Diario de León
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ernesto escapa
León

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E l paisaje surgido de la última batalla electoral aparece atravesado por las dudas y confundido por la niebla de los envites. Sin solución aparente que despeje el embrollo. Y en todas las encrucijadas anda metido el menguado Partido Socialista Obrero Español, que a pesar de la rebaja, es la única fuerza imprescindible para marcar el signo político de los nuevos tiempos. Puede mantener en el gobierno al Partido Popular con su abstención y también activar un acuerdo de gobierno de izquierdas que siga el modelo vigente en Valencia. Desde que las urnas del domingo dibujaron el nuevo escenario, no pasa un rato sin que se oigan reclamos de uno y otro lado. Reclamos que vienen escondiendo su pildorita venenosa. Cada cual la suya. Y estos tirones actúan sobre el cuerpo demediado del socialismo, que en su encaje palmero de los resultados del domingo no mostró precisamente sensatez y menos aún la grandeza exigible en situaciones tan delicadas como la que estamos viviendo.

Tampoco el Partido Popular ha mostrado el aplomo exigible a la formación que se ha dejado por el camino varios millones de votos. Al contrario, hemos asistido a la irrupción inmediata en el escenario del soberbio Aznar, quien después de practicar el dedazo durante los años de gobernanza del partido, ahora reclama un congreso abierto que enmiende esa trayectoria. En este caso, el envite forzó la respuesta inmediata del dubitativo Rajoy, quien confirmó que en ese congreso iba a presentar su candidatura. A favor de la continuidad del Partido Popular en el gobierno pesan el resultado electoral, los requerimientos europeos para el acuerdo entre los grandes partidos y los escrúpulos de la baronía socialista a la que los nacionalismos les producen sarpullidos.

En este paisaje de disimulos, llama la atención la locuacidad de Podemos, que inmediatamente hizo públicos sus mínimos para formar un gobierno de izquierdas. Y en esa proclama surge el inconveniente mayor para que la alianza sitúe a Pedro Sánchez al timón del país. Es el asunto de los referendos, que marca como línea roja imprescindible para constituir un gobierno que desaloje a los populares del poder. Claro que también hay que advertir la facilidad con que Podemos y su líder Pablo Iglesias anuncian unos principios irrenunciables que más adelante, si no gustan y conviene, se cambian por otros con desparpajo marxiano. Pablo Iglesias ha demostrado su fuelle en una campaña que al final se le quedó corta y supo a poco. Por eso, ahora va a forzar el pulso, convencido de que la repetición de las elecciones sólo a su formación beneficia. Y dado que los dirigentes de Podemos son funcionarios educativos, tampoco parece que les vaya a intimidar el precio de la nueva vuelta electoral: entre 130 y 150 millones de euros.

El panorama se complica aún más con el arreón catalán. Abiertas las urnas, los mozos de la Cup acaban de acordar la investidura del amortizado Artur Mas, se supone que con la intención de usarlo sin remilgos como catapulta instrumental en el proceso de independencia. La cita inmediata, para que empiece a haber alguien activo a este lado de la disputa territorial, es a mediados de enero, entre san Hilario y san Mauro, cuando se constituyan las Cortes generales. Ahí se visualizará ya hacia dónde se inclina el debilitado pero imprescindible Partido Socialista. Si apoya una nueva legislatura popular con su abstención o arriesga la formación de un gobierno de izquierdas. Falta poco, pero habrá mucho patinaje en estos días.

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