eje Valladolid, Palencia, Burgos, en detrimento del oeste periférico, donde León resiste. Pero aún así nuestro producto interior bruto es seis veces mayor que el de entonces. La actual relación de fuerzas en el Parlamento Europeo necesita ser corregida democráticamente -”con el voto ciudadano-” para que la Europa de los mercaderes deje paso a la de los trabajadores, sin renunciar a su rostro humano y al modelo social europeo.