Diario de León

«A mi edad, me giro y tiran el currículum a la basura»

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a. calvo | valladolid
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Ángel recuerda con exactitud dónde estaba al día siguiente de aprobarse la reforma laboral. El mismo día en el que su vida comenzó a parecerse menos a su vida. Despidieron a su mujer tras 37 años en una empresa textil. Él resistió más, pero sin cobrar. Estuvo año y medio sin percibir el sueldo hasta que con 54 años decidió dejar la tienda de calzado en la que empezó cuando cumplió 14.

Mientras esperaba «por si la cosa mejoraba» iba formándose, tratando de adelantarse al ‘reciclaje’ que una vez en paro se impone a quienes, como él, superan los 45 años. «He realizado hasta 20 cursos y para nada. Lo primero que te dicen es que eres mayor. La experiencia no sirve». Esto no le desanima. No del todo. Cada mañana desde hace varios meses escoge una zona de Valladolid y se la recorre caminando en un precario equilibrio. En una mano carga con montones de currículum. En la otra, con un frío vacío.

Alterna su búsqueda con un curso sobre biomasa que imparte en Ayuntamiento y al que llegó a través de la asociación Parados en Movimiento. «Hay que intentarlo, aunque sé que cuando me giro y me marcho tiran el currículum a la basura. Pero puede que mejore y la única opción es reciclarse aunque casi no da resultados».

Adaptarse a las ofertas

Amelia nació un año antes que Ángel. También ha intentado adaptarse a las ofertas. Ahora cobra el subsidio de 426 euros y hace tres años que perdió el trabajo. Ha mudado su piel tantas veces que se ve capaz de realizar casi cualquier oficio. Tras 18 años en la misma empresa, pasó a la limpieza, después a la hostelería. «Los años limitan mis opciones y formarse también cuesta dinero».

Sin embargo, ha recibido formación de camarera de pisos («limpieza de hoteles»), manejos sistemas informáticos («teleoperadora») y para confeccionar prendas textiles. El resultado: «No he recibido siquiera una llamada para entrevista. Lo único, limpiar un portal de cuatro pisos en 20 minutos. Una cosa es trabajar, que queremos para tener una vida digna, y otra que te exploten. Hay cosas que no deberíamos permitir», indica y añade: «No quiero pensar en lo que pasará con mi marido también en paro. Invitaría a la gente a que con tan poco dinero intenten comer, pagar la luz, el agua, la comunidad... Así llegan los desahucios».

En la casa de Julián (49 años) sólo entran desde hace tres meses 170 euros de una prestación que su mujer y él tienen que estirar en días que le parecen «larguísimos». La fábrica de papel en la que trabajó hasta hace seis años quebró y su estabilidad con ella. La calefacción ya no se pone 10 horas, «mejor una». «Se rompe la armonía», cuenta. Hasta en la formación adicional culpa a la edad como obstáculo. «Algunos cursos se los dan sobre todo a jóvenes. He buscado de todo, pero del ‘ya te avisaremos’ que nunca llega no pasa». Ahora cursa unas clases sobre el sector energético en las que espera que se abra alguna posibilidad. «No nos quieren en ningún lado, para jubilarte eres joven y para trabajar mayor».

De manera similar piensa Manuel. «Con 54 años ya no interesamos a las empresas. Los 40 cotizados como oficial de construcción no me sirven para nada después de lo que nos han estrujado. El día que me jubile tendré una pensión ridícula».

Varios intentos

«He intentado de jardinero, conductor, construcción y muchas más cosas. Pero cuando vas a pedir trabajo directamente te dicen ¿dónde vas con esos años? Primero ven la edad y entonces se olvidan del resto».

Enrique tiene 57 años y pocas expectativas. «No hay perspectivas. En vez de coger están echando y con tanta juventud en paro quién nos va a coger». No ha comenzado a ‘reciclarse’. En su casa sólo él trabaja y en agosto se le termina la prestación. «Antes no sabía lo que era internet, ahora por email le llegan a empresas mi currículum. Así no lo tienen que tirar».

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